jueves, 21 de febrero de 2013

ASTURIAS rural con sabor a sal: CUDILLERO, playa del SILENCIO y cabo de PEÑAS

Como muchos ya sabréis adoro Asturias y he disfrutado mucho de esta genial región cuando he vivido cerca de ella. Aunque no debo ser el único, porque realmente es difícil acercarse a Asturias y no quedar prendido de la belleza de este paraíso natural, de su gente y de su gastronomía, con una relación calidad/precio que quizá en España solo se dé en el noroeste, en ese rincón que conforman Galicia, Asturias y la provincia de León (con permiso de Zamora, a la que se puede incluir perfectamente).

Playa del Silencio, parcialmente tapada por la vegetación, junto a los enormes acantilados que la protegen
En esta ocasión os traigo un trío de lugares encantadores, con un toque rural, de la costa asturiana.

Cudillero está ubicado en la zona centro-oeste de la costa de Asturias, a 25 kilómetros al oeste de Avilés y a unos 15 del aeropuerto de Asturias y es probablemente el pueblo costero más bonito de la región. Excluido Gijón, por no poder ser denominado "pueblo", otras poblaciones destacables de la costa asturianas son Lastres o Tazones, pero yo me quedo con Cudillero. No es un lugar con un gran bagaje monumental, pero es difícil no apreciar el encanto de este apretado puerto pesquero, con casitas de colores genuinamente asturianas que se sitúan escalonadas en la falda de la ladera como queriendo todas y cada una de ellas tener acceso visual al puerto del pueblo. En este anfiteatro natural tan encajonado no faltan árboles en los rincones que no ocupan las casas y por supuesto que no faltan restaurantes, aunque no os recomendaría el que probé yo puesto que me dejó decepcionado para lo normal en Asturias (consecuencias de querer comer en primera línea de mar, me imagino).

Vista de Cudillero desde el puerto, con sus casas apretadas en su "anfiteatro" natural
Quizá el único gran monumento destacable de Cudillero sea un edificio que no pude conocer por estar cerrado por obras cuando estuve por allí: la quinta de Selgas; aunque el apelativo de "Versalles asturiano" pueda ser exagerado, la verdad es que tiene buen aspecto. Se encuentra fuera del casco urbano de Cudillero, a 2 kms. yendo por la carretera que nos lleva a Avilés y a la autovía.

Cambiamos de tercio y salimos de Cudillero yendo en dirección a Galicia, y tras algo menos de 15 kilómetros dejamos la N-632 o la autovía (hay tramos con autovía y otros con carretera, así que lo que toque) buscando el pueblo de Castañeras. Desde este pueblo sale una carretera muy estrecha, pero de sentido único, que nos acerca hasta una hermosa playa con un nombre evocador que le hace justicia: la "playa del Silencio". De esta playa, una de las más bonitas de Asturias, se dice que es una playa para "viajeros" más que para "turistas". Y es que como pasa con la playa de las Catedrales, su encanto no está en sus posibilidades para el baño, sino en la belleza natural de la misma.

Playa del Silencio
Esta playa está formada por cantos rodados, lo cual ya le resta atractivo para el baño frente a todas las playas de arena fina con que cuenta Asturias; al margen de eso, su mayor encanto está en el contraste entre la playa en sí y el abrupto saliente que tiene detrás que forma un gran acantilado, todo esto coronado por el casi siempre presente color verde de la costa asturiana.

Para salir de la playa del Silencio sigamos la carretera, todavía de sentido único, que nos ha permitido llegar a la playa sin dar media vuelta, puesto que es circular y nos acercará a Castañeras de nuevo. Como resulta lógico, que yo sepa, no hay posibilidad de llegar en transporte público a este rincón asturiano.

Cabo de Peñas, punto más septentrional de Asturias, y sus acantilados de unos 100 metros de altura
Aunque para acantilados soberbios, vayámonos a otro punto carismático de la costa asturiana: el cabo de Peñas. Este cabo es el punto más al norte de Asturias y podría serlo de España si no fuera porque buena parte de las rías altas gallegas está aún más al norte (con la Estaca de Bares como poseedora de ese mérito). Se encuentra coronando la conurbación urbana del centro de Asturias, a más o menos la misma distancia de Gijón y de Avilés. En este lugar, aparte del cabo y de un viento normalmente fuerte (que puede provocar algún susto si nos acercamos mucho al borde de los acantilados, así que cuidado) nos encontramos con unos de los acantilados más altos y hermosos de toda Asturias.

Para acabar el día podemos desplazarnos a una de las playas del oeste del cabo de Peñas y disfrutar de una bonita puesta de sol como ésta. Con el Atlántico lejos, y sus atardeceres mágicos, nos tenemos que conformar con un pequeño rincón como éste donde el oeste esté presidido por el agua... ¡y disfrutar!

Atardecer en una de las playas de las cercanías del cabo de Peñas, una buena alternativa ibérica cuando Galicia y Portugal quedan lejos

sábado, 16 de febrero de 2013

Viaje a la India, día 14: Amber y Jaipur, subiendo al castillo en elefante

En nuestro maravilloso hotel en Jaipur el desayuno no desmereció, siendo uno de los mejores de toda nuestra estancia: buffet libre con comida india y comida más internacional, en un bonito comedor.

