martes, 16 de abril de 2013

Viaje a la India, día 16-2: Fatehpur Sikri y llegada a Agra; el batido con sabor a Taj Mahal

HACIA FATEHPUR SIKRI, POR UNA "AUTOVÍA" INDIA


Tras la visita a Galta, nos pusimos rumbo a Fatehpur Sikri, no sin antes sortear la gran cantidad de basura que había al lado de donde Datar dejó el coche aparcado.

Vista del Taj Mahal desde la terraza con vistas de un bar, en el barrio de Taj Ganj. Delante del Taj se aprecia una de sus puertas

El camino se me hizo largo hasta allí. Y a pesar de ir por una "autovía" india... cosa que pongo entrecomillada porque era una moderna y ancha carretera con 3 carriles por sentido pero con cruces a nivel, pasos de cebra, vehículos por la calzada opuesta (para evitar dar el rodeo de circular por la calzada que debían), tractores, pueblos, bicis... que provocaron que nuestra media de velocidad no fuera de más de 60 km/h., superior aún así a la media normal allí :)

FATEHPUR SIKRI


Llegamos a Fatehpur Sikri, en donde el coche nos deja en la parte de abajo, y para subir nos dicen que tenemos que coger (y pagar, claro) un bus eléctrico que nos suba al recinto monumental; pero esto es la India, y nada es ecológico, así que el llamado "bus eléctrico" era de gasoil :)

Uno de los palacios de la ciudad abandona de Fatehpur Sikri
Fatehpur Sikri es una ciudad abandonada de estilo mogol, un interesante contraste tras dos semanas viendo monumentos rajastaníes, que fue capital de su imperio durante 14 años (1571-1585), aunque apenas se vivió allí aparte de esos pocos años de "reinado". El motivo de su fundación fue la predicción que un santo sufí le acertó al emperador Akbar (le dijo que iba a tener un hijo), lo cual animó al mismo a ordenar la construcción de esta pomposa ciudad para la época, con una gigantesca mezquita, todavía en uso, y tres palacios, uno para cada una de sus tres esposas: una hindú, una musulmana y otra cristiana. Pero como las "cagadas urbanísticas" no son patrimonio exclusivo ni de España ni de la era contemporánea, esta ciudad quedó abandonada al poco de morir Akbar, por el "pequeño detalle" de haber sido construida en un lugar sin agua.

Imponente puerta de la mezquita de Fatehpur Sikri, de estilo hindo persa
Sin embargo, se encuentra perfectamente conservada, y como otros muchos monumentos mogoles, hoy es patrimonio de la humanidad por la UNESCO. Aunque he de reconocer que al complejo palaciego no le acabé de sacar el encanto, quizá por no haberlo visitado con guía (especialmente insistentes allí, por cierto), eso se compensó con la mezquita Jama Masjid. Este edificio, acabado en 1571, se encuentra en lo alto de una pequeña colina y se accede a él por alguna de sus monumentales puertas, de estilo indo-persa, hechas de piedra rojiza. Era nuestra primera mezquita en la India, y allí descubrimos que las mezquitas indias, al menos las más conocidas (ésta, la del Taj Mahal en Agra y la de Delhi) no tienen ni una sola estancia cubierta... el lugar para rezar es el gran patio central y solamente la parte más cercana al mihrab (parte existente en toda mezquita, que marca la dirección a la Meca) y minbar (lugar en alto donde el imán dirige las oraciones) están bajo techo. No me preguntéis cómo rezan los musulmanes en verano, con 45ºC, o en la época monzónica, con abundantes lluvias a diario... dentro del patio se encuentra la tumba del santo que predijo la paternidad de Akbar, de mármol blanco, y que todavía hoy es utilizado por muchas personas que buscan, y piden, tener descendencia. Como buena mezquita, hay que quitarse el calzado, aunque solo entres a un patio, pero es posible guardarlo en la mochila si no te fías de los guardazapatos (por allí pasa demasiada gente y no creo que fuera difícil robar unas zapatillas, así que yo me lo guardé).

