jueves, 12 de abril de 2012

Viaje a la India, día 5: Bikaner -> Jaisalmer (andamios indios, ¡qué miedo!)

BIKANER

Aquella noche dormimos como Dios. Era de prever, en aquella maravillosa habitación era casi imposible no dormir bien :) Durante el desayuno vi al camarero de la anécdota del día anterior, y con una sonrisa en la cara, le llamé "mister chocolate", a lo que él me contestó con una sonrisa a medio camino entre divertida y avergonzada. Un compañero suyo vio la escena y le preguntó con cara extrañada algo al camarero, me imagino que queriendo saber el motivo por el que le había llamado yo así :D

Laxmi Niwas Palace (Bikaner)
De lo más significativo de Bikaner, con permiso de algún templo jainista o alguna haveli menos conocida que no visitamos, nos faltaba por ver un palacio de la familia del marajá que ha sido reconvertido en hotel, o mejor dicho, en dos hoteles similares, ya que el edificio estaba dividido en dos mitades y cada una era un hotel, con 5* y un precio similar. Extrañado por esa aparentemente absurda división, le pregunté a Noordin y me dijo: "Business is business". Los dueños de los dos hoteles deben ser dos hermanos que por algún motivo prefirieron hacerse la competencia el uno al otro antes que trabajar juntos.

El edificio, como ya pasaba con el fuerte de esa misma ciudad, aparte de ser impresionante por tamaño y belleza con su estilo indostaní, estaba perfectamente conservado y enormemente limpio. Solo lo vimos por fuera, pero fue una gozada. Eso sí, esto es India, y si hay que limpiar una fachada, los andamios para hacerlo no son más que miserables palos unidos por cuerdas que me hacen pensar en lo peligroso que debe ser trabajar en la construcción allí...

Andamio indio en el hotel 5* de Laxmi Niwas (Bikaner)

DE BIKANER A JAISALMER

Nos pusimos en ruta, iba a ser el viaje más largo en distancia: 333 kms. Por suerte la carretera fue más que digna casi todo el tiempo y había poco tráfico. Si Bikaner estaba en el comienzo de zona desértica, Jaisalmer estaba en medio del desierto, y la carretera que llegaba hasta allí no era de utilidad para ir a casi ningún otro sitio. Incluso la frecuencia de pueblos atravesados por la carretera o de personas en las cunetas bajó considerablemente. Decir que Jaisalmer, además, está a unos 80 kilómetros de la frontera con Pakistán.

Paramos en Phalodi, una pequeña población de la que no tenía ninguna referencia y en la que no sabía que Noor iba a querer parar. Tomamos otro "masala chai" en un puesto de carretera que volvió a querer pagar Noor. Esta vez quise fijarme en el precio del mismo, por mera curiosidad, y me pareció ver que le dio 10 rupias por los dos tés (unos 0,15€) y todavía le devolvió dinero el tendero...
A las afueras de Phalodi fuimos a visitar un pequeño estanque que Noor nos recomendó ver por las aves que lo frecuentan. La experiencia fue dura, porque ya antes de bajar del coche, un grupo de unos 10 niños nos asaltó mendigando, y su aspecto era lamentable. Repartimos algunos juguetes que teníamos y unos carambars (un dulce francés parecido a nuestros "palotes" españoles). Noor, más acostumbrado, se ofreció a repartir nuestras cosas, enfadándose un poco con los críos más insistentes y ruidosos. Él se quedaría algún juguete también para sus hijos. Steffi casi se echa a llorar cuando vio que una niña no le pedía dinero ni dulces, sino champú... viendo su pelo, sucísimo, era más que comprensible. Al final el estanque no tenía nada que ver, al menos en ese momento, y la tranquilidad necesaria para disfrutar de un sitio así ni la intuímos. Nos fuimos entristecidos por no haber podido ayudar más ni haber previsto que algo así podía ocurrir en cualquier momento.

No nos fuimos de Phalodi, porque Noor nos recomendó ver un templo jainista allí, que sería el primero que íbamos a visitar. La cosa no empezó bien, porque el supuesto guía que nos iba a enseñar el templo quería que viéramos su tienda. Noor nos dijo que estuviéramos tranquilos, que no teníamos por qué comprar nada, solo mirar. Pero esto es el típico juego de que al mirar la tienda, para agradecerles el favor que te hacen de enseñarte un edificio, acabes comprando algo. Tenían figuras muy bonitas, pero al preguntar el precio de algunas, flipamos: nos llegaron a pedir 35-40€ por figuritas de unos 10 cms! Cuando les decía que no aceptaba ese precio, ellos me decían cuánto estaba dispuesto a pagar, y yo les decía que la sexta parte... evidentemente no hubo trato, si pensaban que estaba dispuesto a pagar bastante más que en España por eso (dos semanas de sueldo indio) lo tenían claro.

