jueves, 14 de abril de 2011

Una isla marcada a fuego: Lanzarote (I) - El legado de Manrique

Lago de los Jameos del Agua
Si ya de por si la España peninsular es un territorio de gran diversidad cultural, paisajística, artística, etc... España todavía guarda sorpresas con la existencia de dos archipiélagos en el país que, sobre todo en el caso de Canarias, poco tienen que ver con la Península.

Las islas Canarias son otro mundo. No salimos de España, pero nos vamos más lejos de la capital de España de lo que lo está cualquier población marroquí o portuguesa continental, y casi cualquier francesa. El viaje en avión desde Madrid va de las dos y media a las tres horas, y cambiamos hasta de huso horario. Una vez nos bajamos del avión, el paisaje no tiene nada que ver, el color oscuro de muchas porciones de tierra recuerda más a África que a la España continental, y la arquitectura, de casitas blancas de proporciones ortoédricas también parece más propia de más allá del estrecho de Gibraltar. No es extraño, puesto que Canarias, a pesar de pertenecer a España y a la UE, está mucho más cerca de África que del continente europeo. Y por el carácter colonial que las Canarias tuvieron para los españoles, también se puede apreciar un aire americano en su arquitectura, especialmente en islas como Gran Canaria.

Casa de César Manrique y sede de su fundación
Estas islas se han hecho famosas, especialmente en Europa, por poseer uno de los climas más privilegiados del Mundo a día de hoy. Su temperatura en la costa oscila de forma permanente entre los 15ºC y los 30ºC, y sus lluvias, aunque distintas entre unas islas y otras (siendo más frecuentes en las islas de mayor relieve y más occidentales, como La Palma o Tenerife, y más escasas en las más llanas y orientales, como Lanzarote y Fuerteventura), suelen ser muy escasas. Un clima que permite a los canarios ahorrar en abrigos y potencialmente poder disfrutar de la playa en cualquier época del año. Y a pesar de eso, tienen temperaturas más suaves que las de media Europa en pleno verano.
Este clima, hoy paradisiaco, les ha causado gravísimos problemas en el pasado, cuando las frecuentes sequías hacían difícil la supervivencia. Hoy, existen desaladoras para poder beber el agua del mar y en caso de necesidad, se llevan barcos con agua potable desde la península. No extraña que sea fácil ver letreros pidiendo un uso responsable del agua.

Las islas Canarias, en su diversidad, tienen un gran punto en común: todas son de origen volcánico. Hace millones de años, las erupciones volcánicas frecuentes de la zona hicieron que emergieran estas porciones de tierra sobre el océano, que en esa zona tiene una profundidad de miles de kilómetros por debajo del nivel de las aguas. El vulcanismo se expresa en ellas de forma distinta, y si bien algunas están en la fase de creación y expansión, como Lanzarote y la Palma, con varias erupciones en los últimos siglos, otras como Fuerteventura están ya en una fase de erosión y se parecen más al vecino desierto del Sáhara que a sus islas hermanas.

Vista de la isla de la Graciosa desde el mirador del río
Y en este contexto, Lanzarote es quizá la más volcánica de las 7 islas, la que más muestra su condición y es en la que la vida gira más en torno a los volcanes, presentes en toda la isla. Y es que no hay prácticamente lugar turístico de la isla cuya esencia no sea el vulcanismo lanzaroteño.

Hace siglos, esta isla de unos 800 kilómetros cuadrados, un tamaño medio en el archipiélago (es la 4ª isla por tamaño), con su tono de tierras rojizas, marrones y negruzcas aunque con una cantidad digna de playas de arena (negras y no tanto), era un lugar inhóspito que en ocasiones no gustaba ni a sus propios habitantes, y que había sido víctima de ataques de piratas a lo largo de numerosas ocasiones. Pero el siglo XX nos trajo a César Manrique primero, y casi al mismo tiempo al turismo.

