martes, 30 de octubre de 2012

Romanticismo en el centro de Portugal: ¡BUÇACO!

Recuerdo que una vez leí un artículo de opinión en el que, resumiendo, entre otras cosas, se decía que "Portugal es Lisboa y el resto... paisaje". Era un artículo político, a tenor de las nuevas autopistas de peaje del norte del país (fenómeno que después se ha extendido al centro y al sur de Portugal también), pero me llevó a pensar sobre la errónea concepción que quizá algunos tengan a la hora de limitar el encanto de Portugal a su capital y a sus paisajes, como por ejemplo los que hay en la costa del Algarve.

Fachada principal del palacio de Buçaco
Durante los años que pasé viviendo en León tuve la oportunidad de visitar diversas zonas del norte y centro de Portugal que me quedaban cercanas, bastante ignoradas por la mayoría de españoles, y de admirar la cultura, los edificios, la comida y la amabilidad del país luso. Por ello he decidido empezar una pequeña serie de publicaciones con secretos de Portugal, dignos de ser descubiertos, y hoy voy a empezar por uno de mis favoritos por el romanticismo que emana: Buçaco.

Buçaco es el nombre de una pequeña sierra del centro de Portugal, dentro del término municipal de "Mealhada", junto al pueblo de "Luso", unos 30 kilómetros al norte de Coimbra. Parte de esta sierra fue vallada por una congregación religiosa, y en su interior plantaron árboles de todo tipo, muchos de ellos venidos de los confines más diversos de los dominios que Portugal abarcó en algún momento de su historia, de Brasil a Macao o Goa pasando por Angola. La zona fue protagonista durante la guerra contra las tropas napoleónicas, ya que allí se libró una batalla en la que Inglaterra fue aliada de los lusos.

Parte trasera del palacio de Buçaco, donde se aprecian los rasgos neomanuelinos y los azulejos
Posteriormente el convento sería eclipsado por un palacio, de principios del siglo XX, que fue construido como pabellón de caza para la familia real portuguesa, y que es el que podemos ver hoy. El magnífico edificio es de estilo neo-manuelino, versión moderna del característico estilo manuelino, genuinamente portugués, que se extendió a principios del s.XVI como interpretación nacional de los últimos coletazos del gótico. Con unos jardines frente a su fachada principal y un pequeño estanque con cisnes, es imposible no sacar fotos bonitas.

Con Portugal como república, el edificio es hoy un hotel de gran lujo difícilmente más portugués, excepto en sus precios (y seguramente en muchos de sus clientes). Azulejos blancos y azules decoran los otros lados del edificio, y a pesar de lo bonito del lugar mi recuerdo es de una gran paz porque apenas había otros viajeros.

Vista desde la colina más alta de la sierra de Buçaco

Si cogemos el coche podemos conducir hasta lo más alto del recinto cerrado, una colina a unos 550 metros de altura desde donde en días claros se puede ver hasta el océano, situado a unos 50 kilómetros del lugar. También podemos visitar diversos rincones del bosque en los que se muestra su naturaleza exótica, con rincones curiosos como la Fonte Fría (Fuente fría), un curso artificial de agua que corre paralelo a una escalera.

El conjunto es maravilloso, y no creo que decepcione a ninguno de sus visitantes.

Fuente Fría


CONSEJOS ÚTILES PARA LA VISITA


Me temo que Buçaco no es visitable sin coche, debido a que no se encuentra a una distancia muy prudente de ningún núcleo de población para ir a pie desde él, y a que en todo caso, habría que ir mucho cuesta arriba. Para recorrer cómodamente el bosque también se necesita un coche si no queremos pasarnos el día andando con buenos desniveles.

Para entrar al bosque de Buçaco se pedirá una pequeña cantidad de dinero por coche, una especie de peaje, que no recuerdo de cuánto dinero era pero se trataba de algo más bien simbólico.

