(Este día, especialmente intenso, voy a dividirlo en dos porque Jaisalmer y la visita a las dunas del desierto lo merecen. El corte lo haré justo al acabar de comer)
Interior de un templo jainista de Jaisalmer, dentro de las murallas de su fuerte |
Ese día Steffi se levantó algo pachucha. Dicen que un alto porcentaje de los visitantes de la India, alrededor de la mitad, pasan por la incómoda diarrea del viajero al menos una vez en las dos primeras semanas de estancia en el país, y eso era exactamente lo que le pasaba. Como nos lo esperábamos y no era la primera vez que nos ocurría a alguno de los dos, aparte de las precauciones mínimas (siempre beber agua embotellada no rellenada, por ejemplo) llevábamos una "farmacia ambulante" en la que no faltaba el "imodium", que es mano de santo contra la diarrea.
El hotel en el que estábamos ofrecía llevarte el desayuno a la habitación sin recargo y optamos por esta opción sin dudarlo. La alternativa era desayunar en la terraza, y realmente hacía mucho frío ahí fuera. No helaba, pero estimo que andaríamos en torno a los 5ºC, y con la diarrea de Steffi comer algo ahí era lo que menos nos interesaba. Subí a la terraza para pedir que nos llevaran el desayuno a la habitación y me quedé de piedra al ver que los camareros... ¡¡estaban durmiendo en la calle!! Literalmente les desperté, eran las 7:45 y se levantaron rápidamente como para intentar disimular que les había pillado en semejante situación. La precariedad laboral india hace que bastantes camareros literalmente duerman (y por tanto vivan) en su lugar de trabajo, y más aún si son inmigrantes extranjeros, como era el caso de estos nepalíes. Encontraría algo parecido más adelante en al menos otros dos hoteles, pero esa vez fue la que más me impactó porque no dormían ni siquiera en un sitio cerrado.
A sugerencia de Noor, cogimos un guía local para conocer la ciudad. Primero nos llevó al lago "Gadsisar", un pequeño pantano rodeado de edificios dorados, "color Jaisalmer", con pequeños pabellones en medio del agua. Dice la historia que la puerta más famosa que da al lago fue construida por una prostituta, y que iba a ser demolida por este motivo por orden del marajá, pero ella hábilmente puso una figura en ella de una de las principales deidades hindúes: Krishna. El marajá ya no se atrevió a tirarla abajo y la puerta ahí sigue, orgullosa. El lugar, con el sol de la mañana reflejándose sobre el agua daba una imagen onírica. Empezábamos pronto a quedarnos prendados de Jaisalmer...
Lago Gadsisar |
Cambiamos dinero a un colega del guía allí mismo, que nos ofreció un cambio correcto, y nos fuimos al centro de la ciudad, al fuerte. El coche nos dejó en la primera puerta, y desde ahí subimos andando el resto. Las murallas más interiores del fuerte quedaban varias decenas de metros más arriba, era imponente e inexpugnable la fortaleza... mientras subíamos, el rosario de vendedores de baratijas, comerciales vendiendo viajes al desierto, etc. era inacabable, pero tampoco incómodo. Bastaba con no acercarse a ellos para que no insistieran demasiado.
Una vez dentro del fuerte accedes a lo más parecido al Rajastán "ideal", sin tráfico de coches (y poco de motos), con preciosas casas por todas partes, vacas, tiendas para turistas... un lugar mágico, donde la peatonalización casi completa de una ciudad española se combinaba con el exotismo de una ciudad india. Yo me quedaba sorprendido casi con cada casa, y es que como ya vimos el día anterior, la piedra de Jaisalmer, aparte de tener un sugerente color dorado, es fácil de tallar y numerosas casas exhibían especies de bordados en piedra. Y no eran necesariamente hoteles de lujo, sino también modestas viviendas o casas de huéspedes con unas pocas habitaciones. Allí no andan sobrados de dinero pero no les falta tiempo, así que lo empleaban en decorar sus viviendas. Visitamos unos templos jainíes históricos, que en nada se parecían al de Phalodi. Aquí la piedra ocupaba el sitio de los colorines y los espejos de Phalodi, y se notaba que eran edificios mucho más antiguos, que luego vimos que databan del siglo XII o XIII. Los turistas se mezclaban con los devotos y los "guardazapatos" apenas tenían sitio para dejar todos los zapatos de los visitantes en la entrada, debido al pequeño tamaño de las calles.
