Mandore: stupa y templo del parque más limpio que vimos quizá en todo el viaje |
Aquel día decidimos salirnos de la planificación típica de un viaje a la India, y pasar un día más en Jodhpur. No salió mal, aunque sobre todo Osian (u Osiyan) me pareció totalmente prescindible, no repetiría en caso de poder volver a atrás, y es prácticamente el único sitio del que puedo decir eso.
Comenzó el día con el viaje en coche a Osian, unos 65 kilómetros al norte de Jodhpur, con un todoterreno, que teníamos justo delante de nuestro coche, que tuvo que dar dos volantazos para evitar a dos autobuses distintos que adelantaron sin tener espacio para hacerlo... después de una semana en la India no me acostumbraba a la falta total de prudencia de los indios al volante. A la mitad del camino pasamos por un paso a nivel con barreras (subidas y/o bajadas por un par de señores, allí eso no se hace de forma automática) que estaba cerrado, y asistimos a otro ejemplo de la "ley de la selva" que impera allí en estos casos: los coches se nos colaban para pasar antes, y el tren, que no iría ni a 30 km/h, no tuvo ni gota de prisa para pasar...
Llegados a Osiyan, el templo por el que fuimos nos decepcionó. Las escaleras de acceso al mismo eran bonitas, pero con una lona azul que las cubría no se podían disfrutar igual. Los edificios en sí no tenían la carga decorativa de otros templos similares que habíamos visto con anterioridad. En el lugar éramos los únicos extranjeros, y es que Osiyan está en el centro de Rajastán, pero no pilla de paso entre las ciudades más turísticas del estado. Algunos devotos nos ofrecieron una especie de pasta de arroz en el templo, que rechazamos, por posibles cuestiones de higiene y porque no teníamos hambre.
Escalera del templo de Osian, a la que le sobraba el toldo azul |
De regreso a Jodhpur, el pueblo del paso a nivel tenía las barreras abiertas, pero eso no evitó que volviéramos a quedarnos atascados allí. En esta ocasión se debió a que varios camiones y autobuses tenían dificultades para pasar en ambos sentidos por las estrechas calles cercanas al paso a nivel. Nadie quería echar marcha atrás, y tuvimos que ser nosotros los que lo hicieran, aunque a pesar de eso un bus no nos golpeó por muy poco.
Ya en el área metropolitana de Jodhpur, paramos en una localidad llamada "Mandore", a sugerencia de Noor, que apenas nos sonaba. Resultó ser un gran descubrimiento, porque tenía un parque al que no tenían acceso los vehículos a motor, mucho más limpio de lo normal en la India, sin prácticamente turistas extranjeros, con delicados templos y stupas de colores marrones y rojizos. Allí tuvimos nuestro primer contacto con primates salvajes y fuimos una auténtica sensación para los locales. En apenas una hora, hasta 5 grupos distintos de indios nos pidieron que nos hiciéramos fotos con ellos, 3 de ellos casi al mismo tiempo, en un momento en el que nos vimos desbordados y tuvimos que decirle a la gente que "se pusiera a la cola", por favor... jaja. Vimos a un grupo numeroso de gente vestida para lo que parecía ser una gran celebración.
Mandore. Mujeres ataviadas con coloridos saris. Como buenas indias, no les costaba nada sonreír |
Ya en Jodhpur, repetimos en el restaurante con vistas en el que habíamos comido el día anterior. Allí sufrimos el mal de los restaurantes de este país, que te tienen esperando media hora después de haber pedido sin nada de comida, y de repente te lo traen todo de golpe y tienes que darte prisa para que no se quede frío... aunque el sitio volvió a gustarnos tanto como el día anterior.
Volvimos al hotel para pasar rápidamente por la habitación. Un conductor de tuk-tuk nos esperaba en la puerta, y al ofrecerme sus servicios le señalé la entrada del hotel. Le sonreí y él hizo lo mismo, consciente de que no podía ofrecerme nada en ese momento. Pero allí seguía cuando salimos, e incluso con más ganas que antes, nos volvió a ofrecer sus servicios. Me negué amablemente, y él, indignado, nos dijo: "YOU EVERYTHING NO TUK-TUK" (literalmente: "Tú, todo, no tuk-tuk"). Nos sonreímos por la muestra del inglés "de supervivencia" del que hacía gala el buen hombre, y por la capacidad de los indios para intentar hacerte sentir culpable por no usar su servicio aunque no lo necesites.
Jardines de Mandore |
Fuimos al hotel Umaid Bhawan, el más lujoso de la ciudad, en el que todavía viven los descendientes del marajá que lo mandó construir en 1929. La visita tampoco me maravilló, debido a sus restricciones.Solo se podía ver una parte de una fachada del edificio, que además era la fachada a la que no pegaba el sol en ese momento, y el museo no tenía gran cosa aparte de una ostentosa colección de coches. El edificio, muy moderno y casi más británico que indio, impresiona por sus dimensiones pero no fue de lo más bonito que vimos por allí.
Como aun quedaba tiempo y Steffi tenía antojo de comprarse una falda, con la ayuda de Noor fuimos a alguna tienda a ver qué conseguíamos. Nos llevó a un almacén, más que una tienda, a las afueras, pero ir a allí supuso tener que soportar como los dependientes nos enseñaban toda su mercancía, aunque no tuviéramos interés más que en una falda y así se lo dijéramos. Sábanas, manteles... la verdad es que se aburren y si te tienen dentro de la tienda intentan venderte los productos más caros que tienen. Como no nos gustaron las faldas, volvimos al centro.
Palacio y hotel "Umaid Bhawan" |
En la concurrida zona del reloj, Steffi compró un pantalón a 100 rupias (1,5€), y cuando buscábamos faldas de nuevo, un hombre se ofreció a enseñarnos su tienda, que tenía faldas. Le hicimos caso, pensando que era de una tienda tres puestos más allá, pero tras 5 minutos siguiendo su paso acelerado, nos dimos cuenta de que era un "cazaclientes", que nos quería llevar a una tienda más alejada, que ni siquiera era suya, para cobrar una buena comisión si comprábamos algo. En esa tienda, nos ofrecieron faldas a 3000 rupias (unos 45€), que lógicamente no nos interesaban, y por las que ni quisimos regatear (¡ese dinero es casi el sueldo medio mensual de un indio!). El cazaclientes nos dijo que conocía otra tienda con "faldas para estudiantes" (asumió que no querer pagar 45€ por una falda era "ser estudiante", ¡qué jeta!), y siguió caminando a paso ágil, siempre 30 metros por delante de nosotros, porque ni nos daba oportunidad de seguirle... cansados de esa tontería, en un cruce de calles, viendo que el hombre no se giraba para ver si le seguíamos, decidimos darle esquinazo, riéndonos a carcajadas de aquella situación surrealista.
Fuimos a descansar al hotel, donde bebiendo algo vimos la puesta de sol. Allí descubrí un plato que me encantó: "malai kofta", una especie de albóndigas para vegetarianos, con verduras por dentro y una salsa láctea acompañando. Y nos fuimos a descansar pensando en el larguísimo viaje que nos esperaba al día siguiente para ir hasta Udaipur.
Atardecer en Jodhpur, desde nuestro hotel, el "Pal Haveli", con el fuerte de Mehrangarh a mano derecha |
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