César Manrique fue un artista oriundo de Arrecife, la actual capital de Lanzarote, que nació en 1919. Estudió Bellas Artes en Madrid, y tras vivir en el extranjero, volvió a Lanzarote cuando ya era un artista de renombre internacional. En Lanzarote, centró sus esfuerzos en evitar que el creciente turismo en la isla la despojara de su identidad original y ha convertido a Lanzarote en un magnífico ejemplo de desarrollo sostenible. A día de hoy, Lanzarote escapa a los altos edificios (excepto un feo hotel en Arrecife), a los tendidos eléctricos a la vista o a las grandes vallas publicitarias. Gracias a que se escucharon los consejos del artista, hoy hay estrictas normas de urbanismo que no permiten construir nuevos edificios mientras los actuales puedan absorber el turismo que recibe la isla, por ejemplo.
Con capacidad no solo para la pintura o la escultura, Manrique demostró en su tierra un innegable talento como decorador o incluso "ideólogo" de nuevos espacios con los que disfrutar de la isla, y yo después de visitar Lanzarote me atrevería a hablar de él como un genio, casi como un "Dios" para la isla. Y es que su obra está por todas partes, y es original, única y transmite una belleza y una serenidad sin parangón. Estas son las obras a las que me refiero:

Jardín de cactus

- Jardín de Cactus: En una antigua cantera en la población de Guatiza, Manrique diseñó un jardín con cactus traídos de medio mundo, que dispuestos a modo de anfiteatro y presididos por un típico molino blanco de la isla hacen del lugar un sitio pintoresco. Son una de las últimas obras del artista, inaugurada poco antes de su muerte a principios de los 90, pero por su cercanía a Arrecife fueron mi primer acercamiento a su obra.
- Fundación César Manrique (El Taro de Tahíche): La que fuera su casa se convirtió en espacio para la Fundación que lleva su nombre poco antes de su muerte. Construida en el espacio que dejaron cinco burbujas volcánicas, representa un ejemplo del gusto del artista por el contraste entre la pintura blanca y las rocas negras omnipresentes en la isla, las piscinas de aguas transparentes y los espacios humanos totalmente integrados en la naturaleza.
Horno del restaurante de Timanfaya, que aprovecha el calor natural del subsuelo
- Horno-asador de Timanfaya: En medio de las montañas de fuego del Parque Nacional de Timanfaya, del que hablaré en la próxima publicación, Manrique colocó un restaurante con hermosas vistas del entorno y que aprovecha el calor que se desprende del interior de la tierra para cocinar. Existe un horno que usa la temperatura de 300ºC a solo 5-10 metros de profundidad y es el que se utiliza para cocinar muchas de las especialidades que se sirven posteriormente. Junto a él, los responsables del parque nacional hacen demostraciones lanzando agua a tubos con 10 metros de profundidad por el que sale expulsado el vapor en forma de geyser o metiendo ramas secas en un agujero donde empiezan a arder al instante.
- Jameos del Agua: Un "jameo" es un tubo volcánico subterráneo, por el que hace siglos corrió la lava, que ha acabado perdiendo su techo. Y el genio de Manrique supo ver de un lugar tan inhóspito un encanto que ahora podemos apreciar todos gracias a él. En el jameo "chico" instaló un bar-restaurante, y en el jameo grande una piscina blanca de aguas transparentes rodeada de palmeras, con miradores desde los que apreciar su belleza. Entre medias existía un lago de aguas de un extraño color azul, que se ha mantenido y que alberga una colonia de pequeños cangrejos albinos y ciegos que es única en el mundo de ese lago. Junto a él se ha instalado un pequeño museo que muestra el vulcanismo canario. El precio, aunque caro, merece la pena (se recomienda coger el bono para los 4 ó 6 lugares de pago creados por el autor porque sale más barato) y se puede ver tanto de día como de noche.

Jameos del Agua
- Mirador del río: La cercana isla de la Graciosa, llamada la "octava isla" por ser la más grande del Archipiélago Chinijo y por ser la octava y última isla con población permanente en Canarias, está separada de Lanzarote en su extremo septentrional por un estrecho de mar comúnmente llamado "río" por la gente de Lanzarote. Frente a la Graciosa se elevan, a gran altura, algunas de la mayores montañas de la isla. En medio de ellas, a 470 metros sobre el nivel del mar, el artista tuvo la idea de colocar un bar-mirador desde el que se pudiera ver toda la isla graciosera e incluso los islotes más alejados, no poblados, del archipiélago anteriormente citado.La vista es incomensurable, tanto desde dentro como desde fuera del bar.

1 comentario:

Iván Saeta dijo...

Lanzarote es muy bonito, pero ahora te toca hacer una entrada sobre las Cuevas de Valporquero :P