domingo, 6 de mayo de 2012

Viaje a la India, día 6-2: Khuri, y cómo "chocarse" contra un árbol en el desierto


Puesta de sol en Khuri, en medio del desierto del Thar
A las 3 salimos hacia Khuri. Le pregunté a Noor por qué no íbamos a Sam, el sitio más típico para dar un paseo por las dunas del desierto, y me dijo que Khuri estaba menos masificado y no tenía nada que envidiarle. Viendo fotos de internet parece que Sam tiene más y mejores dunas aunque desde luego que Khuri, según nuestro libro, era un lugar mucho más tranquilo.

Por el camino vimos una de las imágenes típicas de este país, un autobús lleno con gente viajando incluso sobre el techo. Nos encontraríamos alguno más, y de hecho prácticamente todo los autobuses estaban preparados para tal efecto, con barras en el techo que sirven para que los viajeros se agarren, y con una escalera en la parte posterior. En esta ocasión hasta la escalera estaba ocupada...

Bus con viajeros sobre el techo, yendo de Jaisalmer a Khuri
Llegamos al pueblo, y había que pagar un peaje por entrar a él. El dueño del "complejo camellero" nos recibió y nos invitó a un té, mientras nos contaba lo que íbamos a hacer. Aproveché la espera para sacar alguna foto a la singular arquitectura rural del pueblo, con unas modestas casas con tejados de pajas secas que me recordaban a las pallozas de los Ancares. Los que quisieran podían dormir en ellas, o incluso en el desierto, con tumbonas y mantas, pero nosotros decidimos dormir de nuevo en Jaisalmer, y creo que fue un acierto (por lo que viene siendo el frío).

Al montar en el camello asusta la violencia con la que el animal se pone de pie. Recomiendan tumbarse sobre él para que el impulso no te asuste, porque puede parecer que vas a salir volando... una vez arriba, yo iba cómodo aunque Steffi se quejaba de que le dolía el culo :P

Mi camello bebe agua junto a las ramas resecas que me harían pasar 5 segundos horribles...
A medio camino entre el pueblo y la duna, los camelleros pararon junto a un pozo para dar agua a los camellos. Era nuestro 3er día en el desierto del Thar y yo no paraba de flipar con él... ya no solo estaba lleno de árboles, ¡¡sino que también tenía pozos!! Mi camellero soltó la rienda con la que guiaba y marcaba el ritmo a mi camello y me hizo un gesto que no entendí, porque apenas hablaba 4 palabras de inglés. Mi camello agachó el cuello para beber y cuando estaba acabando de beber el de Steffi, se echó a andar, solo, sin control. Yo me acojoné porque no sabía cómo reaccionar. Oí una carcajada de Steffi, que rápidamente se silenció cuando me vio pasarlo mal... y es que estaba junto a un árbol de ramas resecas y afiladas y el camello caminó hacia ellas. Por su altura, las ramas no molestaban al animal, pero sí a mí, que tuve que tumbarme y quitármelas como pude de la cara y del tronco, procurando al mismo tiempo no caerme del camello... por la altura a la que iba sentado una mala caída podría ser fatal, y con los medios sanitarios que me imagino que habría en ese país... fueron 5 segundos horribles en los que tuve tiempo de pensar en todo eso, pero por suerte el camello salió de entre las ramas y decidió no seguir andando. El camellero, con más pánico que yo, me preguntó que si estaba bien, y me pidió disculpas. Con el miedo en el cuerpo hice balance: una herida en la palma de la mano derecha y otra bajo la axila izquierda, de una rama que no pude apartar con las manos. La rama de la segunda herida me rompió también la camiseta. Pero no fue más. Todo quedó en un susto.

Mujeres con coloridos saris llevan provisiones sobre la cabeza
Seguimos el paseo, viendo curiosas escenas del Rajastán rural y profundo en el que estábamos, como mujeres con bellos saris llevando vasijas sobre la cabeza. Según íbamos avanzando los árboles dieron paso a los arbustos y finalmente en la duna ya no se distinguía ningún tipo de vegetación. Durante todo el trayecto los camellos no pararon de cagar (Steffi, que iba siempre la segunda, iba viendo las heces de mi camello) y de eructar tal y como lo habíamos visto en Bikaner, echando una extraña bolsa fuera de la boca y haciendo un ruido monstruoso. Steffi no paraba de reír cuando esto ocurría... aunque la vez que más se rió fue cuando oyó un eructo y ella soltó una pequeña carcajada, a lo que yo contesté: "Esta vez no ha sido el camello, ha sido el señor". Las posteriores risas fueron de campeonato.