Autovía del paquidermo, subiendo al fuerte de Amber... al menos estos vehículos no tenían claxon, aunque a cambio defecaban :)
A las 9 conocimos a Datar, nuestro nuevo chófer, cuyo inglés algo más pobre y algo menos de sentido del humor nos haría echar de menos a Noor... no obstante, fue tan atento, amable y servicial como él. No habló de religión con nosotros, pero una figura de un elefante con 4 brazos en el salpicadero del coche nos dejó claro que era hindú :)

Nos vamos a Amber (también escrito como "Amer", que es como realmente se pronuncia), a 11 kilómetros de Jaipur. Esta ciudad, hoy totalmente eclipsada a nivel poblacional por Jaipur, fue históricamente la capital del territorio de su marajá hasta que una paz duradera llevará al marajá Sawai Jai Singh a fundar su nueva capital en 1727 en el llano, a la que dio su nombre ("ciudad de Jai"). El hecho de que Jaipur sea tan moderna explica el extraño orden del centro de la ciudad, trazado con escuadra y cartabón y con calles sorprendentemente anchas. Amber, a pesar de haber perdido la condición de capital hace casi tres siglos, sin embargo conserva aún un espectacular fuerte de finales del s. XVI, que es una de las citas imprescindibles que todo visitante a Jaipur debe conocer. Situado en lo alto de una colina junto a un pequeño estanque artificial (de los que hay muchos en esta parte del estado, menos desértica), también es famoso por la "guirada" que uno puede hacer para subir hasta él, que es hacerlo a lomos de un elefante. En el pack que cogimos con la agencia este obsequio venía incluido, así que disfrutamos de él.

Vista desde el Albert Hall, de una calle de Jaipur, con una puerta de la muralla y uno de los fuertes que rodean la ciudad al fondo
Como sitio muy turístico, los vendedores de todo tipo de "movidas" nos asaltaron casi antes de poder bajarnos del coche, algo ciertamente agobiante. Noor nos dio 1000 rupias, ya que el viaje costaba 900 (14€ aproximadamente), y nos montamos en el elefante que nos tocó tras unos 5 minutos de cola. Casualidades de la vida, el "chófer" del elefante no tenía cambio (¡qué raro!), y con una sonrisa de 50% de aprovechado y 50% de encantador sugirió que esas 100 rupias (1,5€) fueran su propina... me pareció un jeta pero todo indicaba que habría que dar mucha guerra para que aceptara una propina menor, y al final cedimos.

Subimos al fuerte por una improvisada autovía de paquidermos, donde el nuestro era claramente el más lento de todos... de lo malo malo, pagando lo mismo pasamos más tiempo sobre el animal :) El acoso al turista continuó, con un fotógrafo profesional pidiendo que sonriéramos para hacernos fotos (que luego vendería a un precio elevado) o con otro chófer que nos pidió que le dejáramos la cámara, nos hizo 3 fotos en apenas 10 segundos y luego protestó porque le diéramos solo 10 rupias de propina (15 céntimos). Paciencia...

Puerta principal de entrada al fuerte de Amber
Llegados a la entrada del fuerte, la gran cantidad de turistas ya se empieza a justificar con un conjunto de arquerías característicamente indias y una puerta principal tan trabajada como impresionantemente hermosa. Ya en el interior, el lugar es espectacular, siendo el fuerte más bonito de todos los rajastaníes a mi juicio junto con el de Bikaner. Un par de patios, uno presidido por unos parterres y un estanque con forma de asterisco y otro por otro conjunto de arcos lobulados indios, comunican las diferentes estancias, aunque este fuerte es muy "exterior", algo que se debe a la ausencia de frío en todo el año (en pleno invierno, a principios de febrero, pudimos estar en manga corta todos los días que pasamos en Jaipur, con 25ºC de temperatura máxima todos los días), en esta especie de "Alhambra" a la India. Me llamó la atención que las paredes de uno de los patios estuvieran decoradas con pequeños espejos que brillaban con la luz, un elemento que quizá sea de influencia mogola, porque se repetiría en el fuerte de Agra posteriormente.

Incrustaciones brillantes, con espejos, de una de las paredes del fuerte de Amber, en la sala de la victoria (Jai Mandir)

Bajamos del fuerte, ya a pie, y tras unas fotos con el estanque y el aspecto exterior del fuerte de Amber, nos vamos a otro fuerte, el de los Tigres, cuya entrada teníamos ya pagada en el pack que compramos el día anterior. Este fuerte, también muy exterior, tenía alguna sala bonita, pero era mucho más modesto que el anterior. Lo que más nos impresionó quizá fueron las vistas sobre Jaipur, ya que se encontraba totalmente encima de la ciudad y eso provocaba que las vistas abarcaran toda la ciudad, hasta donde su contaminado aire nos dejaba ver, una experiencia parecida a la de Jodhpur desde el fuerte de Mehrangarh.

De regreso a Jaipur, pasamos y paramos en otro pequeño pantano, en el que, como pasara en Udaipur, alguien ha tenido la idea de construir un palacio en medio del agua. En Occidente, jamás habría imaginado que a alguien se le ocurriera hacer un palacio en medio de un pantano, con sus pilares permanentemente mojados (salvo sequía), pero aquí ya iban dos.