Templo jainista de Phalodi, con su "ama de llaves"
Nos enseñaron el templo jainista después, con una amabilidad que no desapareció por irnos de vacío de la tienda. El templo no era como nos lo esperábamos, estaba lleno de colores, de pequeños espejos que según nos dijeron eran importados de Bélgica. Nos recordó a alguna de las salas del fuerte de Bikaner, todo muy típicamente rajastaní.

Poco después, ya fuera de Phalodi, paramos a comer en un restaurante de carretera. Como en España, llegaría a la conclusión de que en esos restaurantes de carretera se suele comer peor y por más dinero que en las poblaciones, aunque por desgracia muchas veces no había opción. También aquí había bastante más personal del necesario, y muchos camareros estaban entretenidos viendo la tele o eructando (allí no se cortan al hacerlo, en absoluto). Pedí un thali que no me gustó mucho y la comida fue relativamente cara para lo acostumbrado allí (unos 10€ cada uno). En la tienda adyacente intenté comprar imanes de nevera pero me pedían tanto dinero como en España. Regateé pero no bajé de los 3,5€ y creí que podría encontrarlos más baratos, así que aunque el dependiente se excusaba ("no margin" decía, lo que significa: "no tengo margen para bajar más el precio") nos fuimos sin nada.

JAISALMER

Llegamos a Jaisalmer. La primera impresión es la de estar en una ciudad en medio de la nada, rodeados en varios centenares de kilómetros de ese especial desierto árido pero con árboles. Nuestro hotel, de nueva construcción esta vez, era muy chulo, aunque el acceso hasta él, por una calle sin asfaltar, diera otra sensación que se evaporaba al verlo por fuera y más aún al entrar.

Cenotafios de Jaisalmer durante la puesta de sol
Se nos acababa el tiempo, así que rápidamente fuimos a ver la puesta de sol junto a otro grupo de cenotafios. Como el resto de edificios de la ciudad, los cenotafios tenían un sugerente color dorado que cambiaba de tonalidad durante el atardecer. Ver el fuerte desde allí fue un lujo. Tiramos muuuchas fotos. Compramos varios paquetes de postales y nos hicimos fotos con un anciano que vendía coloridas colas de pavo real. A la salida, con el sol oculto, dimos un pequeño paseo por el bazar, que nos sirvió para darnos cuenta de que estábamos en un lugar mágico, el más mágico que habíamos visto desde que llegamos al país. Lo mismo hoteles de lujo que casas más modestas, muchos de los edificios del centro de Jaisalmer tenían fachadas muy trabajadas que parecían trabajos de encaje en la piedra. Según parece, el tipo de piedra, muy fácil de trabajar, ayuda a que los edificios sean tan bonitos. Además, el menor tamaño de la ciudad hizo que el tráfico fuera algo más tranquilo, aunque la calle del bazar era una ruidosa excepción, con numerosas motos siempre con prisa y personas andando que apenas pueden retirarse del medio. Los vendedores hablaban a todo aquel que pareciera extranjero, con insistencia y más o menos simpatía para intentar vender. Recuerdo como uno de ellos, al enterarse de nuestra condición hispano-francesa nos soltó frases en ambos idiomas para ganarse nuestra atención: "cool Raoul, ma poule", "c'est parti mon kiki" o "¡qué chulo, claro!".

Volvimos al hotel para cenar, y ya no nos moveríamos de allí. El restaurante era vegetariano, algo bastante frecuente en India, aunque el clima de Rajastán "obligara" a sus habitantes a ser más carnívoros que la media, pero con lo que no nos habíamos cruzado aún. No es que necesite comer carne a diario pero tampoco me molaba la idea de prescindir de carne, pescado y huevos (allí todos estos productos son considerados "no vegetarianos") durante todo el viaje. Las vistas del fuerte iluminado, aun estando un poco lejos, eran soberbias; con razón lo llaman el "gigantesco castillo de arena". Se notaba que estábamos en el desierto; las noches de Jaisalmer fueron quizá las más frías de todo el viaje, y aunque durante el día pudieras pasear en manga corta, cenando a las 9 de la noche en la terraza del restaurante (no había alternativa) tenías que ponerte un abrigo ya que andaríamos en torno a los 8ºC a esa hora ya.

Fuerte de Jaisalmer
La comida vegetariana de este lugar fue finalmente bastante rica, aunque el primer aspecto de una pizza con ingredientes como coliflor, sembrara cierta desconfianza. Además aprovechamos el pequeño alivio de comida india que significó el tener, aparte de pizzas, otras cosas más occidentales como espaguetis. Otra cosa era el servicio, regentado por unos inmigrantes nepalíes (con su característica mezcla de ojos bastante achinados y piel tan morena como la de los indios) con poco dominio del inglés que no se enteraban bien de lo que pedíamos. Pero con una sonrisa todo se "arregla".

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