martes, 19 de abril de 2016

Encrucijada mediterránea: SICILIA

La mayor isla del Mediterráneo es un lugar fascinante. Casi permanentemente invadida, y además por civilizaciones tan dispares que van de los griegos a los aragoneses pasando por romanos, bizantinos, árabes y normandos, en ella se da una de las mayores concentraciones de patrimonio monumental del sur de Italia, solo con permiso de Nápoles y sus alrededores.

Templo de la Concordia, en Agrigento, que se conserva entero a pesar de sus 2700 años de historia. En primer plano una escultura moderna.
A caballo entre Europa y África sin pertenecer estrictamente a ninguna de las dos, y a medio camino entre el Mediterráneo oriental y el occidental, Sicilia puede romper los esquemas de los que ya se hayan paseado a lo largo y ancho de la Italia peninsular, si es que no eran ya suficientemente complejos.


ARQUITECTURA DE SICILIA, A TRAVÉS DE SU HISTORIA



Con contadas excepciones, como Paestum, que está en el sur de Campania (cerca de Nápoles), los mejores edificios de origen griego en Italia, y posiblemente del mundo fuera de la Grecia actual, están en Sicilia. Teatros como el de Siracusa o el de Taormina y templos como los de Agrigento nos han llegado en muy buen estado, casi intactos, y en ocasiones se mezclan con modificaciones posteriores hechas por los romanos. Porque como es natural, hasta aquí llegó también el imperio romano, y si no que se lo digan a la villa del Casale, en Piazza Armerina, con su nutrido repertorio de mosaicos.

Cae el imperio romano y le siguió el bizantino, cuya influencia se ve especialmente en el interior de edificios tales como las catedrales de Monreale y Cefalù, la sublime iglesia de la Martorana y la capilla Palatina, estas dos últimas en Palermo.

La Capilla Palatina, en Palermo, es uno de los mejores exponentes del arte bizantino existente en Sicilia
La historia siguió su curso, y los sarracenos invadieron Sicilia. Todavía hoy, tanto la gastronomía como la arquitectura presumen de cierto carácter árabe sin comparación en Italia; no en vano durante más de dos siglos fue parte de su territorio. En la primera disciplina se hace notar en el abundante uso de las berenjenas o las uvas pasas, amén de otros platos más descaradamente magrebíes como el cuscús, cuya variante de pescado es la más apetitosa. En el apartado arquitectónico queda reflejado en el carácter "mestizo" de algunos de sus edificios, en un estilo singular que, salvando las distancias, me recordó al mudéjar español: iglesias como San Giovanni degli Eremiti o San Cataldo presumen de unas cúpulas moras, y una obra cumbre como la catedral de Monreale también hace claros guiños al arte árabe, especialmente en el claustro. Un estilo árabe que en muchos de los casos se mezcla con el estilo normando, llamado así porque es el de los edifios creados durante la dominación normanda de Sicilia, que siguió a la árabe. Sí, yo también me preguntó cómo llegaron hasta aquí los normandos, un pueblo de lo que hoy es el noroeste de Francia, sin haber conquistado las tierras que median entre Normandía y el sur de la Italia actual.

Pero Sicilia es una isla compleja; cuanto más al este, más se diluye esa influencia árabe-normanda-bizantina en la arquitectura. Posiblemente porque el terremoto de 1693 destrozó la mayoría de ciudades de la zona, como Catania, Noto o parte de Siracusa, en esa tierra el barroco es el rey, ya que ese estilo era el que estaba de moda en la época en la que se reconstruyeron. El esplendor barroco es probablemente el legado patrimonial más visible de la época de dominación española, que abarcó cinco siglos si se incluye la de la corona de Aragón anterior a la creación de España como la conocemos hoy. Fachadas curvas, cóncavas y convexas, e interiores recargados en los que la decoración lo abarca todo son frecuentes especialmente en el sureste de Sicilia.

Claustro de Monreale, de estilo normando con claros guiños al mundo musulmán
Y para terminar esta rápida introducción a Sicilia, no podía faltar el Etna, su volcán por excelencia, venerado y temido, que lo mismo emana la lava con la que se hacen edificios que ha destruido ciudades enteras a capricho. Sus erupciones a corto plazo son demoledoras, pero a largo plazo dejan tierras sumamente fértiles en las que crecen árboles frutales o viñas, entre otros. Catania, Aci Castello o Randazzo son tres ejemplos de poblaciones que han usado la piedra volcánica en sus edificios.

De todas formas, el Etna es la montaña más famosa de una isla que sorprende por las numerosas montañas que tiene. Nada más llegar al aeropuerto de Palermo nosotros divisamos las primeras, junto al mar, y desde el tren se ve que la orografía del interior de Sicilia ha dejado pocos sitios planos para que se asiente la población, que tradicionalmente siempre se ha localizado, principalmente, en la costa.

La catedral de Catania, segunda ciudad siciliana, es uno de los ejemplos del arte barroco nacido tras el devastador terremoto de 1693

CÓMO LLEGAR



Con este resumen, no sería de extrañar que a uno le entraran las ganas de ir a Sicilia. ¿Y cómo llegar? La mejor forma es el avión; en la época de las compañías de bajo coste se pueden encontrar vuelos directos desde España, como los que ofrece Vueling a Catania y Palermo (desde Barcelona) o Ryanair (desde Girona). Aunque desde otros aeropuertos es probable que nos veamos obligados a hacer escala en alguna ciudad de la Italia peninsular.