Palacio del lago de Jaipur, que parece tener hasta su propio jardín

Bajados a Jaipur, volvemos al caos de su tráfico infernal. Como había tiempo antes de comer fuimos al Jantar Mantar, el conjunto de aparatos astronómicos, perfectamente conservado, que ha llevado a Jaipur a la lista de lugares "patrimonio de la humanidad". Este conjunto, el mejor conservado de todos los que Jai Singh ordenó construir para interactuar con los astros en el siglo XVIII, es todavía hoy utilizable. Nosotros, no muy interesados en los detalles de su funcionamiento, no nos enteramos de cómo se usaban algunos aparatos, por lo que aconsejo recurrir a algún guía de los que asaltan a los visitantes en caso de tener especial interés en el conjunto, que impresiona hasta a los más profanos.

Uno de los edificios del observatorio astronómico (Jantar Mantar), en este caso destinado a medir la hora del día con su sombra
A la hora de comer, con ganas de escaparnos por una vez de la sabrosa pero agotadora comida india, caímos en la tentación de ir a un McDonald's, y hasta hacer esto es una aventura en este país. La frase que había oído que dice que "ir a un McDonald's es igual en todas partes y es una forma de garantizarse de que comerás lo mismo en cualquier sitio del mundo" es falsa en la India, por motivos evidentes o no tanto.

En un país donde las vacas son sagradas la carne de ternera está prohibida también en este restaurante, y como sabréis normalmente es uno de los pilares de su menú. Pero es que con un 12% de musulmanes, una minoría pujante, la carne de cerdo tampoco puede sustituir a la de ternera, y como parece que el cordero no es del agrado del "Mac", las únicas hamburguesas de carne que había eran de pollo. Además, aunque todo estaba en inglés (no como en Rusia, donde hasta el nombre de restaurante está escrito en alfabeto cirílico), los nombres de las hamburguesas no tienen nada que ver con el resto del mundo, porque por motivos de marketing, por ejemplo, no hay Big Mac sino Chicken Mac Maharaja ("marajá" en inglés). Las hamburguesas se distinguían entre picantes y no picantes, y había incluso alguna vegetariana. Y como en otros lugares, pedir una etiquetada como "no picante" provocó que casi no la pudiéramos acabar de lo que picaba... ¡no quiero ni pensar como deben picar las picantes! Por terminar con las curiosidades de un McDonald's, decir que allí parece ser norma tener a un empleado solamente para abrir y cerrar la puerta a los clientes del restaurante, que según nos contaron después está considerado casi como "pijo" entre la juventud india (más moderna y "guapa" en el restaurante que la media que se veía por la calle).

Albert Hall, edificio colonial usado como museo estatal de Rajastán, el más antiguo del estado

Tras esto, todavía tuvimos tiempo de ir al Albert Hall. Este moderno edificio, bastante grande, se encuentra en una zona abierta, con parques y zonas verdes junto a él, y aunque rodeado de calles con tráfico rodado, algo más libre del caos que reina en las calles más céntricas de Jaipur. De claro estilo rajastaní, deja ver en su interior su condición colonial con pinturas que muestran culturas de todo el mundo, y es que se inauguró en 1876 por el príncipe británico Eduardo VII. Es el museo más antiguo de Rajastán y tiene interesantes objetos en su interior como alfombras, cerámicas o grabados, en su mayoría indios aunque en ocasiones de otros lugares.

Cenamos ya en nuestro hotel, en la que creíamos que iba a ser la cena con los dueños de la agencia con la que estábamos viajando, que viven en la ciudad rosa. Estaba previsto que ellos invitaran pero estaban de "tour" en otra ciudad y no les íbamos a conocer en persona, así que a esa cena invitarían ellos, como hacen con todos los clientes incluso aunque no se pueda hacer la cena juntos... pero aunque nos dejaron elegir el restaurante el menú estaba prefijado y como no avisamos con anterioridad en el restaurante y pedimos otra cosa, tuvimos que pagar lo que habíamos pedido y quedamos en hacer esa cena gratis al día siguiente... me pareció raro el que Ashok nos dejará elegir restaurante pero no el menú, pero a caballo regalado no le mires el diente... ¡a dormir!

Ejemplo de obra de arte india que se puede ver en el Albert Hall

martes, 12 de febrero de 2013

Belleza pirenaica en ORDESA, de la pradera al refugio de Góriz

Ordesa... este valle pirenaico, posiblemente el más famoso del lado español, es de esos prodigios de la naturaleza que cualquier fin de semana del mes de julio o agosto está tan concurrido de caminantes como la Gran Vía madrileña o el Paseo de Gracia barcelonés... pero sabiendo escoger bien las fechas en las que se visita, podemos saludar en solitario, o casi, a las muchas cascadas que se ven durante su recorrido, así como a los circos de Soaso y Góriz, para acabar el día durmiendo con vistas del monte Perdido, a resguardo en un refugio o bajo un manto de estrellas. ¿A que suena bien?

Cascada del Estrecho, una de las muchas que se pueden admirar en el valle

SITUACIÓN


Primero, situémonos. El valle de Ordesa se encuentra cercano al centro geográfico del Pirineo, a medio camino entre el Cantábrico y del Mediterráneo, en el norte de la provincia de Huesca. Tiene frontera con Francia en el norte, y con otros valles aragoneses en el resto de puntos cardinales.

