Nadie duda de que la plaza del Registán es la culpable de la existencia de Samarcanda, y casi de Uzbekistán, en el mapa del turismo mundial, aunque sea todavía como un punto poco conocido por la mayoría de los viajeros. Pero resumir la visita a la ciudad en esta majestuosa plaza sería ser injusto e ignoraría otros rincones con mucho encanto. La visita completa al Registán puede exigir medio día para verlo todo y sacar todas las fotos que a uno le puede apetecer (más la visita nocturna). Para ver el resto de puntos de la ciudad necesitaremos otro día completo.
La estrecha calle entre los decorados mausoleos de la necrópolis de Shah-I-Zinda nos hizo sentir pequeños |
Samarcanda es, tras Tashkent, la ciudad turística uzbeka que más se ha "sovietizado". Son numerosas las calles anchas por las que los coches circulan a gran velocidad, y los monumentos históricos se encuentran medianamente dispersos con grandes espacios intermedios que nos hacen creer que estamos visitando lugares aislados unos de otros. Pero tranquilos, su tráfico se parece más al de una pequeña ciudad rusa que al caos de otros países emergentes del continente asiático.
Aunque nosotros recorrimos todos los lugares de interés a pie, es probable que muchos prefieran ir en autobús, taxi o autostop. Tomando como referencia el Registán, la mayoría de zonas interesantes está al norte, aunque hay un pequeño grupo al sur.
AL NORTE DEL REGISTÁN
Al este del Registán sale una calle peatonal, moderna, flanqueada por edificios de una sola altura, y que no parece uzbeka. Es la calle "Tashkent". Los edificios a los lados son tiendas dirigidas a extranjeros, con recuerdos o productos que potencialmente nos pueden interesar. Aunque el regateo es imprescindible, pasa como en casi cualquier otro sitio del país; los vendedores no agobian, y su comportamiento es más parecido al de una tienda de Europa que al de los pesados vendedores marroquíes, turcos o indios (por citar tres países que conozco).
La gigantesca mezquita Bibi Khanum |
Al final de la calle nos encontraremos con otro edificio imponente: se trata de la mezquita Bibi-Khanum. Está en ruinas, pero ¡qué ruinas! Resulta increíble pensar que en algún momento toda la superficie que queda entre los altos muros pudo estar ocupada por un solo edificio.
Esta mezquita lleva el nombre de la esposa del omnipresente Tamerlán, y se cuenta que ella lo mandó construir durante una de sus campañas militares, por lo que estamos hablando de que el edificio original es del s. XIV. Las dimensiones hablan por sí solas: la puerta de entrada tiene casi 40 metros de altura, y el área es de unos 160x110 metros. El edificio, que ya estaba en desuso con anterioridad, sufrió un terremoto en 1897 y no se ha recuperado desde entonces. En 1974, se emprendieron acciones para intentar devolverle su antiguo esplendor, y por ejemplo al menos parte de los azulejos que hoy luce son de esta época, aunque se hayan respetado los colores tradicionales. Como curiosidad, un inmenso corán de piedra preside la parte central del conjunto.
Vista exterior de la mezquita Hazrat, más moderna |
Desde aquí el resto de lugares de interés del norte de Samarcanda quedan cercanos. A pocos metros de la mezquita se encuentra el mercado de Samarcanda. Más que como lugar turístico, este mercado sirve para tomarle el pulso a la ciudad, y es un buen lugar para comprar frutas y verduras o cambiar dinero (ilegalmente, como hace todo el mundo). Al contrario del mercado de Tashkent, no recuerdo haber visto restaurantes interesantes para comer.
Cruzando una calle ancha llena de tráfico llegamos enseguida a una mezquita más modesta, la mezquita "Hazrat". Originalmente ha habido ahí una mezquita desde el s. XIII, pero la actual es del s. XIX. Tiene el aspecto clásico de las mezquitas uzbekas hoy en día, con un techo con unos artesonados muy coloridos.
