miércoles, 23 de enero de 2013

Pasión balcánica, belleza austriaca: NOVI SAD

Cambiamos de tercio para visitar un lugar diferente, en un país que no es precisamente conocido por su atractivo turístico... pero en esta vieja Europa no siempre todo es lo que parece, y también Serbia esconde lugares dignos de visita como éste, una más que grata sorpresa a orillas del Danubio.

Catedral católica de Novi Sad, con sus tejas de colores, frente al monumento a Svetozar Miletic


INFORMACIÓN GENERAL


Novi Sad es la capital de Voivodina, una provincia autónoma situada al norte de Serbia, teniendo frontera con vecinos tan distintos como Hungría, Rumanía o Croacia. Está tan solo a 80 kilómetros de Belgrado, y frente al bullicio y las multitudes de la desbordante capital serbia, para lo bueno y para lo malo, Novi Sad representa una alternativa más tranquila, con más encanto y con un innegable carácter centroeuropeo. Además ha tenido la suerte de salir algo más indemne de los últimos conflictos bélicos que han asolado a este país de la antigua Yugoslavia.

Con unos 300.000 habitantes, Novi Sad (que significa "nuevo asiento" o "nuevo jardín") es la tercera ciudad más grande de Serbia, segunda si no consideramos Kosovo parte de Serbia, región que, como muchos sabréis, está todavía hoy en disputa, y que algunos países consideran parte de Serbia y otros un país independiente. Aunque lejos de los 2.000.000 millones de Belgrado, culturalmente y económica es una ciudad de suma importancia en el país, y a nivel turístico, es probablemente la población que más potencial tenga en Serbia ahora que se va quitando el estigma de "país en guerra" que arrastra por los conflictos bélicos de los 90.

Edificios de colores presentes en cada calle del centro de Novi Sad

PATRIMONIO


Lo primero que se percibe al llegar a Novi Sad es su pasado dentro del imperio austriaco. La paleta de colores de su caserío y de muchos de sus edificios más destacados es evidente, y me sentí como en otros países centroeuropeos como Hungría, Rumanía o incluso Polonia. El casco antiguo es bastante compacto y peatonal, por lo que pasear por sus calles es una delicia.

Resulta sencillo dirigirse a la plaza de la libertad, donde se encuentra el ayuntamiento a un lado, y la catedral católica al otro. Esta moderna catedral, que data de finales del siglo XIX, sirve a la comunidad católica de la ciudad, la minoría religiosa más importante en esta ciudad mayoritariamente ortodoxa (los católicos no llegan al 10% de la población). Sus vistosos colores amarillo y blanco me cautivaron, y tiene una torre que probablemente sea la más alta de la ciudad (o al menos de su casco antiguo), coronada con unas tejas de colores que le dan un aire original. Entre ella y el ayuntamiento hay una imponente escultura de un político de la ciudad: Svetozar Miletic.

Ayuntamiento de Novi Sad
Paseando por las calles del centro llegaremos a la catedral y al palacio episcopal ortodoxos. La catedral, de mediados del siglo XIX y construida en el mismo lugar en el que existió otra iglesia ortodoxa con anterioridad, tiene un campanario con un reloj en cada una de sus cuatro caras. El interior destaca por su impresionante iconostasio, con numerosos iconos, característicos de la iglesia ortodoxa. El palacio episcopal, muy cercano, preside una pequeña plaza donde se cruzan sendas calles peatonales. Su aspecto, a pesar de ser propio de la zona, tiene una pequeña reminiscencia de estilo hispano-morisco.

Cercana al centro, aunque ya fuera de la zona peatonal, podemos encontrar la sinagoga, de principio del siglo XIX, que es testigo de la importancia que tuvo el colectivo judío en la ciudad durante muchos años. Hoy día, como en la mayor parte de Europa, no quedan apenas judíos en la ciudad, siendo la segunda guerra mundial y la creación del estado de Israel los momentos históricos en que abandonaron Novi Sad.

Impresionante iconostasio de la catedral ortodoxa de la ciudad
Terminamos la visita al centro con un palacio civil, moderno, pero que llama la atención por su estilo y su color verde: el palacio Menrat.

La visita a Novi Sad, sin embargo, no termina aquí, porque un importante pedazo del legado de la ciudad está al otro lado del Danubio. Un Danubio que, por cierto, se volvió infranqueable durante los bombardeos de 1999, ya que la OTAN bombardeó y destruyó, al menos parcialmente, los tres puentes que lo cruzan en la ciudad. Recuerdo que pude ver los pilares incomunicados de lo que quizá fue un puente que no ha sido reconstruido.

Fortaleza de Petrovaradin, vista desde el puente que la une al resto de Novi Sad
Siguiendo con el río, gigantesco ya en este punto (aún más ancho y caudaloso que en Budapest, que ya es decir), decir que separa Novi Sad de la fortaleza de Petrovaradin, ubicada en un promontorio junto al otro lado del río. Originaria del arquitecto francés Vauban, se construyó poco después de la victoria definitiva contra los turcos que devolvió a la ciudad definitivamente a manos cristianas, en 1716. Se la consideraba tan segura que los Habsburgo llevaron las joyas de la corona hasta allí durante la amenaza napoleónica. En ella se pueden visitar las galería subterráneas (no daré más datos porque yo no las visité), una inmensa terraza con vistas sobre el río y Novi Sad, o un reloj con las agujas cambiadas, siendo la más larga la de las horas, para facilitar a los barqueros el ver la hora desde el río.


CÓMO LLEGAR


Las infraestructuras ferroviarias serbias son bastante modestas, por lo que ir en transporte público es muy lento comparado con Europa Occidental. A pesar de no recordar problemas orográficos, ya que el terreno es bastante llano, necesité dos horas para ir en tren de Belgrado a Novi Sad, que distan solamente 80 kilómetros. Novi Sad está en la ruta que une Belgrado y Budapest, por lo que también existe la posibilidad de llegar desde la capital húngara, aunque el trayecto me imagino que llevará al menos 4 horas. No he ido en coche pero los mapas indican que una autovía conecta Novi Sad con Belgrado y con la frontera húngara, por lo que ir en coche sería una alternativa más rápida que coger el tren, si os apetece pasear por esta ciudad que late con fuerza en el corazón de Europa.

Palacio episcopal

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