Interior de un templo jainista de Jaisalmer, dentro de las murallas de su fuerte |
Lo único que lamentamos del fuerte era confirmar de boca del guía el grave peligro que corre. Al estar construido en medio del desierto, no está preparado para soportar el desgaste del agua, y la presión a la que es sometido por las 10.000 personas que viven aun en su interior (es el único habitado de Rajastán) más los turistas que duermen allí y el deficiente alcantarillado, hacen que el agua esté degradando este maravilloso lugar, hasta el punto de que se han desprendido almenas del mismo en los últimos años. Por ello no se recomienda dormir en su interior, aunque se siga ofreciendo alojamiento y muchos turistas acaben durmiendo en él. Me pregunté a mí mismo si los dueños de las casas de huéspedes del interior eran conscientes de que podían cargarse su fuente de ingresos si lo explotaban tanto y también por qué no la UNESCO declaraba el lugar "patrimonio de la humanidad", que realmente lo merece, y comenzaba un programa decente de recuperación que evite que el fuerte siga degradándose, cosa que la institución ha hecho en otros sitios, como Marruecos :(
Más tarde visitamos una haveli bastante bonita, en la que seguían viviendo sus dueños y que, por supuesto, tenía una tienda en su interior. El truco fue el mismo, un miembro de la familia te enseña la casa con gran amabilidad, y al final te muestran la tienda. No tienes por qué comprar nada, pero te dan ganas de hacerlo en señal de agradecimiento, porque si no compras nada, no se llevan un duro... caímos en la "trampa", cogimos una figurita de Ganesh por la que no regateamos (si decías que querías bajar el precio te enseña figuras iguales más pequeñas... no son tontos!) y por la que pagamos un precio excesivo (unos 9€). Pero bueno, que la peor de las trampas sea así... jeje. A la salida, un hombre de pequeño tamaño se nos acercó a los 3 (Steffi, el guía y yo) y nos empezó a hablar; parecía conocer algo al guía, dijo llamarse "Nando" tras saber que éramos españoles, a lo que le contesté que podría pasar por un nombre español. Ni corto ni perezoso me dijo que si le veía en Jodhpur (la próxima ciudad en la que dormiríamos) le invitara a una cerveza... le hice un gesto de "lo que tú digas" pensando en las pocas posibilidades de que nos cruzáramos en una ciudad de 800.000 habitantes y la cara dura que tenían algunos indios...
En ese momento, una moto de las que iban evitando por milímetros a viandantes y animales atravesó la calle más rápido de lo que debía (como casi siempre). Vio como un perro de mediano tamaño que pasaba por allí le bloqueaba y tuvieron la mala suerte de ir hacia el mismo lado ambos cuando intentaron evitarse... el perro acabó atropellado, emitió un gran alarido, y el hombre de la moto perdió el equilibrio y cayó al suelo. El perro huyó despavorido en cuanto pudo a una velocidad de vértigo sin aparentes secuelas, y al hombre lo ayudamos entre todos a levantarse del suelo, junto con su moto. Vi todo en directo, y no fue nada agradable... recordé la cantidad de cadáveres de animales que veía sobre el asfalto cada día que íbamos de ciudad en ciudad. Por suerte, el hombre también estaba bien, y tras unos segundos de aturdimiento, prosiguió su marcha.
El city tour acabó ya fuera del fuerte, frente a la haveli más impresionante de la ciudad: la Patwon ki haveli, una maravilla dorada en piedra, que dejaba la boca abierta. Se podía visitar por dentro, pero debido al estado de Steffi decidimos acabar cuanto antes la visita, iríamos al día siguiente. El guía nos sugirió ir a una tienda pero nos negamos y fue comprensivo y no insistió. Resultó divertido un niño que nos intentaba cambiar una moneda de 50 cts. de € por 50 rupias... aparte de que yo allí no quería para nada 50 cts. de €, ya le dije que el cambio era de unas 32 rupias por esa moneda y bajó el precio pero decidí ignorarle. Allí la picardía es un medio de supervivencia, y se mama desde pequeño.
Plaza de la Patwon ki Haveli; todo un bordado en piedra |
Volvimos al hotel y decidimos comer algo allí. Steffi necesitaba arroz y yo repetí con la comida pseudo-occidental (pasta y pizza) que tenían, siempre vegetariana, que volvió a gustarme. Al pedir el postre a uno de los camareros nepalíes, dije bien claro que quería una ensalada de frutas para mí y un plátano para ella. Pues el inglés volvió a causarle una mala jugada, porque a los 5 minutos vino con un plato que no venía en el menú, que eran rodajas de plátano cortadas ocupando casi por completo un plato de postre; había 4 plátanos allí... parece que el chaval fusionó las dos cosas y de una "fruit salad" y una "banana" trajo una especie de "banana salad". Nos empezamos a reír, y otro camarero, que entendía inglés solo un poco mejor, comprendió lo que pasaba... le dijimos que podía dejar los plátanos, ¡pero que me trajera mi ensalada de frutas! Al entrar a la cocina le dio una colleja al camarero del error y se empezaron a reír ellos también. No pasa nada, el restaurante era de los mejores en los que habíamos comido, y el precio no llegó a los 4€ por comida y persona, así que se les podía perdonar :)
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