El pueblo quedaba cerca y se veía, no nos sentimos en medio de la nada más absoluta como debe ocurrir en los paseos por el Sáhara o incluso quizá en el cercano Sam, pero disfrutamos al máximo de la experiencia. Total, al Sáhara pienso ir igualmente... en la duna no estábamos solos, otros grupos de personas comenzaron a llegar, e incluso había gente tocando música y un puesto ambulante que vendía snacks y bebidas, incluida cerveza. Por suerte la temperatura era perfecta, y como quedaba tiempo para que el sol cayera, nos pusimos a hacer fotos y a disfrutar del ambiente. Por el tamaño de la duna se podía elegir entre aislarse de la gente y disfrutar del lugar a solas, o estar con otras personas. Dos grupos de simpáticas adolescentes de la vecina región de Gujarat, que disfrutaban de sus vacaciones de fin de curso, se hicieron fotos con nosotros. También tuve tiempo de ser engañado por un músico con el que bailé, y que al darle la propina por tocar, se llevó más del doble de lo que había acordado darle diciendo que no tenía cambio... me sentó mal el engaño, pensé en ponerme violento con él, pero se me pasó pronto... llevarse mal rato por 40 rupias (0,70€) no merecía la pena. También tuvimos tiempo de dar 50 rupias a un chaval sin brazos que andaba mendigando en ese lugar. Al pobre tuve que meterle el billete en el bolsillo... verle me hizo pensar en lo indefensos que podemos ser los seres humanos sin brazos. Da pena ver gente así :(

Dunas doradas de Khuri, con turistas que suben a ver la puesta de sol
El sol cayó y sus tonos anaranjados nos permitieron hacer fotos preciosas, inolvidables. En la India aprendimos a valorar cada puesta de sol, porque fueron muchas las que vimos desde sitios espectaculares, y ese día teníamos un ejemplo. Cuando el astro rey se ocultó bajamos de la duna al pueblo, sin contratiempos. Al bajar de los camellos dimos 100 rupias (1,5€) de propina a cada camellero, a lo que el mío contestó con una gran mirada de sorpresa. Le pregunté que si era poco y me dijó rápidamente que no. Luego entendí que era todo lo contrario, un montón, porque esos paseos en camello valen unas 150 rps. por persona y encima después del accidente lo que menos se esperaba aquel hombre era encontrarse una propina generosa. Creí que después de 3 horas con nosotros (pasamos hora y media en la duna) 100 rupias no eran muchas, pero ya veis...

Nos habían dado la opción de cenar allí o de volver a Jaisalmer y hacerlo en la ciudad, y elegimos la primera opción. Previamente nos dieron un espectáculo musical, dado por un grupo de músicos que parecían una misma familia, sentados todos en una alfombra sobre el suelo, y dividido en dos partes: la primera era una música cantada por los artistas que me recordó al flamenco español, por el sentimiento que echaba el cantante. La segunda, también cantada, estaba protagonizada por dos hermanas adolescentes, con unos bonitos trajes llenos de lentejuelas, que bailaban de una manera que no se parecía a nada que hubiera visto antes. La mayor de las dos hermanas, que era la que mejor bailaba, hizo unos ejercicios de equilibrio espectaculares, llevando sin caerse hasta 6 vasijas, una encima de otra, sobre la cabeza, subiendo al mismo tiempo a estrechos objetos que le colocaban en el suelo o tumbándose a coger un billete del suelo con la boca... junto con Noor, que por una vez comió con nosotros, y un grupo de canadienses que iban a dormir allí, vimos todo aquello. Al final nos pidieron participar a nosotros también, y bailamos con las chicas, y como es normal hicimos el ridículo. Como era noche cerrada, las fotos que hicimos son más bien malas.

Bostezos simultáneos de nuestros camellos
La comida fue de buffet libre, con 5-6 platos a elegir, de cosas que ni acerté a saber lo que eran, a pesar de llevar ya casi una semana allí. El dueño del complejo se sentó con nosotros, nos preguntó que qué tal (le conté lo del accidente pero le pedí que no echara la bronca a mi camellero, porque no sé hasta qué punto fue culpa suya) y nos explicó el por qué de los "eructos con estómago fuera" de los camellos, lo cual nos hizo reír mucho a los cuatro... parece que es un arma de cortejo que usan los machos y justamente nos habían dado dos machos para hacer el paseo, y cuando uno eructaba el otro se picaba y lo hacía también... ¡INCREDIBLE INDIA!

Pagamos la cena, una propina a los músicos y nos volvimos a Jaisalmer. Fue nuestro único viaje nocturno en coche (no era nada recomendable porque hay gente que viaja sin apenas luces), pero a pesar de algún tuerto o algún coche con poca luz no pasamos miedo debido a que no había casi nadie en esa mini-carretera. Por el camino vi varias luces rojas que supuse que eran torres de control militares, y es que desde antes de llegar a Jaisalmer vimos mayor densidad de militares en la zona, por su cercanía al vecino Pakistán, enemigo de la India. En Khuri estuvimos apenas a 30 kilómetros de la frontera con Pakistán, y pensarlo me causó una sensación a medio camino entre estimulante y de miedo. Tampoco había que temer, en esa zona el desierto era una frontera natural excelente y Pakistán y la India están de acuerdo con las fronteras trazadas, no como sucede en la norteña Cachemira, donde 60 años después, sigue habiendo tensión y no hay acuerdo en absoluto sobre a quién pertenece esa región del Himalaya...

Llegamos al hotel cuando Jaisalmer ya dormía, e hicimos lo propio.

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