Otra vista de la fachada principal del palacio de Buçaco

lunes, 22 de octubre de 2012

Capital con nombre de mujer: SOFÍA

INTRODUCCIÓN E HISTORIA


Alguna vez he oído decir que si visitar Lisboa es ir a la capital de la "saudade", esa extraña melancolía que en castellano llamaríamos "añoranza" o directamente usando la palabra gallega "morriña". Y si en verdad, la atractiva decadencia que se percibe al visitar la capital portuguesa (o su rival, Oporto) es digna de mención, se queda lejos, al menos para mí, de lo que he sentido al visitar algunas ciudades de Europa Oriental, especialmente la ciudad de la que voy a pasar a hablar, porque no solo se percibe en las calles, sino también las miradas de sus habitantes, en ocasiones tristes, y muchas veces perdidas.

Catedral de Alexander Nevsky (Alejandro Nevsky), imponente símbolo de Sofía

Sofía, capital de Bulgaria, es una ciudad con una población de 1.300.000 habitantes, que me pareció sorprendentemente tranquila para su tamaño. Es la capital incontestable del país en casi cualquier aspecto, a pesar de su posición descentrada en el mismo, situada muy al oeste, cercana a la frontera de países como Serbia o Macedonia, y a pesar de su peculiar ubicación tan cercana a la alta montaña. Esta situación le hace tener un clima bastante continental, con inviernos ciertamente fríos, debido a esa lejanía al mar, a su situación a 550 metros de altura y a una latitud, que es más alta de lo que parece, similar por ejemplo, a la de la ciudad de León (España). Lo de la ubicación tan cercana a la alta montaña lo digo porque tiene justo al lado el macizo balcánico del monte Vitosha, que culmina en el pico homónimo, a casi 2300 metros de altura, con categoría de parque natural y que actúa de facto casi como un parque más de la ciudad. El monte es visible desde cualquier punto de la ciudad, y es un rasgo característico de su imagen aérea o "skyline". Además parece ser de fácil visita en transporte público, aunque yo no tuve de tiempo de conocerlo y no os puedo dar detalles.

Sofía es la capital de Bulgaria solo desde 1879, debido a que el país estuvo absorbido con anterioridad durante siglos por el imperio otomano. En la guerra de la independencia de Bulgaria intervino decisivamente Rusia a favor de la misma, lo que quizá explique que exista en el país, todavía hoy, un cierto sentimiento "rusófilo", que se muestra al ver la ciudad, en edificios del periodo comunista o anteriores, así como en aspectos diplomáticos o culturales. No obstante, Bulgaria es miembro de la Unión Europea desde 2007, figurando entre los países más pobres de la misma.

Sveti Sedmochislenici, iglesia búlgara típica construida tras la independencia
Debido a su relativa reciente capitalidad, la ciudad no acumula una cantidad ingente de grandes monumentos, aunque puede resultar muy interesante debido a su exotismo comparado con Europa Occidental, al hecho de ser un muestrario de ciudad ex-comunista y a una lista de edificios ciertamente notables. Al margen de eso, otra buena noticia es que el bolsillo no sufrirá, ya que la ciudad es una de las capitales europeas más baratas, siendo el lev (equivalente a 0,5€ cuando visité la ciudad) la moneda oficial.

Sofía se disfruta ya desde antes de tocar tierra. ¿Cómo? Porque la ubicación del aeropuerto, al este de la ciudad y extrañamente cercano a ésta, hace que llegando desde España se sobrevuele toda la ciudad a poca altura antes de tocar tierra. No recuerdo a qué lado fue (diría que al derecho), pero la visión de la ciudad iluminada desde mi asiento del avión es todavía hoy la mejor vista aérea de una ciudad que haya tenido nunca desde una aeronave, fue espectacular. Una vez abajo, en el minúsculo aeropuerto, más comparable a una estación de autobuses española que a uno de nuestros aeropuertos (aunque parece que se está ampliando), os ofrecerán un servicio recomendable de "taxi compartido", que ofrecen empresas privadas, y que os puede dejar en el hotel o albergue que hayáis elegido para dormir por muy poco dinero. Coger un taxi para vosotros solos es más caro (a mí además me estafaron al hacerlo) aunque todavía asequible, y desde luego que no recomiendo en ningún caso coger un taxi ilegal, regentados por particulares para sacarse un sobresueldo, que quizá también os ofrezcan.