En la cabeza de algunos existió un proyecto para inundarlo y aprovechar su potencial hidroeléctrico, pero por suerte el criterio medioambiental se impuso y para su protección se declaró parque nacional en 1918, siendo el segundo más antiguo de España, solo por detrás del de la montaña de Covadonga (actual Picos de Europa) que fue declarado apenas unos meses antes. En 1982 el parque nacional se amplió para proteger los otros valles que se alimentan de las aguas del monte Perdido: Añisclo, Pineta y Escuaín.

Vista del valle de Ordesa en las gradas de Soaso, mirando hacia el inicio de la ruta
El valle de Ordesa en sí tiene como puerta de entrada la población de Torla, la última antes de que la naturaleza sea lo único que nos separe de Francia, y actúa como base de servicios, por lo que podemos encontrar allí alojamiento, restaurantes, supermercados y una encantadora arquitectura pirenaica. Desde el aparcamiento se ve la foto típica de Torla, con la iglesia en primer plano y la ladera del monte Monderruego, de 2847 metros de altura, por detrás, un buen aperitivo de todo lo que nos espera después.

Dejamos atrás Torla para llegar con el coche al puente de los navarros, donde tendremos que girar a la derecha. Llegaremos así a la pradera de Ordesa, último punto alcanzable en vehículo de motor de este valle cerrado para los coches. Desde aquí, tendremos que empezar a caminar; por delante nos esperan tres horas de caminata hasta la cascada de Cola de Caballo y cerca de cinco hasta el refugio de Góriz, que era nuestro objetivo final. En pleno verano es probable que no podamos acceder en coche hasta la pradera debido a las restricciones que existen para ello, por lo que desde Torla habría que coger un autobús que nos suba a la pradera, en lo que me imagino que es un servicio similar al que se ofrece en Asturias para subir a Covadonga y sus lagos.

Cascada de la Cueva, otra maravilla de Ordesa, que se encuentra tras un pequeño desvío a la derecha

LA RUTA

De la pradera de Ordesa a las Gradas de Soaso


En el primer tramo de la ruta no es difícil ver casi más turistas (gente con vaqueros y zapatos, sin aspecto de tener intención de pasarse horas caminando) que senderistas propiamente dichos, aunque los primeros no suelen pasar de las primeras cascadas, que llegan pronto. 45 minutos aproximadamente se necesitan para llegar a la cascada de Aripas. Tras un inicio de suave pendiente, en la zona de las cascadas se empieza a subir más en serio, y éstas se suceden una tras otra: Aripas, de la Cueva y del Estrecho. En una de las cascadas hay que desviarse de camino principal para acceder al mirador que permite disfrutarlas al máximo, pero es un desvío de apenas dos-tres minutos a pie, y merece la pena acercarse. Todas las cascadas tienen un mirador muy adecuado para disfrutarlas sin peligro; aunque no es difícil ver gente que vaya más allá de la barandilla que marca hasta donde podemos llegar, es preferible no hacerlo, porque un resbalón puede ser fatal.

Caminando por el circo de Soaso, donde cambiamos el bosque por una vista del monte Perdido (3355 metros)

De las Gradas de Soaso a la cascada de Cola de Caballo


Pasadas unas dos horas desde la salida de la pradera, si vamos a un ritmo normal, llegaremos a las gradas de Soaso, un conjunto de pequeños saltos de agua de parecida altura que, muy juntos, parecen tan bien dispuestos que a uno se le pasa por la cabeza que ha habido intervención humana en su morfología. Aquí ganamos altura a buen ritmo hasta que éstas acaban, para tener un descanso en forma de zona llana con un radical cambio de paisaje. Nos encontramos en el circo de Soaso, y las cascadas y el estar caminando por zona de bosque dan paso a un gran claro que nos recibe con impresionantes vistas de algunas de las cimas más altas del Pirineo. Pasamos por una zona en la que se ha tratado artificialmente al camino, enlosándolo para evitar la erosión que nuestras pisadas pueden ocasionar a la vegetación. La vista sobre las cumbres, con el Perdido presidiendo, nos guiará hasta el otro extremo del circo, donde tras 3 horas aproximadamente llegamos a la cascada de Cola de Caballo, la más famosa del valle, que cae encerrada entre rocas del circo de Góriz al de Soaso. El lugar invita a hacer una parada para hacer fotos o comer, y así hicimos nosotros.

Cascada de Cola de Caballo, la más famosa del valle

De la cascada de Cola de Caballo al refugio de Góriz


En esta cascada acaba la ruta para muchos, pero nosotros quisimos dar una vuelta de tuerca más a nuestra visita a Ordesa y subir hasta el refugio de Góriz. La experiencia previa durmiendo en el refugio de Vega Urriellu, sobre el que ya escribí en otra entrada, nos animó a volver a dormir en estos rincones de alta montaña, y no pudimos acertar más de lleno.

Estando en la cascada y viendo las paredes del circo uno no encuentra el lugar por el que un sendero puede salir de Soaso, pero esa sensación se va pasando al empezar a caminar. Desde la cascada el sendero sube  decididamente, sin prisa pero sin pausa, y hacerlo justo después de comer y con un sol de justicia puede ser matador... pero las vistas del valle impresionan desde arriba, y la sensación de caminar solos (solo un pequeño porcentaje de senderistas va más allá de Cola de Caballo) es genial. Existe una desviación de la senda en la que llegados a un punto se exige un mínimo de habilidades trepando para continuar, aunque nosotros escogimos la que dando un poco más de vuelta no tenía esa dificultad en el lugar llamado "las clavijas de Soaso". Subiendo tuvimos la suerte de cruzarnos con varias marmotas, especie introducida desde los Alpes en el Pirineo. Seguimos caminando y vemos la cascada de Cola de Caballo desde arriba y nos encontramos como otro circo, como una especie de "planta superior" del de Soaso, se abre a nuestro paso. Dos horas después de dejar la cascada (cinco horas caminando desde la pradera) llegamos al refugio de Góriz.

