De las cuatro ciudades imperiales marroquíes, Meknès es la de menor tamaño y la que menos tiempo ha sido capital del territorio que hoy es Marruecos. De hecho, su cercanía a Fez provocó que se viera eclipsada y viviera siempre a la sombra de la considerada capital cultural de Marruecos.
Puerta de Bab el Mansour, símbolo de Meknés y probablemente la más hermosa de todo Marruecos |
Sin embargo, a Meknès (que algunos traducen como "Mequínez" al español, aunque su uso es limitado y a mí me suena feo) a día de hoy le viene bien la cercanía a Fez (65 kms.). Y es que Meknés, la quinta ciudad más grande de Marruecos, carece de un aeropuerto comercial fácilmente accesible, pero eso se ve compensado con las buenas comunicaciones que tiene tanto por tren como por autopista con Fez al este y con Rabat y Casablanca al oeste, e incluso con Tánger al norte, también accesible por ferrocarril.
Estas posibilidades han hecho que empiece a despegar el turismo en esta interesantísima ciudad, pero de forma más "llevadera" que en Fez o Marrakech. Aquí no hace falta que estéis alerta para evitar que os engañen sus habitantes, ni tampoco merece la pena tener miedo a perderse por la medina o siquiera plantearse el contratar un guía; Meknés tiene el encanto de una ciudad marroquí, con la puerta más bonita del país, bonitos minaretes o una plaza que nos recordará a la Djemaa el Fna... pero sin los inconvenientes que puedan azotar a Fez o Marrakech. Todo un lujo, más desconocido, que recomiendo a todo el que se plantee visitar a nuestros vecinos del sur.
HISTORIA
Meknés, como ya he dicho, pasó buena parte de su historia a la sombra de Fez, como una capital de provincias de tamaño medio, pero lejos de la importancia de su vecina. Pero todo eso cambió de la noche a la mañana, cuando Moulay Ismail trasladó la capital de su imperio a Meknés en 1675, poco después de comenzar su sultanado (en 1672), para evitar las frecuentes revueltas que siempre ha sufrido la vecina ciudad de Fez. Ismail, que falleció en 1727, es probablemente el sultán más importante históricamente de la dinastía alauita (que reina todavía hoy en el país), y el único que gobernó el país desde Meknés. Los más de 50 años que reinó desde esta ciudad fueron sin duda los de mayor gloria de la misma, con la construcción de una inmensa ciudad imperial que él mismo quiso convertir en una especie de Versalles marroquí, con 40 kilómetros de murallas, puertas monumentales y palacios dignos de la especie de gran rey absolutista que era, buen amigo de su homólogo y coetáneo francés Luis XIV. Cruel y sanguinario, Ismaíl supo mantener a los otomanos fuera de Marruecos, y conquistó algunas plazas europeas en el norte de África, como Tánger (inglesa), Larache o Asilah (españolas); algunas fuentes calculan que en su harén había más de 500 mujeres y que tuvo más de 1000 hijos. Todas estas cifras reflejan las dimensiones y la personalidad grandilocuente de este soberano, y la ciudad imperial de Meknés es el reflejo de la que él quiso que fuera su capital.
A la muerte de Ismaíl Meknés no pudo retener la capitalidad, por lo que siguió una época de cierta decadencia, mitigada más tarde con la llegada de las comunicaciones que cité anteriormente. No obstante Meknés hoy ha sabido retener parte de la gloria de esos efímeros 52 años y hoy se muestra ante nosotros como una orgullosa capital imperial que nada tiene que envidiar a las otras tres, todas de mayor tamaño y fama: Marrakech, Fez y Rabat.
QUÉ VER EN MEKNÉS
En Meknés veremos una ciudad que representa el ideal de ciudad marroquí de un hombre, el citado Mulay Ismail, y de una época, los siglos XVII y XVIII. Hay edificios destacables de otras épocas, pero en número y en importancia el protagonismo se lo llevan sobre todo los construidos con Ismail. Esto es algo que le diferencia de Marrakech o de Fez, donde la importancia de ambas ciudades a lo largo de los siglos hace que más épocas se vean representadas en su arte.
El icono de la ciudad es sin lugar a dudas la puerta de Bab el Mansour, que además de ser la puerta más hermosa de la muralla de Meknés es la más bonita de Marruecos y, posiblemente, el monumento más destacable de todos los que mandó construir Moulay Ismail. Esta puerta, acabada en 1732 (por tanto no vista en vida por quien la mandó construir), y de una monumentalidad indiscutible, curiosamente no tiene mucha función como puerta actualmente, ya que no permite el paso de tráfico de vehículos y apenas el de personas, que sí pasan junto a ella. La calle a la que da la puerta es la que separa (o une) la medina con la ciudad imperial.