Teatro nacional Ivan Vazov

VISITA DE SOFÍA


Una vez llegados a la ciudad, se hace casi irrenunciable empezar la visita por el icono de Sofía, la catedral de Alexander Nevski. Este gran edificio, cuyo nombre muestra esa "rusofilia" citada anteriormente, se hizo en honor a los rusos caídos en la guerra de independencia búlgara. Su estilo es neobizantino, y sus grandes dimensiones la hacen ser el edificio ortodoxo más grande de la península balcánica, solamente tras la inacabada catedral de San Sava en Belgrado. Su interior, como buena iglesia ortodoxa, tiene grandes iconos y me sorprendió por ser bastante oscura. En su exterior no faltan las cúpulas redondas o semirredondas típicas del arte bizantino, de colores verduzco y dorado, que además pueden ser bien admiradas debido a su situación en una gran plaza, alejada de otros edificios en todos los puntos cardinales. Aunque la plaza no está peatonalizada, al menos cuando yo la visité (un fin de semana), tenía muy poco tráfico.

Aunque viendo el aspecto de su gente se intuya que hoy es una ciudad de emigrantes más que una ciudad que reciba inmigración (algo extensible a toda Bulgaria), en otras épocas ha sido un lugar más cosmopolita, absorbiendo culturas y religiones diversas. Esto queda patente, por ejemplo, al ver cómo se conservan (y se pueden visitar) aparte de las tradicionales iglesias ortodoxas búlgaras, una iglesia ortodoxa rusa, una sinagoga y una mezquita, testigos de tiempos pasados:

Mezquita de los Baños, o "Banya Shadi"
- Mezquita de los Baños: esta mezquita es un claro testigo de la dominación otomana que vivió el país durante siglos, que sin embargo no ha provocado que el islam haya sobrevivido como religión mayoritaria como lo ha hecho en otros países como Bosnia-Herzegovina o Albania. Fue mi primera mezquita a visitar si no cuento la de Córdoba, y por eso me llamó la atención, pero es modesta al lado de la mayoría de mezquitas de la no lejana Estambul. No está desacralizada, así que se exigirá ir correctamente vestido y quitarse el calzado a la entrada (diría que también cubrirse el cabello para las mujeres). La entrada es gratuita.
- Sinagoga de Sofía: muy cerca de la mezquita anterior se encuentra esta hermosa sinagoga, la más grande de los Balcanes, que puede servir como escaparate al judaísmo, cuya huella ha sido casi erradicada en España y que sobrevivió varios siglos más tarde en el resto de Europa. Si la memoria no me falla, la visita es gratuita, y solo se pedirá amablemente que los hombres se pongan la "kipá" (sombrero judío, parecido al sombrero de un papa) para acceder, porque tampoco es un edificio desacralizado. Merecen la pena tanto el exterior como el interior de este edificio de principios del siglo XX.

Sinagoga de Sofía
- Iglesia rusa de Sofía: esta modesta iglesia rusa muestra de nuevo los vínculos entre ambos países. Como pasaba con la mezquita, está lejos del esplendor de las iglesias rusas en Rusia, pero es un bonito ejemplar que llama la atención de los que no estén acostumbrados a los templos rusos. Se encontraba cerrada cuando nos acercamos.
- Entre ellos, como para no olvidar dónde estamos, se ha ubicado una escultura, negra y con ligeros toques dorados, que representa a la diosa de la sabiduría, Sofía, y de la que le viene a la ciudad el nombre.

Escultura de la diosa de la sabiduría, Sofía
La visita puede continuar por otros templos más típicamente búlgaros como "Sveta Nedelya" ("sveta" y "sveti" significan "santa" y "santo" respectivamente), donde nosotros tuvimos la oportunidad de ver, sin querer, un bautizo ortodoxo (en el que se corta el pelo a la criatura), o la iglesia "Sveti Sedmochislenici", donde la gente hacía cola con sus ramos para asistir a la misa de domingo de ramos, en la que permanecerían de pie, porque las iglesias ortodoxas no tienen bancos para sentarse en Bulgaria.
Más histórica aunque quizá menos fotogénica puede resultar la iglesia de San Jorge, cuyos inicios datan de entre los siglos IV y VI, siendo una de las iglesias más antiguas de los Balcanes.
Otra iglesia histórica, que no pude visitar, es la de Boyana, a las afueras de la ciudad, junto al Vitosha, declarada patrimonio de la humanidad por la UNESCO, con logrados frescos.