Detalle del artesonado del techo de la mezquita Hazrat |
La siguiente parada de este periplo sería a Afrosiyab. Samarcanda presume de ser una de las ciudades pobladas desde más antiguo a nivel mundial (hace poco celebró su 2750 cumpleaños), y Afrosiyab fue el lugar en el que se estructuró la ciudad desde el s. VII-VI a.c. hasta el XI d.c. Realmente hoy es poco más que una colina herbosa y vallada en la que vimos ovejas pastando. En su recinto se ha construido un museo que muestra objetos allí encontrados. Como ya nos pasó en Jiva, y en otros países en vías de desarrollo, los museos dejan un poco que desear, no por falta de calidad de las piezas mostradas, sino por las escasas explicaciones que dan sobre las mismas o el poco tacto a la hora de exponerlas (con poca iluminación, mal colocadas, etc.). La caminata entre las mezquitas y este museo también influyen a la hora de calificarlo como "prescindible" en la visita a Samarcanda.
Lo que no es prescindible es el siguiente lugar que vimos: la necrópolis de Shah-I-Zinda. Para ello tendremos que volver sobre nuestros pasos y en la mezquita Hazrat girar a la izquierda, hacia el este. Esta necrópolis es un conjunto de pequeños mausoleos construidos entre los siglos XI y XIX, estructurados en torno a una estrecha calle central. En tiempos de Tamerlán ésta fue la necrópolis de su imperio, y de hecho en ella descansan varios de sus familiares.
Cúpula interior de uno de los mausoleos del complejo Shah-I-Zinda |
Dos decenas de edificios, la mayoría decorados con vistosos azulejos azules y de color turquesa, nos dejaron impresionados. Alguno de los mausoleos está abierto, y por dentro son tan bonitos como por fuera.
AL SUR DEL REGISTÁN
A unas 10-15 minutos a pie del Registán, hacia el suroeste, se encuentran dos mausoleos que centran el interés. El primero es el de Rukhabad, un modesto (al menos comparándolo con lo visto anteriormente) edificio de ladrillo del s. XIV que también carece de decoración por dentro. Pagamos por entrar a verlo y no nos dijo gran cosa.
Interior del mausoleo Gur-Emir |
Muy distinta fue la visita al mausoleo de Gur-Emir. Este edificio, también en ruinas y también parcialmente reconstruido durante la época soviética, es junto a la mezquita Babi-Khanum y Shah i Zinda, el tercer plato fuerte de la Samarcanda ajena al Registán. La construcción de este mausoleo fue ordenada por Timur, en 1403, tras la muerte repentina de su nieto favorito, heredero al trono. Cuando en 1405 murió Tamerlán, en pleno invierno, fue enterrado aquí, ante la imposibilidad de trasladar su cuerpo a Shahrisabz por causas climatológicas. Samarcanda y Shahrisabz solo están separadas por 90 kms., pero con unas altas montañas que las separan. El edificio que iba destinado a ser su mausoleo perdió así el uso para el que estaba previsto. Al final, este mausoleo samarcando también acoge los cuerpos de UlughBeg, nieto de Tamerlán y gobernante también de la zona, y de los hijos de Tamerlán Shahruj y Miran Shah.
El interior está decorado en colores azul y dorado, al estilo de la madraza Tilya Kori del Registán. La restauración de este monumento, como pasa con otros muchos edificios uzbekos (especialmente en Samarcanda) ha provocado controversia, porque le ha dado al edificio un aspecto excesivamente moderno. Parece que se quiere ocultar, al menos en parte, que estamos ante un edificio con 600 años de historia.
Vista exterior del mausoleo Gur-Emir, en el que yace el cuerpo de Tarmelán |
La práctica totalidad de estos edificios es de pago, y aunque los precios que se piden a los turistas no están escritos en ningún lado y no me extrañaría que variaran a gusto del taquillero de cada uno, en ningún caso nos parecieron caros: entre 1 y 3€ cada uno, si la memoria no me falla.
Y con esto ya se puede dar por completada la visita más básica a esta ciudad de leyenda.
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