Vista de la cascada de Cola de Caballo según subimos hacia Góriz, siempre con un 3mil observándonos
El refugio de Góriz es el único guardado de todo el parque nacional, y está abierto prácticamente todo el año. Ubicado en las laderas de los picos más altos del parque, como el Marboré o el propio Perdido, es una base excelente para unir una travesía por el valle de Ordesa con otra por algún otro valle, como el que forma el cañón de Añisclo, o para coronar alguno de los picos que lo rodean, pasando de los 3000 metros en muchos casos. Se trata de un refugio por el que han pasado los años y se nota, pero que cumple de sobra con lo que nosotros necesitábamos y donde nos trataron muy bien. La cena que nos sirvieron fue espectacular tanto en calidad como en cantidad (algo que me ha pasado en los 3 refugios en los que he dormido, no sé si será que llego con hambre), y nos dieron la información que necesitábamos. El atardecer en Góriz, sin ser el de Collado Jermoso, también ayuda a que recomiende subir hasta allí.

Atardecer en el circo de Góriz

Regreso


Para volver a la cascada de Cola Caballo solo podemos hacerlo por la senda que dije anteriormente y a partir de la cascada podemos continuar por el otro lado del río por donde no perderemos altura casi hasta llegar a la pradera, donde bajaremos de golpe los 500-600 metros de desnivel. Es la llamada "senda de los cazadores", que cuando nosotros acudimos a Ordesa estaba cerrada al público, así que no os puedo decir más. Leyendo por internet parece que pasa mucho tiempo cerrada y que tiene un descenso (o ascenso, según el sentido) tan acusado que hay que tener mucho cuidado bajando y buenas piernas subiendo. Pasa bastante tiempo cerrada por su relativa peligrosidad. La vista que desde la senda se tiene de todo el valle debe ser similar a la que nosotros tuvimos subiendo a Góriz, solo que desde la otra punta del mismo.

¡Disfrutad de esta maravilla de la naturaleza!

No es difícil ver marmotas en Ordesa, especialmente subiendo a Góriz

sábado, 9 de febrero de 2013

Casas con entramado de madera; 4 estilos, 4 países y un mismo encanto: COLMAR, COSTA NOVA, GOSLAR Y HONDARRIBIA

Lo reconozco. Soy admirador de la arquitectura popular. Y aunque me gusta prácticamente toda ella, sea del tipo que sea, ya sean casonas de piedra típicas de lugares de montaña, casitas blancas de un pueblo andaluz o pallozas de los Ancares, siento especial debilidad por las casas con entramado de madera. Y curiosamente, este tipo de arquitectura, con sus diferentes interpretaciones y estilos, está entre las más comunes en Europa, estando presente en varios países. Así que con la entrada de hoy pretendo presentar 4 poblaciones, cada una en un país distinto (España, Portugal, Francia y Alemania), a veces junto al mar, a veces lejos, en el centro de Europa o en donde parece llegar a su fin, cuyo mayor legado es ése, tener un conjunto, más o menos antiguo, de casas con entramado de madera. Todas ellas pueden tener otros reclamos de interés, pero para mí su punto fuerte es ése, las visité por ese motivo, y siempre quedé encantado.

Quai de la Poissonnerie (muelle de los pescadores), quizá el rincón con más encanto de Colmar


COLMAR (Alsacia, FRANCIA)


Colmar es una pequeña ciudad alsaciana, ubicada en la zona nororiental del país, muy cercana a las fronteras con Suiza y Alemania, 75 kilómetros al sur de Estrasburgo. Como muchos otros sitios de Francia, y particularmente Alsacia, es una población con un conjunto de casitas con entramado espectacular. Al contrario de lo que pasa en Estrasburgo, donde muchos edificios así son blancos, como por ejemplo los de los curtidores, en Colmar todas las casas tienen vivos colores, lo que les confiere un encanto especial. Aunque todo el casco antiguo tiene muchas casas así, y prácticamente no hay calle que no tenga alguna, el punto más hermoso quizá sea el "quai de poissonnerie" (muelle de la pescadería), una calle que aparte del encanto de sus casas es atravesada por un pequeño canal que concretamente en ese punto tiene un embarcadero para que los turistas cojan una de las barquitas que surcan el mismo, que también cruza la "petite Venise" (pequeña Venecia), otro rincón con especial encanto, donde el canal divide dos manzanas de casas con entramado que acogen agradables restaurantes. Estos nombres tan evocadores del agua se juntan con muchas otras plazas encantadoras sin el "líquido elemento".

La ciudad también es conocida por su interesante mercado navideño.

"Petite Venise" (pequeña Venecia), recoleto rincón de Colmar, como toda la ciudad, lleno de flores
Yo dediqué a Colmar un día entero, perdiéndome sin plano por sus calles, y no me arrepiento. Es fácil llegar en tren a esta ciudad, ya que se encuentra en la vía que comunica Estrasburgo con Basilea, ya en Suiza.