Volvemos a la modernidad para hablar de otro de mis edificios favoritos en Sofía, el teatro nacional "Ivan Vazov", de estilo neoclásico y vivos colores. Para no perdérselo, con su fachada principal mirando hacia unos agradables jardines donde, si el tiempo acompaña, se puede tomar un refresco en la terraza. O el palacio nacional de la cultura, una suerte de palacio de congresos inaugurado en 1981, muy bien presentado con unos amplios jardines en su fachada principal.

Cambio de guardia frente al palacio presidencial

Si nos acercamos al palacio presidencial, podremos ver, a las horas en punto, el cambio de guardia. Los guardias, ataviados con vivos colores, dan un pequeño paseo con cierta "pompa" para la cantidad de espectadores que suelen verlo, ya que al no ser Sofía muy visitada y al hacerse con mucha frecuencia el cambio, lo vimos prácticamente solos. Lo cual no quiere decir que no me gustara, más bien al contrario :)

Finalizo ya la visita diciendo que Sofía es un buen lugar para ver edificios y esculturas heredados del periodo comunista. Al lado del palacio presidencial tenemos el parlamento, muy característico, y en las cercanías de la asamblea nacional, junto a la catedral de Alexander Nevsky (Alejandro Nevsky si nos empeñamos en traducir), se encuentran varias esculturas que muestran cómo el régimen utilizaba la escultura como propaganda durante la época.

Escultura comunista, con las cúpulas doradas de la catedral de Alejandro Nevsky al fondo

CONSEJOS PARA VISITAR SOFÍA


Aparte de la temperatura, de la que hablé antes, un aviso a navegantes: en Sofía el búlgaro es el único idioma oficial, y este idioma se escribe únicamente en alfabeto cirílico, el mismo alfabeto que se usa en ruso, entre otros idiomas. No vayáis con la esperanza de que las letras estarán traducidas a alfabeto latino, el nuestro, porque no es así. En mi caso, no tuve problemas para, en muy poco tiempo, aprender a hacer la traducción directa letra a letra, para manejarme con el plano (recordar las lecciones de matemáticas puede ayudar, ya que las letras que no se parecen a nuestro alfabeto se parecen al griego), porque no hay otra opción.

Sofía debe tener metro, aunque no lo usé, y ni siquiera lo vi. A cambio, sí usé el tranvía, que me recordó por momentos a Lisboa aunque era aún más viejo, y que es muy práctico porque comunica la estación de tren con Sveta Nedelya y la avenida Vitosha, una de las principales calles comerciales de la ciudad. Cuando os bajéis del tranvía, tened cuidado, porque no hay parada al estilo de Europa Occidental y en ocasiones os salís del tranvía yendo a parar al carril por donde circulan los coches, que aunque suelen parar con mucha educación, es algo con lo que más vale prevenir.

Perro callejero en Sofía, muy frecuentes en la ciudad
Cuando yo la visité, Sofía tenía una gran población de perros abandonados, que pueden producir, según la persona, desde pavor hasta pena. No debe ser algo puntual, ya que años antes un amigo fue por allí y comentó lo mismo. Mi experiencia me dice que son inofensivos, yo diría que no hay por qué temer, pero si a alguien le dan miedo que lo sepa antes de ir.

jueves, 18 de octubre de 2012

Esplendor otoñal: el FAEDO de Ciñera

Las fechas en las que nos encontramos, ahora que vemos cómo la noche va ganando terreno al día, el frío al calor, y se van cayendo las hojas de muchos árboles, pueden ser, sin embargo, las mejores para admirar algunos bosques que muestran una maravillosa paleta de colores, del verde al marrón pasando por todo tipo de amarillos o rojizos.

El "Faedo" de Ciñera, un 6 de noviembre
Uno de los mejores sitios que recuerdo para admirar ese colorido otoñal lo tenía muy cerquita de casa, y tuve oportunidad de descubrirlo; es el Faedo de Ciñera de Gordón (León). Este pueblo, recientemente presente en las noticias por los enfrentamientos entre policías y mineros que reivindicaban sus derechos laborales, esconde un secreto bien guardado a poca distancia de las últimas casas del pueblo; un pequeño hayedo magníficamente conservado, cuyos árboles tienen formas inverosímiles en algunos casos, y que se llena de color en otoño, aunque la visita resulta interesante en otras épocas del año también.