El tren creo que no resulta lo más apropiado, ya que aunque se ofrecen trenes entre Sicilia y la península itálica, nadie nos libra de tener que cambiarnos a un barco para pasar el estrecho de Messina. Además, la gran distancia entre el sur de Calabria y las zonas más pobladas del centro o norte de Italia hacen que el viaje sea bastante largo, incluso aunque los trenes sean cada vez más rápidos.

Catedral de Palermo, con ese estilo normando tan personal
Existen rutas en barco; aparte de entre Messina y Reggio di Calabria u otras poblaciones calabresas, también entre Palermo y ciudades portuarias del centro-sur, centro y centro-norte de Italia, como Nápoles, Civitavecchia y Livorno respectivamente. Estas opciones pueden ser interesantes si uno quiere llevarse su propio coche para explorar la isla, pero poco prácticas en caso contrario.


CÓMO RECORRER SICILIA



La idea de alquilar coche en Sicilia no me hacía excesiva ilusión: por un lado incrementaba el precio del viaje y por otro los sicilianos no tienen fama de ser especialmente disciplinados conduciendo. Una vez estás allí ves que esta segunda afirmación es muy cierta; en Sicilia los coches solo paran en un paso de cebra cuando no hacerlo significa atropellar al peatón, y no tienen problemas en pasarte a escasos centímetros mientras cruzas, ni tampoco en aparcar sobre el paso de cebra o en cualquier intersección. No es un pueblo que trate demasiado bien a los peatones, y los semáforos son ignorados en cierta medida.
Otro inconveniente de moverse en coche es la carencia sistemática de sitio para aparcar de la que adolecen las ciudades sicilianas. Y no solo las grandes, en Agrigento, con solo 60.000 habitantes, vimos ya no doble fila sino incluso "triple fila".
Sin embargo, a muchas zonas rurales, especialmente del interior, solo se podrá ir en coche.

Teatro greco-romano de Taormina, con el Etna, parcialmente escondido entre nubes, al fondo
Nosotros nos movimos casi exclusivamente en tren y las sensaciones fueron positivas. Es cierto que no hay infinidad de trenes y que llegan solo a las poblaciones más grandes, pero para un viaje de 9 días nos apañamos bastante bien con ellos. Las principales líneas van de Palermo hacia el oeste (Trapani), sur (Agrigento), este (Messina) y sureste (Catania), con precios populares. La línea que recorre la costa jónica, de Messina a Siracusa pasando por Catania, también ofrece muchas frecuencias, y sirve para ver Taormina. Ojo ya que muchas estaciones, entre ellas precisamente la de Taormina, están mal ubicadas para ver la ciudad; esto se debe a que están o bien lejos, a varios kms., o bien con un elevado desnivel entre la estación y la ciudad. Aparte de Taormina, esto pasa en ciudades un tanto más secundarias en la demografía siciliana como Enna o Caltagirone, que yo me planteé visitar.

Las guías que nos llevamos al viaje insistían en que en la batalla entre el bus y el tren ganaba casi siempre el bus, teniendo precios similares y siendo más rápido que el tren. Nuestra experiencia, sin embargo, no me permite ver con tan buenos ojos al bus; no es más barato (es parecido o más caro) y en la mayoría de rutas no es más rápido. La ventaja que ofrece es que siempre está cerca del centro de las poblaciones y que llega a más lugares que el tren. Nosotros, que siempre hemos preferido viajar en tren frente a hacerlo en bus, dimos preferencia al primero salvo que no fuera recomendable.


CUÁNDO IR



Los propios sicilianos nos recomendaron no acercanos por allí en pleno verano. Es posible que en esta norma se puedan poner dos excepciones: la primera sería la costa, especialmente si vamos interesados en un turismo de sol y playa, como el que cada año, por ejemplo, llena Taormina y sus alrededores. La segunda excepción sería subir al Etna, ya que con sus más de 3.000 metros, el verano es sin duda la mejor época para subir hasta los cráteres a mayor altura sin quedarse "pajarito".

El interior es extremadamente caluroso y seco en verano. Estamos a la misma latitud que zonas españolas como Murcia o Almería, también famosas por esa rigurosidad en el clima en esa época.

Las laderas del Etna nos hablan de las múltiples erupciones del único gran volcán activo de Europa. En marzo todavía suele haber nieve
Sin ser tan frío como otros sitios de Europa, sí que quizá lo sea suficientemente como para no recomendar tampoco la visita en pleno invierno, que además suele ser la época de más lluvias.

Nos quedan entonces primavera y otoño, por norma general, como mejores momentos para abordar Sicilia. Por el tipo de bosque que tiene la isla, me atrevería a decir que el otoño no da el colorido que se ve en otras regiones más al norte, así que me inclino a creer que es mejor la primavera, con los naranjos y los limoneros con frutos, el campo con flores y el Etna con nieve. Nosotros fuimos a finales de marzo y aunque llevamos algo el abrigo y nos llovió ligeramente, en general las temperaturas fueron templadas y la lluvia, lo poco que hizo acto de presencia, fue en forma de chirimiri.

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