COSTA NOVA (Región central, PORTUGAL)


Pasamos de una ciudad a centenares de kilómetros del mar a un pueblecito costero. Costa Nova, muy cerquita de Aveiro, es una población turística que tiene junto a la playa casas de pescadores (llamadas "palheiros") con listones de madera rectos con vivos colores. Las casas se sitúan en un estrecho saliente con mar a uno y a otro lado de esta porción caprichosa de la geografía portuguesa que es la ría de Aveiro, y hay varios centenares de metros de la primera a la última. Hay edificios que son viviendas particulares, y otros han sido aprovechados para ubicar en su bajo un restaurante, que al menos en el caso del que yo visité, tenía unos precios bastante populares (algo maravillosamente frecuente en Portugal).

Casitas alineadas junto al mar en Costa Nova, en la ría de Aveiro
La visita a esta zona se puede completar con un baño en la playa de la misma población y con una visita a Aveiro, la llamada "Venecia portuguesa", a la que este apelativo le queda grande, a mi juicio, pero que bien merece una visita por sus casas azulejadas y sus curiosos "moliceiros", los barcos originalmente rematados con una proa curva que surcan sus canales.

Que sepa un servidor, solo se puede llegar en coche particular a Costa Nova.

GOSLAR (Baja Sajonia, ALEMANIA)


Goslar, otra pequeña ciudad de provincias con 43.000 habitantes, se encuentra en el poco poblado centro geográfico de Alemania, junto a la sierra de Harz. Con tres lugares patrimonio de la humanidad (su casco histórico, sus minas de Rammelsberg y la gestión hidráulica en la sierra de Harz), esta pequeña ciudad parece sacada de un cuento de hadas. Con el pequeño río Gose que cruza su casco antiguo y que nace en las proximidades, cuenta con edificios históricos, como el palacio imperial o el edificio que preside la plaza mayor, que podría pasar por su ayuntamiento pero es el hotel Kaiserworth, además de una sección entera de su casco antiguo llena de casitas blancas con entramado junto al riachuelo. La iglesia de los santos Cosme y Damián permite subir a su torre para contemplar una hermosa vista de todo Goslar y de las montañas de los alrededores.

Vista de Goslar, con sus casas con entramado junto al diminuto río Gose
Se puede llegar a Goslar en tren, y yo lo hice desde la capital del estado, Hannover.

HONDARRIBIA / FUENTERRABÍA (País Vasco, ESPAÑA)


Dentro de la gigantesca y maravillosa variedad de arquitectura popular que hay en España, aún queda un pequeño espacio para las casas con entramado de madera, que aunque poco frecuentes, encuentran su sitio en zonas como País Vasco, Navarra o Castilla y León. Aunque se me ocurren otros representantes como la Alberca o Covarrubias he elegido Hondarribia (también llamada Fuenterrabía en castellano, utilizándose ambos indistintamente, siendo oficial solo el nombre vasco), por su encantador barrio de la Marina. Casitas con entramado, o al menos con los balcones de madera, alegremente pintados en múltiples tonalidades de colores alegran esta población situada a 25 kilómetros de San Sebastián, pegando a la desembocadura del río Bidasoa que es el punto fronterizo entre Irún y Hendaya, entre España y Francia.

Plaza mayor de Hondarribia
Al aliciente del barrio marinero de Hondarribía hay que añadir los de su casco antiguo propiamente dicho, que cuenta con el castillo de Carlos V, habilitado actualmente como parador de turismo, o el palacio de Zuloaga, quizá el mejor ejemplo de palacio civil de la ciudad, hoy usado como registro civil y biblioteca.

La visita a esta ciudad se puede complementar disfrutando de la playa si el tiempo lo permite o visitando la cercana y hermosísima San Sebastián, que bien se merece una entrada que espero escribir algún día. Si queremos seguir disfrutando de entramado de madera, podemos entrar en Francia donde la capital del País Vasco francés, Bayona, bien podría haber sido la representante francesa en este post.

Para llegar a Fuenterrabía bien podemos acercarnos a Irún en bus o en tren, muy bien comunicada como puerta de entrada a España, y desde ahí acercanos en bus a Hondarribia. En el término municipal está el aeropuerto de San Sebastián, que aunque no sea el de mayor tráfico del País Vasco, puede ser una buena puerta de entrada.

Otra instantánea del encantador barrio de la Marina, en Fuenterrabía

martes, 5 de febrero de 2013

Viaje a la India, día 13: Pushkar -> Jaipur: el anciano que casi me hizo llorar

PUSHKAR


Aquel día nos costó un poco levantarnos, el hotel había sido el peor hasta la fecha y yo noté que había descansado peor.
Templo de Vishnú, en Pushkar

Desayunamos en la azotea del hotel, algo fría, un té y una crêpe vegetariana, como todo en Pushkar. Es decir, sin huevos, con plátano y nutella de relleno. Todavía me estoy preguntando cómo se puede quitar a una crêpe o pancake uno de sus tres ingredientes básicos y que sea comestible (los otros dos son harina y leche), pero aunque el sabor no era el mismo estaba aceptable. Fue un desayuno escaso pero rico.