De hecho, no hace falta ni separarse de la puerta para ver la plaza que actúa de lugar de reunión en la ciudad, una especie de versión encogida de la marrakechí Djemaa El Fna en Meknés. La plaza El Hedime (que significa "plaza de las ruinas") acoge también a comerciantes, contadores de cuentos y todo tipo de gente de lo más extravagante para el viajero occidental, aparte de una nutrida oferta de restaurantes con terrazas a pie de plaza o en las azoteas de los edificios. Si bien no tiene tanta vida ni es tan grande como la de Marrakech, sí tiene más coherencia que su hermana mayor, con una forma rectangular y edificios más homógeneos a su alrededor. Su estructura también sirve para vertebrar y unir la ciudad imperial con la medina, el zoco semicubierto de artesanos y de ropa de sus lados norte y este con un no menos animado mercado cubierto de comida en su lado oeste, sin olvidar la citada puerta Bab el Mansour. Pasar por esta plaza a cualquier hora del día nos permitirá ver distintos ambientes y es más que recomendable. Como pasa en Marrakech, lo que ocurre en esa plaza en buena medida poco tiene que ver con el turismo; es más bien una representación cultural de Marruecos, y la disfrutan tanto los turistas como los habitantes de Meknés.
LA MEDINA
Una vez presentados los iconos, tan cercanos entre sí como que pertenecen el uno al otro, de la ciudad imperial y de la medina, conviene abordar ambos por separado.
Sin salir de la plaza, es altamente recomendable el museo Dar Jamai. Como me pasa con otros museos de ciudades como Marrakech o Fez, mi sensación en ese museo fue la de que valía más la pena por el edificio por dentro que por el contenido expuesto. Las salas construidas y decoradas al estilo marroquí son magníficas, llevándose la palma un salón en el que no falta detalle. El pequeño patio es de estilo andalusí y en él me llamaron la atención los detalles de las puertas y la fuente. El precio, como siempre, popular (10 dirhams si no recuerdo mal, esto es, poco menos de 1€)
El-Hedime se puede considerar ya parte de la medina, aunque para sentirnos en una medina marroquí deberemos dejar la plaza. Cualquiera de las pequeñas calles que se dirigen hacia el este y especialmente las del norte de la plaza (justo donde está la entrada al museo por el que acabamos de pasar) nos meterán de lleno en el zoco, lleno de estrechas calles donde en un aparente caos se venden todo tipo de productos. Y digo aparente porque, como pasa en el resto de Marruecos, hay un orden estricto y los vendedores se agrupan en gremios y se han de poner en un lugar concreto...
Como ya dije más arriba la medina de Meknés tiene el tamaño ideal; no es ni tan minúscula como para salirse en cuanto demos cuatro pasos, ni tan grande como para perderse. Si la medina de Marrakech tiene el color rojo como emblema, y en Fez reinan el gris del cemento, el blanco de la cal y el verde del islam, representado en sus edificios religiosos, en Meknés los edificios suelen tener un color crema anaranjado que es el que preside ya la plaza el Hedime. Tendremos que movernos entre calles así para alcanzar los edificios más destacados de la medina, que son la gran mezquita de Meknés y la madraza o medersa Bou Inania, junto a ella. La primera será casi imperceptible a nuestros ojos, excepto por una trabajada puerta de acceso que, cuando la veamos, no nos dejará indiferente. Como en la mayoría de mezquitas marroquíes tenemos prohibida la entrada los no musulmanes.
Sí podemos entrar a la madraza (escuela coránica) a cambio, y debemos hacerlo, puesto que será el mejor edificio que veremos en Meknés ajeno a Mulay Ismail, y una de las más hermosas escuelas coránicas del país. Esta madraza, del s.XIV, nada tiene que envidiar a sus homólogas de Marrakech y Fez, y por apenas 20 dirhams nos mostrará cómo eran estas escuelas. Aparte de visitar el precioso patio central, y las minúsculas habitaciones de los estudiantes, tenemos la posibilidad de subir a la azotea para disfrutar de las vistas que tendremos del minarete de la gran mezquita y de otros minaretes diseminados por la medina. Escuchar el canto del moecín desde ahí es estremecedor.
Aparte de para ver el ajetreo diario de Meknés, sin que nadie moleste al turista como pasa en Fez, la medina no tiene muchísimos más edificios de primer orden turístico. Puede ser una buena idea desplazarse a pie hasta su extremo norte, donde se ubica una puerta vistosa (Bab Berdaine), junto a la cual tenemos la mezquita Berdaine, del s. XVIII y protagonista de un derrumbamiento en 2010 que segó la vida de 41 personas (un servidor no ha tenido noticia de esta tragedia hasta que ha empezado a redactar este escrito). El minarete que se cayó hoy está totalmente reconstruido a semejanza del anterior.
Saliendo por la puerta nos encontraremos con un gran cementerio donde, aparte de reinar más las malas hierbas de lo que un occidental está acostumbrado a ver en un camposanto, tiene un mausoleo de un líder religioso importante para el islam, Sidi Ben Aïssa.
LA CIUDAD IMPERIAL
Dejamos la medina para ahora pasar a conocer la ciudad imperial de Meknès. En este conjunto, de grandes dimensiones, en ocasiones puede ser necesario la ayuda de un taxi, especialmente para desplazarse hasta los lugares más lejanos (estanque de Agdal y los graneros y caballerizas que tiene al lado). Hay que regatear el precio antes de usar un taxi porque si bien muchos taxistas llevan taxímetro o piden cantidades justas por el desplazamiento (muy barato para un europeo) también los hay que se pueden aprovechar...