"Interior" de la mezquita de Fatehpur Sikri, lo que viene siendo un enorme patio

AGRA


Llegamos a las 17 horas tras solo 40 kms. de distancia, y parecía que Datar pensaba dejarnos en el modesto albergue que reservamos allí sin más, alegando que ya no veríamos nada porque se estaba haciendo de noche (a las 17:30 nos dijo). Pero no nos resignamos, queríamos ver ya el Taj, con el sol cayendo. Al final acordamos que nos acercara al Taj Ganj, el barrio que se hizo junto al mausoleo para alojar a los que trabajaron construyéndolo (se dice que unas 20.000 personas), y que volveríamos sin su ayuda para dejarle dormir, ya que al día siguiente pensábamos madrugar para ver el amanecer en el famoso mausoleo blanco.

Y así fue como nos movimos andando por ese barrio de pequeñas calles y casas hasta llegar a una de las puertas del complejo del Taj. Solo había que buscar una terraza con vistas del mismo, y cuando lo intentamos por primera vez en un bar, vimos como un árbol del complejo tapaba justamente el mausoleo... no nos cortamos y nos fuimos, a lo que los camareros respondieron con una cara de resignación pero tampoco les sorprendió... ¡¡cuánto dinero habrán dejado de ganar en ese local por un maldito árbol!!
El segundo intento fue mejor, el mismo árbol solo tapaba un minarete. Así que allí estábamos... en una terraza del Taj Ganj con vistas al Taj Mahal, viendo el atardecer con este maravilloso edificio, ligeramente entre la niebla. Nos sentamos en una mesa en la segunda fila, pero cuando se fueron los chinos que teníamos delante no lo dudamos y cambiamos de mesa, para ver el mausoleo de mármol sin cabezas delante. Fue maravilloso, de estas cosas que te hacen creer que todo esfuerzo, ya sea económico, físico o psicológico merece la pena si a cambio puedes ver un lugar así.

Llegando al Taj, era emocionante ver estos letreros
Nos volvimos a cambiar de mesa porque la nuestra estaba reservada para cenar, pero no nos fuimos del bar esperando algo que no ha ocurrido nunca ni iba a ocurrir esa noche: ver el Taj con iluminación nocturna. Tras un rato a oscuras se me ocurrió preguntar al camarero, y éste me lo confirmó. Resulta sorprendente saber que edificios de fama mucho menor que el Taj sean iluminados en la India, pero no su edificio estrella... de lo malo malo, disfrutamos del atardecer de lo lindo, se hizo de noche una hora después de lo que nos había dicho Datar.

Nos bajamos de la terraza y volvimos al caos del Taj Ganj, dispuestos a coger nuestro primer tuk-tuk (con permiso del bike tuk-tuk de Jaipur) en la India. Por solo 50 rupias (0,8€), el tercer hombre al que preguntamos nos dejó enseguida en nuestro albergue, a lo que respondimos dándole algo más de propina. Debe haber falta de trabajo para este colectivo, porque nos preguntó que si íbamos a necesitar de sus servicios al día siguiente para volver al Taj, a lo que le dijimos que no.

Datar nos había recomendado mirar algo cerca del albergue para cenar, que había sitios, pero no vimos nada de nada, la zona parecía muy residencial, así que tras maldecir el malentendido o su poca información sobre Agra, accedimos a cenar en el albergue con un buffet libre que tenían... buffet libre que resultó ser solo arroz, bien picante además. El precio de la cena con buffet era de 350 rupias (5,30€) y esperaba que no nos cobrara tanto solo por arroz... pero no, nos aplicaron una oferta que tienen de regalarte arroz si lo pedías de 19 a 20 horas, y nos cobraron solamente la botella de agua, a pesar de que comimos a las 21:30. La India, tras más de dos semanas, seguía sorprendiéndonos.

Ya en la habitación, aquella noche teníamos que tratar de dormir a pesar de la emoción de saber que entraríamos al recinto del Taj al día siguiente, y de nuestro incómodo colchón, no más gordo que el cojín de cualquier sofá. Lo conseguimos pero solo en parte...

Escena callejera en Agra, que a pesar del turismo, no podía esconder ni la pobreza ni la superpoblación que comparte con el resto de ciudades indias

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