Nos fuimos a conocer la ciudad de día, cosa que apenas habíamos hecho el día anterior. A pesar de sus solo 15.000 habitantes, Pushkar concentra numerosísimos templos para su tamaño, y vimos algunos: el Singhji (o algo así, que no he conseguido encontrar por internet) y el de Vishnu. En ambos no nos dejaron entrar a los edificios pero bueno, tampoco pasó nada... sacamos 4 fotos y seguimos.

El templo más famoso de Pushkar es uno dedicado a Brahma, uno de los dioses hindúes más importantes, al que sin embargo apenas hay templos dedicados. Según la mitología hindú, Brahma quería hacer una mortificación en el lago de Pushkar y como su esposa Savitri no acudió, se casó con otra mujer... Savitri se lo reprochó y le dijo que jamás sería venerado en otro lugar, de ahí que este templo sea tan especial y único para los hindúes. Para los ojos de un occidental el templo es distinto por el característico color rojo y sobre todo azul que tiene, pero por lo demás lo encontré similar a otros muchos  que habíamos visto anteriormente, en lo alto de unas escaleras. El guardazapatos me pareció especialmente aprovechado, exigiendo 40 rupias (0,6€) en lugar de las 10 normales, por guardar nuestro calzado, cámara de fotos, etc. en su taquilla. No me moló la idea de darle tantas cosas (resumiendo, como nos dijo él: "todo menos dinero y pasaporte") a ese señor aunque me tranquilizó el que me dijera que yo guardaría la llave de la taquilla... las 40 rupias no sabía si eran por persona o por ambos, y finalmente fue la segunda opción... la verdad es que aunque esos cambios de precio me repatearan, traducido a euros es algo insignificante.

Volvimos al lago de Pushkar. Tuvimos que sortear un santón vendiendo flores, y cuando nadie nos miraba nos guardamos el calzado en la mochila y accedimos (lo prefería a dejarlo allí tirado, al alcance de cualquiera). Aquel día sí había gente bañándose y mucha otra alrededor. El sol, colocado en el extremo opuesto a la tarde anterior, daba un brillo magnífico para estar en invierno a los edificios junto a los ghats, blancos, y quedaba precioso. No sacamos fotos por respeto a la gente que se encontraba allí, pero disfrutamos enormemente ante esas escenas tan coloquiales allí como extraordinarias para nosotros. Me llamó la atención que hubiera personas que se bañaran con el torso desnudo, incluida una mujer... tanto conservadurismo religioso, tanto machismo que puede justificar una violación (como ha pasado recientemente en Delhi) con cualquier supuesta provocación no casa con aquella mujer bañándose despreocupada en topless en un sitio sagrado...

Otro templo de Pushkar

HACIA JAIPUR


Exceptuando unos pocos kilómetros hasta un poco más allá de Ajmer, el viaje fue por una reciente autovía de 3 carriles por sentido, que forma parte de la vía que une Delhi con Jaipur, Udaipur y Bombay. Pero hasta en esa moderna autovía te sientes muy lejos de Europa, aunque fuera recta y sin apenas desniveles. Porque por ejemplo en ocasiones tenía pasos de cebra (¡¡!!), y porque no es difícil ver alguna moto yendo en sentido contrario al de la calzada, solo para ahorrarse unos metros (eso sí, tienen el detallazo de hacerlo por el arcén).

JAIPUR


Llegamos prontísimo a Jaipur, y Noor nos anunció la triste noticia de que había hablado con su jefe y que sería su último día con nosotros porque va a empezar otro viaje con un grupo que llegaría al día siguiente a Delhi. No recibimos ninguna explicación más, ni de Noor ni de Ashok, y esto fue quizá lo único que podría reprochar a la agencia de mi experiencia allí. Entre Noor y nosotros se había creado un vínculo importante, hacíamos bromas, nos pasamos todo el día riendo y sinceramente me daba rabia decirle adiós antes de tiempo, de esa manera tan "fea".

Terraza del restaurante de nuestro hotel, el Umaid Bhawan de Jaipur
Llegamos a nuestro hotel en Jaipur, y resultó ser maravilloso. Atrás quedaba la noche en el mediocre hotel de Pushkar, aquello era un lujazo: una habitación enorme, preciosa, una piscina que no íbamos a utilizar, una terraza encantadora y genialmente decorada, un restaurante excelente... si algún día vais a Jaipur, os recomiendo el "Umaid Bhawan", que además tampoco parece ser muy caro (no sabemos lo que pagaron por nosotros, pero la Lonely Planet dice que vale entre 1600 y 2400 rupias; 23-38€ la habitación doble, al cambio).

Quedamos a las 15 horas con Noor por última vez, solo dos horas después de contarnos aquello. Nos llevó al centro de la ciudad y le dijimos que no viniera a buscarnos, que disfrutara de su familia (él vivía allí) durante la tarde y que volveríamos solos. Nos dio alguna recomendación y con tristeza y una foto final nos dijimos adiós.