¿CÓMO LLEGAR?


Ciñera de Gordón está ubicado en la montaña central leonesa, y es uno de los muchos pueblos por los que hay que pasar para ir de León a Oviedo si no cogemos la autopista y nos vamos por la N-630. Se encuentra a unos 40 kms. de la capital leonesa.

La ruta que nos lleva hasta el Faedo comienza en el mismo pueblo, donde no resulta nada complicado encontrar aparcamiento si llegamos en coche (Ciñera es accesible en autobús desde León, con numerosos servicios diarios, y en tren se puede llegar al mismo pueblo o a la cercana localidad de Santa Lucía de Gordón, 2 kms. antes). Desde ahí la ruta comienza subiendo por una calle que nos lleva hasta el polideportivo del pueblo, que dejamos a mano izquierda, para poco después dejar también a mano izquierda el cementerio (se recomienda preguntar por estos edificios en caso de tener dudas), a partir de donde la calle se convierte en pista forestal. Se puede llegar en coche hasta el cementerio.

Bocamina en desuso en el camino de Ciñera al Faedo
Durante nuestra ruta hasta el Faedo, nos encontraremos con una bocamina ya en desuso. Poco después, en una desviación de caminos elegiremos el de la izquierda, dejando a mano derecha un camino que asciende rápidamente (creo que este cruce está convenientemente indicado). Sin pérdida seguiremos ese camino, dejando a mano derecha, minutos más tarde, un área recreativa muy apetecible para comer de pic-nic en verano. Ya tendremos a tiro de piedra el Faedo.

Resulta sorprendente ver cómo la luz apenas puede traspasar la espesura de este bosque cuando los árboles tienen hojas, cómo el manto de hojas caídas cubre el suelo todo el año, así como las formas caprichosas de los árboles, o el suave murmullo del arroyo que lo recorre la mayor parte del año. Es difícil explicarlo con palabras, lo mejor es ir a verlo allí, y si no es posible, echar mano de las fotos que aquí os subo.

Acabado el pequeño hayedo, nos encontramos con unas pequeñas hoces que se pueden recorrer de forma segura, gracias a la pasarela instalada a tal efecto.

Hoces a la salida del Faedo
 Una vez acabadas las hoces terminó la ruta para mí.

¿CUÁNDO IR?


Mi visita otoñal fue un 6 de noviembre, fecha en la que, como se puede apreciar en las fotos, apenas quedaban hojas a los árboles. Recomendaría ir en rango entre esta fecha y un par de semanas antes, cuando la paleta de colores abarque un tono amarillento que yo me perdí, aunque me imagino que la llegada del otoño a este bosque no coincidirá todos los años en las mismas fechas.

Faedo de Ciñera
Otras personas que lo han visitado en primavera e invierno también lo recomiendan, por el potente verde en el primer caso y por el blanco que con un poco de suerte te puedes encontrar en el segundo. Yo volví una segunda vez en verano, y el resultado fue un poco decepcionante, especialmente porque el arroyo venía seco y eso, a mi juicio, restaba interés al conjunto.

Como es lógico, se recomienda ir preparado de acuerdo a cada época del año. Un hayedo suele ser un lugar sombrío, fresco cuando no frío, y en el que reina una gran humedad.

Otra instantánea más del arroyo que preside el Faedo

lunes, 8 de octubre de 2012

Mezquita de Hassan II, Casablanca

Mezquita Hassan II de Casablanca, parcialmente sobre el agua
No voy a engañar a nadie, Casablanca no es mi ciudad favorita. Es posible que a los marroquíes les guste mucho, porque para ellos estar en esta ciudad es como estar en un pedacito de Europa sin salir de su país, pero para mí, que iba buscando historia, cultura, tradición... no fue el destino más destacado de mi escapada a Marruecos. No obstante, si tu avión sale o llega de Casablanca y tienes tiempo, quedarse una noche a dormir allí puede ser recomendable si quieres ver ese lado más moderno y europeo de Marruecos, y especialmente si quieres descubrir la grandiosidad de una de las pocas mezquitas marroquíes en las que los no musulmanes pueden entrar: la mezquita Hassan II.