Estanque Agdal |
Pero comencemos por la parte más cercana a la medina. Podemos entrar a la ciudad imperial por la famosa Bab El Mansour si está abierta o por otra cercana puerta algo más al este. Nos encontraremos con una inmensa plaza, con puertas decoradas, y calesas pensadas para el turista. En la parte más occidental tenemos una calle por la que podemos llegar a otra gran plaza, presidida por una explanada bajo la que se encuentra una cárcel (prisión de Cara) y el pabellón en el que el sultán recibía a los mandatarios extranjeros: Al Koubat Khayatine. El que estén pegando la cárcel y este pabellón no sé si quiere expresar algo... ambos son visitables por 10 dirhams aunque a mi juicio es una visita prescindible.
Una puerta monumental aunque de firma más moderna que las anteriores, nos acerca de inmediato al mausoleo de Mulay Ismail. Aunque otros mausoleos del estilo están vetados a los no musulmanes, en este caso somos libres de entrar, y además lo haremos gratuitamente. Esto es una buena noticia, ya que es uno de los lugares más destacables de Meknés. El crema anaranjado de Meknés aquí deja paso a un amarillo que comparte protagonismo con los azulejos que presiden todo edificio histórico marroquí. Tras pasar varios patios vacíos llegamos a las salas cubiertas que protagonizan el conjunto. Aquí habrá que descalzarse y conformarse con una de las salas ya que el lugar en el que reposan los restos del sultán es accesible solo a nuestras miradas. Curiosamente, el mausoleo fue construido a principios del s. XVIII por lo que el sultán pudo ver el edificio en el que descansaría su cuerpo una vez muriera décadas antes de fallecer. Se pueden sacar las fotos que queramos en los patios y salas pero está prohibido hacer vídeos. Se requiere vestir de forma correcta para la moralidad musulmana (sin ser necesario el velo para las mujeres).
Tras esto, podemos recorrer la ciudad imperial a pie, aunque puede resultar un tanto monótono hacerlo por largas avenidas rodeadas por murallas en las que veremos alguna puerta monumental que, además, en algunos casos no podremos ni fotografiar... se trata del palacio real, que es el mismo que usó Mulay Ismail y que todavía hoy sigue usando el rey de Marruecos cuando visita la ciudad. No obstante, aunque el primero se hiciera llamar "sultán" y ahora se les llame reyes, no dejan de ser de la misma dinastía... como curiosidad, entre las recias murallas podemos encontrar un campo de golf, con unos olivos en los que unos campesinos estaban recogiendo la aceituna cuando yo estuve por allí; o llegar hasta el estanque Agdal, tras unos 20-30 minutos a pie, un lugar de esparcimiento para los habitantes de Meknés, que además, sin querer, descubrimos que es un bonito lugar para disfrutar de una puesta de sol. Este estanque fue mandado construir por Ismail para regar los jardines de la ciudad imperial. Junto a él se encuentra un inmenso edificio medio en ruinas que fue utilizado como granero y caballeriza. El precio de la entrada es popular, como siempre (10 dirhams) pero a mí, personalmente, no me aportó gran cosa su visita.
Como estuvimos dos días completos en la ciudad, y quizá con uno y medio, incluso con solo uno, sea suficiente para disfrutar de los mayores encantos de Meknés, tuvimos tiempo para disfrutar de otros lugares menos turísticos. Disfrutar de una puesta de sol en la parte de la ciudad nueva que está justo tras el río que la separa de la medina fue uno de esos pequeños placeres que uno se puede permitir cuando le sobra tiempo.
Atardecer con vistas a la medina de Meknés |
¿DÓNDE DORMIR?
Meknés, como otras ciudades históricas de Marruecos, permite la experiencia de dormir en un riad. Riad significa "jardín" y también designa a las casas tradicionales de las medinas marroquíes, muchas utilizadas hoy para alojar turistas, y que son otro encanto más del país en sí mismo. En este caso nosotros escogimos uno precioso, y pudimos incluso dormir en su habitación más grande y lujosa por un precio que sigue siendo muy competitivo (40€ la noche, habitación doble). La ubicación era excelente, apenas a a 2-3 minutos de la plaza el Hedime, y de Bab el Mansour, en una calle de la medina, fácil de encontrar. Si a eso sumamos la amabilidad de todos sus empleados, no me queda otra más que recomendarlo plenamente. Se llama Riad Hiba.
Para los que prefieran un hotel más occidental, los encontrarán en la ciudad nueva.
COMO LLEGAR
Meknés se encuentra en el eje oeste-este principal del país, que la une con Casablanca y Rabat al oeste, y con Fez (solo 30-40 minutos de tren), Taza y Oujda al este. Ese eje es el que siguen tanto la autopista como la vía de tren. Por el norte, desde Meknés se llega en tren a Tánger.
Nuestra habitación del Riad Hiba |
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