Fuerte de Mehrangarh sobre el azulado conjunto de casas de Jodhpur |
Tras una semana en la India, aquel día nos enfrentábamos a un nuevo reto: pasar todo el día sin la inestimable ayuda de Noor, nuestro chófer. El día anterior nos dijo que Jodhpur era la ciudad en la que vivían sus padres y dejó caer la posibilidad de que le dejáramos descansar y disfrutar de su familia, algo que finalmente le "exigimos" hacer. Pensé que lo mínimo que un ser humano necesita descansar del trabajo es un día a la semana, y aunque allí estén acostumbrados a no hacerlo, mi idea era tratarle de forma digna como trabajador que es... así que quedamos en que durante todo el día no nos veríamos. Coincidiendo con la amenaza que nos hicieron el día anterior y que no le pudimos contar, la verdad es que al principio le eché bastante de menos.
Tras un generoso y rico desayuno en el hotel, presidido por las manchas de manteles y trajes de los camareros (el "Ariel" no existe en la India, y eso se deja notar incluso en un hotel de presupuesto medio como aquél), nos encaminamos a visitar Jodhpur. El plano que había comprado el día anterior era una mierda y no detallaba mejor las calles que el de Lonely Planet, y la primera sorpresa llegó nada más salir del hotel... una calle inundada (ver última foto) por la que apenas se podía cruzar... teniendo en cuenta que allí podía llevar semanas sin llover, mejor no pensar de dónde venía ese agua color marrón... tras "vadear" la calle, comprobé que tras un cuarto de hora mi sentido de la orientación no me falló y llegamos rápido a nuestro primer destino: el "Jashwan Thada".
Jaswant Thada a contraluz, con toda la magia de oriente |
El "Jashwan Thada" es un ejemplo más de cenotafio de mármol blanco típico de la India. Para nosotros era el primero de ese tamaño, y lo visitamos prácticamente solos, por lo que mi recuerdo del lugar es magnífico. Entre otras muchas fotos, me gusta especialmente una que saqué a Steffi a contraluz, que parece sacado de un relato de estos que han llenado de misticismo a Oriente para todo occidental.
Aparte del edificio en sí, el lugar resulta fascinante por las inconmensurables vistas que ofrece del fuerte de Mehrangarh, que preside Jodhpur y que es su principal monumento. A la salida del Jashwan Thada intentamos buscar un lugar para hacer una foto con ambos sitios a la vez, tal y como habíamos visto que hacía la revista de National Geographic cuando estuvo en la ciudad, pero no encontramos la forma de hacerlo.
Fuerte de Mehrangarh, presidiendo Jodhpur, visto desde el Jaswant Thada |
Posteriormente nos acercamos al fuerte andando, por una carreterilla estrecha, por supuesto sin aceras, y que tiraba hacia arriba. Numerosos tuk-tuks se pararon ofreciéndonos sus servicios pero ya nos íbamos acostumbrando a ignorarlos. Llegados al fuerte, el ambiente "turístico" regresó, algo desaparecido hasta ese momento.
El fuerte de Mehrangarh es uno de los platos fuertes de una visita a Rajastán. No es precisamente el más bonito en sí, con sus murallas altas y toscas, pero su ubicación, en una escarpada colina que actualmente está casi por completo rodeada de viviendas de la ciudad, hace que impresione tanto en foto como en vivo. Tampoco resulta indiferente que el color de la piedra del fuerte y de la colina se aproximen bastante, lo que parece hacer creer que colina y fortaleza se funden en una sola cosa. La diferencia de altura entre el fuerte y las viviendas hace que las vistas desde el fuerte hacia las casas impresionen y que el fuerte sea visible desde cualquier punto de la ciudad y desde varios kilómetros de distancia. No hay que olvidar que, si bien las fortalezas, de altos muros, perdieron buena parte de su interés defensivo en España en el s. XVI aproximadamente, en la India, por una evolución militar más tardía y por las guerras entre territorios relativamente pequeños, estos fuertes han sido útiles hasta bien entrado el s. XIX. Aunque, en general, poco pudieron hacer cuando el imperio británico llegó por allí...