El aspecto moderno de Casablanca, la ciudad más poblada del país y su principal motor económico, se revela nada más llegar a la ciudad. Los edificios son altos, las calles son anchas y las chicas llevan en mayor número tacones que velo para cubrirse el cabello. Cogiendo un plano de la ciudad, comprendemos también que Casablanca (llamada "Casa" de forma coloquial) es el resultado del crecimiento producido durante el protectorado francés del s. XX, ya que con anterioridad solo existía la medina, y su tamaño es muy pequeño, tanto comparado con la zona moderna, como con las medinas de ciudades históricas como Fez o Marrakech.

Mezquita de Hassan II
No obstante, acercarse a la gran mezquita de Hassan II nos recuerda que seguimos en Marruecos. Situada junto al mar, esta mezquita, sorprende por numerosos motivos. Para empezar, su ubicación, ya no en primera línea costera, sino incluso sobre el agua, se debe a unos versos del corán en los que se inspiró el monarca que ordenó su construcción (y que dio su nombre a la mezquita) que dicen que "el trono de Dios se halla sobre el agua", por lo que dos terceras partes del templo así se encuentran. En segundo lugar, su minarete, con 210 metros de altura, es el más alto del mundo y puede ser visto desde varios kilómetros a la redonda. Sus dimensiones en superficie no se quedan atrás, y provocan que este templo, dependiendo de las fuentes que lo digan, sea colocado como el segundo, tercero o cuarto mayor del mundo musulmán, siempre por detrás, al menos, de la gran mezquita de la Meca (hacia la que, como es natural, está orientado). Por último, si se visita su interior, dentro de él nos llevaremos sorpresas que van más allá de su vasto espacio para el rezo (25000 personas solo dentro del edificio), como por ejemplo el lujo de sus materiales, en su mayoría marroquíes, entre los que abunda el mármol. También destaca por el uso de la más alta tecnología, con suelo calefactado, puertas eléctricas y un techo que puede abrirse de forma automática. Cuenta con una escuela coránica, parking subterráneo y un hammam, aparte de con una generosa plaza exterior para poder disfrutar y fotografiar el edificio, y para que los fieles recen fuera si se considera oportuno.

Interior de la mezquita Hassan II
De una hora de duración, la visita guiada, disponible al menos en francés, inglés, español y alemán, no es barata. Su precio era de 11€ (120 dirhams) a principios de 2010, cuando yo fui, pero a mí me pareció un dinero bien empleado, especialmente por lo especial que es el lugar, y por la exclusividad de ver una mezquita marroquí por dentro, aunque me imagino que tenga poco que ver con el resto de mezquitas del país.

El coste de la visita se justifica también por el precio que costó el edificio, que fue de algo más de 500 millones de euros, costeados en su mayor parte con dinero público. Fuente de orgullo para algunos, ese precio no se justifica para muchos, teniendo en cuenta la pobreza en la que viven muchos marroquíes y las muchas otras formas mejores en las que se podría haber invertido.  No acaba la polémica con el alto precio del edificio, porque para realizarse se desalojó a muchas personas del barrio (muy modesto, como muestra la foto bajo este párrafo) que vivían en la zona, sin ningún tipo de indemnización. De todas formas, creo que ha cumplido dos de los objetivos de su creador: situar la mayor ciudad del país en un mapa turístico en el que antes no aparecía, y dejar su nombre en un edificio de gigantescas proporciones, digno de cualquier megalómano.

La mezquita se ubica en un modesto barrio de Casablanca
Diré que el hotel en el que dormí se llama "Hotel Central", y se encuentra muy bien ubicado entre el mar (a la altura del puerto) y la medina, justo donde empieza ésta. Está también muy cerca de la estación de tren "Casa-Port", lo que tampoco resulta muy útil puesto que casi todos los trenes van solamente a "Casa-Voyageurs". Desde el hotel bastan unos 15 minutos a pie para llegar a la gran mezquita. Por internet le dan críticas desde bastante buenas a todo lo contrario. Yo diría que fue un sitio bastante correcto por el precio que pagamos (algo menos de 40€ la habitación doble, pero Casablanca es quizá la ciudad más cara del país), suficientemente limpio y con un amable recepcionista.