Hawa Mahal, o "palacio de los vientos", el edificio más fotografiado de Jaipur. En la imagen se ve un "tuk-tuk" bici, como el que cogeríamos después
Visitamos el Hawa Mahal (que significa "palacio de los vientos"), que data de 1799. El edificio más famoso de Jaipur ofrece su mayor encanto de forma gratuita, en la fachada exterior, fotografiada un millón de veces, con su color rosa, sus cinco plantas acabadas triangularmente y sus rejillas por las que las mujeres de la familia real de turno podían ver los desfiles y la vida exterior de la ciudad sin ser vistas. Pero verlo por dentro también merece la pena, y no es nada caro. Cogimos un pack que incluía otros 4 edificios (Albert Hall, fuerte de Amer, fuerte de los tigres y Jantar Mantar, el observatorio astrológico) y en conjunto la visita a todos no llegaba a los 5€ por persona. Llama la atención que el palacio de los vientos no sea rosa por dentro, y se debe a que la obligación de hacer los edificios rosas (lo que ha llevado a denominar a Jaipur la "ciudad rosa") se limita a la fachada exterior. Visitar el edificio por dentro es una experiencia genial.

Pero volvemos a la India real al salir. Jaipur, con sus 3.000.000 personas, fue la ciudad más grande de nuestro viaje solamente tras Delhi, la capital. Su centro se hizo de forma racional, a finales del s. XVIII, como una cuadrícula de calles anchas que se cortan de forma ortogonal. Salvando las distancias, es algo así como el "Eixample" o ensanche de Barcelona, con la salvedad de que en Jaipur el tráfico es infernal, se mezclan coches con bicis, con vendedores ambulantes que van a pie, con motos... y encima la calle del palacio de los vientos estaba en obras. Intentar hacerse una foto frente a la fachada exterior de este precioso edificio significa tener que soportar a los vendedores más insistentes que quizá se cruzaron en nuestro camino en la India. Que si entra a mi tienda, que si la vista es mejor desde el primer piso de mi tienda, que si lo que tengo te interesa...

Hawa Mahal o "palacio de los vientos", en su parte interior. Ya sin color rosa, es igualmente espectacular
Tras esto, siendo aún de día, empezamos a tirar hacia el hotel. Primero atravesando las calles principales del centro de la ciudad, con aceras llenas de todo tipo de cachibaches y de gente, debido a que todo el centro es como un mercado gigante en el que cada calle es para un gremio distinto de vendedores. Pasadas las murallas, las aceras desaparecen, pero el tráfico sigue siendo igual de denso y ruidoso, y las distancias no son tan cortas como puede parecer en el mapa, al menos comparándolo con las ciudades que habíamos visto antes.
Después de 12 días en la India, y gracias a Noor y a que habíamos visitado a fondo solamente ciudades pequeñas (Jodhpur, con 700.000 habitantes, había sido la mayor antes de llegar a Jaipur), todavía no habíamos cogido ningún tuk-tuk. Y aunque les había cogido un poco de manía por lo pesados que son sus conductores, la verdad es que tampoco nos había hecho falta. Pero llegado un punto, con un mapa poco preciso como única herramienta para llegar al hotel y agotados tras media hora andando junto al caótico tráfico, nos decidimos a coger un tuk-tuk. Sabía que estábamos cerca y no aceptaría un precio superior a 50 rupias (0,75€), y menos aún cuando vi que solo había bike tuk-tuks en el cruce de calles al que íbamos (es decir, sin motor, una bici con 3 ruedas en la que la parte trasera es un asiento para dos pasajeros; naturalmente son más baratos que los motorizados).

Nos acercamos al primer hombre, que no aceptó nuestras 50 rupias diciendo que había 5 kms. hasta nuestro hotel... ante semejante mentira me enfadé y no volví a escuchar sus réplicas diciendo que sí que aceptaba; empezaba a estar cansado de que me tomaran por idiota por tener la piel más pálida que ellos. Crucé la calle y preguntamos a un anciano, que no debió entender mi propuesta porque se ofreció a llevarnos por 20. Por supuesto acepté, le pregunté si tenía cambio antes de montar y me dijo que no (ésta es otra estrategia de allí, decir que no tienen cambio después de haberte dado el servicio para que por pena aceptes que se queden las vueltas), y conseguí en un puesto de fruta que me cambiaran el billete. Así que montamos y la India me dio una lección.

Muralla (naturalmente rosa) de Jaipur
Tras la primera pedalada de aquel señor, que por su aspecto en España llevaría años jubilado, se me encogió el corazón. La experiencia fue magnífica, sin casi tráfico, sin soportar apenas ruidos ni contaminando más aun Jaipur, aquel anciano de metro y medio nos enseñó cómo estaba en forma aún y movía no sin dificultades nuestros 150 kilos de peso. El viaje fue corto, pero al bajarme, yo que soy de poco llorar, estaba a punto de hacerlo... le di las gracias repetidas veces (nos sacó de un aprieto) y le di las 20 rupias acordadas y otras 30 hasta llegar a las 50 que estaba dispuesto a pagar. Le pedí hacerme una foto con él sobre la bici tuk-tuk (pensando que quizá fuera la única que iba a coger...), algo que aceptó sonriente, y luego le dije que en él se podía confiar y me respondió con otra sonrisa hasta un poco emocionado. En el país donde la picardía es norma y casi exigencia si se desea sobrevivir, queda gente noble que te toca el corazón.

Ya en nuestro precioso hotel, ducharse vuelve a ser una experiencia. En este caso no se mantiene solo el botón que regula por dónde sale el agua (si por el grifo o por el "teléfono" de la ducha), por lo que se necesita una mano que lo sujete para que salga por el teléfono... tras ayudarnos el uno al otro y el otro al uno, cenamos y a dormir.