Interior del palacio central del fuerte de Mehrangarh |
La visita al fuerte fue genial. Traspasados los enormes y austeros muros exteriores, los palacios interiores muestran un aspecto donde ya se le deja algo de espacio a la decoración. El fuerte nos recuerda al de Bikaner (salvo porque éste estaba en un llano), con un palacio central presidiendo el recinto, pero generoso en espacios abiertos dentro de las murallas. Disfrutamos de las vistas, cuya parte más especial es la que da al barrio de los "brahmas", la casta más elevada, que se asociaba con el color azul (de ahí que sus casas sean de ese color). Con el tiempo, se permitió a cualquier habitante de la ciudad pintar de ese color su vivienda, y aunque en muchos casos eso ocurre, el color no es tan homogéneo como el dorado que preside Jaisalmer.
Durante la visita seguimos sin pasar desapercibidos. Steffi se hizo fotos con unos niños, otros nos sonreían y el resto se reían al vernos (por supuesto, sin malicia) o nos miraban sin el menor disimulo. Los turistas de este fuerte, a pesar de su belleza, eran en mayor número nacionales que extranjeros. El motivo puede deberse a que Jodhpur es un sitio "de paso" en muchas estancias en Rajastán. Y es que en muchas rutas se pasaba solo una noche en Jodhpur, lo que impide visitar correctamente la ciudad... si bien tres quizá sean demasiadas (son las que pasamos nosotros), sí que recomiendo como mínimo pasar dos, para tener un día entero para conocer una ciudad que, aunque contaminada, merece mucho la pena.
Jaswant Thada |
Bajamos del fuerte, con algo de hambre, y decidimos probar por otro camino que, cuesta abajo, iba más directo a la ciudad. Llegamos a un pequeño negocio familiar, prácticamente el primer edificio con el que te encuentras desde que dejas atrás el fuerte, una suerte de pequeña pensión y restaurante. Subimos a la planta de arriba y nos deleitamos con las todavía bonitas vistas que ofrecía de la ciudad, por lo que no dudamos en quedarnos a comer allí. Incluso aunque tuviera como reclamo fotos de pizzas y hamburguesas que, con una sonrisa, el camarero, con más aspecto europeo que indio a pesar de llevar turbante, nos dice no tener. Comimos un arroz cachemir (amarillo como el de una paella, pero con fruta y frutos secos), unos noodles (una especie de espaguetis), unas crêpes que a Steffi le recordaron a sus raíces y unos lassis (yogures líquidos y fríos), cojonudos para bajarle los humos a la comida picante. Por solo 8€, ambos comimos quizá en el mejor sitio hasta el momento en la India ("Hill view" es el nombre del sitio).
No nos costó mucho tampoco volver a la torre del reloj una vez dejado el restaurante, y nos decidimos a ver los jardines Umaid. Pero pasear por esa zona sin aceras, masificada de gente y vehículos, tengan 2 ó 4 ruedas, no es precisamente nada que se parezca a un "plácido" paseo para bajar la comida. Cuando llegamos junto al parque, vimos que no había nada cercano que se le pareciera a una puerta, y ya cansados decidimos que nos dábamos la vuelta y que, tras una intensísima semana, nos merecíamos un descanso.
Llegados al hotel descubrimos que no había electricidad y que nos habían quitado unas de las 3 colchas que teníamos (y que habíamos usado). Lo primero se arregló pulsando un interruptor que había fuera de la habitación. Sí, en India, un gracioso puede quitarte la electricidad de la habitación gracias a un interruptor ubicado fuera de la misma. Yo tampoco lo entiendo. Lo segundo, lo arreglamos bajando a recepción (y sin necesidad de propina :P). Me fui a dormir pensando en las tiendas que vimos en la ciudad, que acostumbran a desplegar sus productos fuera de las mismas y tienen tantas cosas que cuesta creer que quepan todas dentro en algún momento (quizá estén siempre abiertas... :D)
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