A pesar de su tamaño, mayor que el de cualquier ciudad española, con más de 4 millones de personas, "Casa" no tiene metro, por lo que el taxi es la mejor forma de desplazamiento por la ciudad. Recuerden acordar el precio antes, regateando, por supuesto :)

Con toda esta información será más fácil disfrutar de Casablanca, aunque solo sea como ciudad de paso.

Hammam de la mezquita Hassan II

lunes, 1 de octubre de 2012

Viaje a la India, día 8: Jodhpur (la ciudad azul, a solas)

Fuerte de Mehrangarh sobre el azulado conjunto de casas de Jodhpur
Tras una semana en la India, aquel día nos enfrentábamos a un nuevo reto: pasar todo el día sin la inestimable ayuda de Noor, nuestro chófer. El día anterior nos dijo que Jodhpur era la ciudad en la que vivían sus padres y dejó caer la posibilidad de que le dejáramos descansar y disfrutar de su familia, algo que finalmente le "exigimos" hacer. Pensé que lo mínimo que un ser humano necesita descansar del trabajo es un día a la semana, y aunque allí estén acostumbrados a no hacerlo, mi idea era tratarle de forma digna como trabajador que es... así que quedamos en que durante todo el día no nos veríamos. Coincidiendo con la amenaza que nos hicieron el día anterior y que no le pudimos contar, la verdad es que al principio le eché bastante de menos.

Tras un generoso y rico desayuno en el hotel, presidido por las manchas de manteles y trajes de los camareros (el "Ariel" no existe en la India, y eso se deja notar incluso en un hotel de presupuesto medio como aquél), nos encaminamos a visitar Jodhpur. El plano que había comprado el día anterior era una mierda y no detallaba mejor las calles que el de Lonely Planet, y la primera sorpresa llegó nada más salir del hotel... una calle inundada (ver última foto) por la que apenas se podía cruzar... teniendo en cuenta que allí podía llevar semanas sin llover, mejor no pensar de dónde venía ese agua color marrón... tras "vadear" la calle, comprobé que tras un cuarto de hora mi sentido de la orientación no me falló y llegamos rápido a nuestro primer destino: el "Jashwan Thada".

Jaswant Thada a contraluz, con toda la magia de oriente
El "Jashwan Thada" es un ejemplo más de cenotafio de mármol blanco típico de la India. Para nosotros era el primero de ese tamaño, y lo visitamos prácticamente solos, por lo que mi recuerdo del lugar es magnífico. Entre otras muchas fotos, me gusta especialmente una que saqué a Steffi a contraluz, que parece sacado de un relato de estos que han llenado de misticismo a Oriente para todo occidental.

Aparte del edificio en sí, el lugar resulta fascinante por las inconmensurables vistas que ofrece del fuerte de Mehrangarh, que preside Jodhpur y que es su principal monumento. A la salida del Jashwan Thada intentamos buscar un lugar para hacer una foto con ambos sitios a la vez, tal y como habíamos visto que hacía la revista de National Geographic cuando estuvo en la ciudad, pero no encontramos la forma de hacerlo.

Fuerte de Mehrangarh, presidiendo Jodhpur, visto desde el Jaswant Thada
Posteriormente nos acercamos al fuerte andando, por una carreterilla estrecha, por supuesto sin aceras, y que tiraba hacia arriba. Numerosos tuk-tuks se pararon ofreciéndonos sus servicios pero ya nos íbamos acostumbrando a ignorarlos. Llegados al fuerte, el ambiente "turístico" regresó, algo desaparecido hasta ese momento.

El fuerte de Mehrangarh es uno de los platos fuertes de una visita a Rajastán. No es precisamente el más bonito en sí, con sus murallas altas y toscas, pero su ubicación, en una escarpada colina que actualmente está casi por completo rodeada de viviendas de la ciudad, hace que impresione tanto en foto como en vivo. Tampoco resulta indiferente que el color de la piedra del fuerte y de la colina se aproximen bastante, lo que parece hacer creer que colina y fortaleza se funden en una sola cosa. La diferencia de altura entre el fuerte y las viviendas hace que las vistas desde el fuerte hacia las casas impresionen y que el fuerte sea visible desde cualquier punto de la ciudad y desde varios kilómetros de distancia. No hay que olvidar que, si bien las fortalezas, de altos muros, perdieron buena parte de su interés defensivo en España en el s. XVI aproximadamente, en la India, por una evolución militar más tardía y por las guerras entre territorios relativamente pequeños, estos fuertes han sido útiles hasta bien entrado el s. XIX. Aunque, en general, poco pudieron hacer cuando el imperio británico llegó por allí...

