lunes, 11 de marzo de 2013

Viaje a la India, día 15 y 16-1: Jaipur y Galta, rodeados de monos



Patio principal del palacio de la ciudad de Jaipur
Con Steffi medio pachucha, nuestro día 15 fue el más limitado de toda nuestra estancia, y solamente vimos lo poco imprescindible que nos faltaba en Jaipur.

Empezamos por el templo de Birla. Este templo, grande, todo hecho de mármol blanco, sin embargo era muy moderno y no nos entusiasmó demasiado. No se podían sacar fotos ni en la plataforma que lo rodea, y nos llamaron la atención por hacerlo, ya que tras ver al menos 10 indios fotografiando pensamos que era una de estas "prohibiciones de mentiras".

Templo de Birla, todo de mármol pero demasiado moderno para mi gusto
Más interesante resultó ser el palacio de la ciudad, que contaba con salas y patios notables, como un patio con cuatro magníficas puertas, la más famosa dedicada al pavo real, que parece que es el animal-símbolo de la India (más que los elefantes). El asedio al turista se manifestó en forma de guardias que no pararon de ofrecerse para hacernos fotos, naturalmente a cambio de propina, y ese día no teníamos el humor para eso. Ir al baño me costó una mirada asesina, a la que ya me iba acostumbrando, cuando tras ver que ningún indio dejaba propina a su responsable de limpieza (ni él se la pidió), yo tampoco lo hice... ya me iba cansando de esa discriminación étnica hacia los que no éramos de allí.

Una de las puertas del palacio de la ciudad, dedicada al pavo real
Aprovechando la buena situación del sol volvimos al Hawa Mahal para sacarle unas fotos en mejores condiciones que dos días antes.

Tras esto fuimos a Gaitor. Este lugar, que no tiene nada que ver con los homosexuales (:P), está a las afueras de Jaipur, y es un conjunto más de cenotafios al estilo de los que habíamos visto antes en Bikaner o Jaisalmer. El conjunto, como en otras ocasiones, era impresionante, aunque después de haber visto otros ya no te llama tanto la atención como la primera vez. A la entrada nos cruzamos con un insistente guía que no paró de ofrecernos sus servicios, a lo que me negué, no ya porque prefiero ver las cosas a mi aire cuando es posible, sino principalmente porque tenía a mi novia medio enferma y preferíamos ver el lugar sin prisa pero sin pausa y marcharnos al hotel. El hombre nos agobió durante cerca de un minuto, usando todas sus dotes para hacerte creer que te tiene que dar un servicio que tú sabes que no necesitas; eso es algo para lo que los indios tienen una capacidad innata, pero yo también sé decir que no, aunque bajara el precio a la mitad (50 rupias = 0,8€).

De vuelta al hotel, pidiendo para comer, tuve otra de esas conversaciones surrealistas que hacen que ir a la India merezca la pena. Quería pedir la misma pizza que pedí el día anterior, pero a ser posible menos picante, sabor que en ocasiones se consigue con chile o tabasco totalmente prescindible para mí:
- Yo: Quiero una pizza vegetariana suprema, que no pique, por favor.
- Camarero: Solo pica un poquito (el poquito de los indios puede hacerte sudar en según qué sitios, por si no ha quedado claro)
- Y: Sí, lo sé, la comí ayer. Pero hoy la quiero "no picante".
- C: Pica un poquito.
- Y: ¿No podéis hacer algo para evitar que pique ese poquito? Quitarle ese sabor picante que le dé algún ingrediente...
- C: Solo pica un poquito. Señor, una pizza sin sabor (para ellos que no pique es "sin sabor") no es posible.

Así que me la trajo igual que el día anterior... deliciosa pero picante, ¡paciencia!

Gaitor, impresionantes cenotafios a las afueras de Jaipur
Tras una tarde sin nada reseñable en el hotel, Steffi convaleciente de su malestar y yo leyendo, cenamos en el hotel. La cena fue extraña, porque aunque Ashok y su mujer no estaban y nos dejaron elegir el restaurante en el que hacerla, el menú estaba prefijado y no lo pudimos cambiar. Eran unos thalis, que podían ser vegetarianos, de pollo o cordero, que picaban bastante, que yo comí como pude y que Steffi ni tocó dado su malestar digestivo.

El día 16, cuyo primer episodio meto en esta entrada por lo corto del 15 y porque fue en Galta, que está pegando a Jaipur, amaneció mejor ya que Steffi se encontraba mejor de su tripa y tuvimos la suerte de poder hacer prácticamente vida normal. Quizá fuera la ilusión de saber que esa misma noche íbamos a dormir en Agra y que quizá viéramos el Taj Mahal ese mismo día, como finalmente ocurrió.

Gaitor, cenotafios a las afueras de Jaipur. Nótese el detalle de las murallas que bajan de uno de los fuertes hasta el lugar en el que estamos
Fuimos a Galta, que la Lonely Planet ubica a 3 kms. de Jaipur, y que si realmente está a esa distancia debe ser contando la última casa del vecino más alejado del centro de la ciudad rosa, porque desde nuestro hotel hicimos por lo menos 12 kms. y necesitamos 40 minutos por lo menos. Entiendo por qué recomiendan verlo en la ida hacia Agra, porque verlo durmiendo en Jaipur es un coñazo por lo lento que es salir de Jaipur y yendo a Agra pilla de paso.

Como siempre, en la entrada algunas personas nos dieron guerra para entrar a un sitio u otro, o para dejar los zapatos cuya recuperación conllevaría la ya conocida propina. No les hicimos ni caso, lo que queríamos ver no necesitaba que nos quitáramos los zapatos. En la guía avisaban de los agobios o incluso tocamientos que los turistas (especialmente mujeres) habían afirmado haber sentido en Galta, pero nosotros, quizá por estar a primera hora de la mañana, no fuimos en absoluto molestados una vez pasada la primera puerta del templo.

Galta, edificio más llamativo del conjunto, en un desfiladero
La vista más famosa de Galta es un pequeño templo en un igualmente pequeño desfiladero. Esa unión de naturaleza y templo indio me gustó mucho. Se anunciaba la existencia de monos y no vimos hasta llegar a la parte más alta del templo más famoso del lugar, pero una vez allí estábamos rodeados, lo cual puede impresionar al que desconfíe de unos animales que, en ocasiones, se dice que pueden llegar a ser violentos. No fue el caso, quizá también influenciados por unas horas a las que todavía estaban bostezando.

Primates en Galta, algo clásico en las escaleras que llevan a la parte alta de este templo
El lugar fue interesante, con la gente haciendo su vida diaria, sus baños en el ghat, ajenos (hasta cierto punto) a nuestra presencia, probablemente la única extranjera en aquel momento.

Y tras esto pusimos rumbo a Agra, parando en Fatehpur Sikri, pero eso será cosa de la siguiente entrada.

Galta, escena cotidiana en uno de los templos de la entrada

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