Interior del palacio central del fuerte de Mehrangarh
La visita al fuerte fue genial. Traspasados los enormes y austeros muros exteriores, los palacios interiores muestran un aspecto donde ya se le deja algo de espacio a la decoración. El fuerte nos recuerda al de Bikaner (salvo porque éste estaba en un llano), con un palacio central presidiendo el recinto, pero generoso en espacios abiertos dentro de las murallas. Disfrutamos de las vistas, cuya parte más especial es la que da al barrio de los "brahmas", la casta más elevada, que se asociaba con el color azul (de ahí que sus casas sean de ese color). Con el tiempo, se permitió a cualquier habitante de la ciudad pintar de ese color su vivienda, y aunque en muchos casos eso ocurre, el color no es tan homogéneo como el dorado que preside Jaisalmer.

Durante la visita seguimos sin pasar desapercibidos. Steffi se hizo fotos con unos niños, otros nos sonreían y el resto se reían al vernos (por supuesto, sin malicia) o nos miraban sin el menor disimulo. Los turistas de este fuerte, a pesar de su belleza, eran en mayor número nacionales que extranjeros. El motivo puede deberse a que Jodhpur es un sitio "de paso" en muchas estancias en Rajastán. Y es que en muchas rutas se pasaba solo una noche en Jodhpur, lo que impide visitar correctamente la ciudad... si bien tres quizá sean demasiadas (son las que pasamos nosotros), sí que recomiendo como mínimo pasar dos, para tener un día entero para conocer una ciudad que, aunque contaminada, merece mucho la pena.

Jaswant Thada
Bajamos del fuerte, con algo de hambre, y decidimos probar por otro camino que, cuesta abajo, iba más directo a la ciudad. Llegamos a un pequeño negocio familiar, prácticamente el primer edificio con el que te encuentras desde que dejas atrás el fuerte, una suerte de pequeña pensión y restaurante. Subimos a la planta de arriba y nos deleitamos con las todavía bonitas vistas que ofrecía de la ciudad, por lo que no dudamos en quedarnos a comer allí. Incluso aunque tuviera como reclamo fotos de pizzas y hamburguesas que, con una sonrisa, el camarero, con más aspecto europeo que indio a pesar de llevar turbante, nos dice no tener. Comimos un arroz cachemir (amarillo como el de una paella, pero con fruta y frutos secos), unos noodles (una especie de espaguetis), unas crêpes que a Steffi le recordaron a sus raíces y unos lassis (yogures líquidos y fríos), cojonudos para bajarle los humos a la comida picante. Por solo 8€, ambos comimos quizá en el mejor sitio hasta el momento en la India ("Hill view" es el nombre del sitio).

No nos costó mucho tampoco volver a la torre del reloj una vez dejado el restaurante, y nos decidimos a ver los jardines Umaid. Pero pasear por esa zona sin aceras, masificada de gente y vehículos, tengan 2 ó 4 ruedas, no es precisamente nada que se parezca a un "plácido" paseo para bajar la comida. Cuando llegamos junto al parque, vimos que no había nada cercano que se le pareciera a una puerta, y ya cansados decidimos que nos dábamos la vuelta y que, tras una intensísima semana, nos merecíamos un descanso.

Calle inundada cercana a nuestro hotel
Llegados al hotel descubrimos que no había electricidad y que nos habían quitado unas de las 3 colchas que teníamos (y que habíamos usado). Lo primero se arregló pulsando un interruptor que había fuera de la habitación. Sí, en India, un gracioso puede quitarte la electricidad de la habitación gracias a un interruptor ubicado fuera de la misma. Yo tampoco lo entiendo. Lo segundo, lo arreglamos bajando a recepción (y sin necesidad de propina :P). Me fui a dormir pensando en las tiendas que vimos en la ciudad, que acostumbran a desplegar sus productos fuera de las mismas y tienen tantas cosas que cuesta creer que quepan todas dentro en algún momento (quizá estén siempre abiertas... :D)