lunes, 30 de noviembre de 2015

Un volcán multicolor, azufre y trabajadores incansables: el IJEN

Tras hablar del Bromo, no podía dejar de hablar de la otra zona volcánica de Java Oriental que visitamos, la del Ijen, igualmente inolvidable. Y a pesar de ser volcanes en ambos casos, son zonas muy distintas. Si bien en el Bromo el color que predomina es un gris oscuro, en el Ijen las tonalidades son más vivas y alegres, protagonizadas por el verde de los bosques que rodean el volcán, el amarillo del azufre que éste emite y el azul turquesa del agua del cráter. Puede parecer pintoresco, diría incluso que lo es, pero al mismo tiempo es un pedacito de infierno en la tierra, y explicaré más tarde por qué.

La caldera del Ijen, en una pequeña tregua que nos dio el humo
Pero empecemos por el principio.


¿QUÉ ES EL VOLCÁN IJEN Y DÓNDE ESTÁ? OS AYUDO A LLEGAR.



El volcán Ijen, o "kawah Ijen" en el idioma local, es un volcán en el extremo oriental de la isla de Java (Indonesia), famoso por su belleza y por los trabajadores que sacan azufre de él. Se encuentra situado cerca del estrecho que separa Java de Bali, aproximadamente a poco más de una hora en autobús del puerto javanés para ir a Bali (Ketapang), a pesar de que la carretera tiene su tramo montañoso.

Para llegar hasta allí, lo más común es contratar los servicios de una agencia que ofrezca un paquete para ver el Ijen desde Bali o Yogya. El paquete más común (que nosotros cogimos) es el Yogya - Bromo - Ijen - Bali en 3 días y 2 noches, pero existen otros, por ejemplo volviendo a Yogya o empezando y acabando en Bali, o desde Surabaya... nuestro paquete nos costó poco menos de 100€ por persona, lo que es un precio estándar, e incluía las 2 noches de hotel con desayuno y los maratonianos traslados: Yogya - Bromo (en tren y en todoterreno), la visita al Bromo, Bromo-Ijen (en minibús), los traslados para ver el Ijen y luego el viaje Ijen - Ketapang más el barco; no incluía el traslado en Bali desde Gilimanuk hasta la zona turística de la isla (que son unos 130 kms. por los que pagamos 35€ entre los dos aproximadamente por un coche privado). Hay agencias que sí incluyen este desplazamiento, tenedlo en cuenta.

Un par de aventureros con sus mascarillas. La mía me quedaba pequeña (no están acostumbrados a mi tamaño) y me hacía un daño...
Una vez allí nos ofrecieron dos posibilidades: subir al amanecer (cita a las 4 de la madrugada) o poco después de la medianoche. La segunda opción permite ver el llamado "blue fire", una extraña reacción natural que se ve en el volcán, una luz azul que emite y que solo se puede ver con noche cerrada. Sobre el "blue fire" hay desde gente que lo encuentra fascinante a otros que les decepciona. Pero cansados de ya dormir solo 5 horas la víspera por ver el Bromo y por las 6 horas de viaje en bus, finalmente nosotros decidimos pasar del "blue fire". Decir que verlo es algo más caro que ir al amanecer, ya que hay que pagar un guía que es solo "optativo" si subes al amanecer.


VISITA AL IJEN



Se sale a las 4 de nuestro hotel (del que hablaré después) y uno cree que en apenas unos pocos minutos llegará al lugar desde el que empezar a subir, pero no; necesitamos unos 45 minutos en el minibús para llegar a su base. Las carreteras secundarias, a veces llenas de baches y el paisaje tropical pero de montaña tienen la culpa, aparte de una distancia que era mayor de lo esperado (estimo que sí que había 20-25 kms.). El bus nos dejó en el parking, y desde ahí hay que empezar a subir a pie.

Quizá sea que estamos acostumbrados a las rutas de media y alta montaña, pero no encontré que la ruta fuera tan difícil como comentan algunos viajeros, pero desde luego tampoco es "regalada". Hay que subir unos 400 metros de desnivel que nosotros recorrimos en 75 minutos aproximadamente, no sin parar de vez en cuando para recuperar el aliento. Justo al empezar la subida se nos "pegó" un local que decía trabajar llevando azufre (cuando nos enseñó sus músculos de la espalda nos quedó claro que lo hiciera aún o no desde luego que lo había hecho), con un inglés muy limitado pero una sonrisa perenne. Cuando estábamos a unos 10 minutos de la cresta del volcán nos dejó unas mascarillas que llevaba muy a mano y que agradecimos ya que el hedor empezaba a hacerse muy desagradable.

Una vez en la cresta te sacude la visión de ese paisaje extrañísimo, amarillo, gris, azul... y la nube fétida te llega de lleno. Puedes empezar a bajar por donde lo hacen los trabajadores del azufre, un camino deplorable en el que no es difícil tropezar y caer, que si para nosotros suponía un riesgo, imaginaos para la gente que sube con 80 kgs. de peso en sus espaldas. Y cuanto más bajas, más espectacular es la visión de la fumarolas, del azufre amarillo solidificado que generan, y más te haces a la idea de que estás en un pintoresco pedacito de infierno en la tierra.

Uno baja hasta donde quiere bajar. A pesar de la toxicidad del aire del lugar, y de haber letreros advirtiéndolo, mi sensación fue que podríamos haber bajado hasta el punto mismo en el que se saca el azufre. Ningún letrero nos prohibió continuar, y desde luego que nuestro guía no mostró reparos en llevarnos hasta las mismas bocas del infierno, por donde el azufre sale a altas temperaturas. Pero por desgracia no teníamos mucho tiempo, solo nos dejaron 2:30 h. en el Ijen (lo que es claramente insuficiente) y nos daba respeto bajar hasta casi el nivel del "agua", así que dimos marcha atrás.

Vista de la caldera del Ijen con lo que le ha hecho famoso: su azufre y su caldera de color turquesa
De vuelta a la cresta, nuestro guía se despidió de nosotros, pidiéndonos las mascarillas y la propina. Yo pensaba darle 100.000 rp (unos 6,5€) pero cuando iba a sacar el billete de 100.000 casi me sacó de la cartera junto a él un segundo billete de 50.000 rp (lo cual sumaba casi 10€). Me quedé paralizado con su descaro, pero no reaccioné. Casi 2h. de compañía no solicitada (aunque reconozco que nos facilitó la vida) por 10€, que es lo que más o menos consiguen en un día completo cargando azufre, lo cual significa unos 4 viajes. No me extraña que cada vez más trabajadores abandonen la rutina de la carga del mineral por un turismo cada vez más numeroso y que sin duda les permite sacar más dinero con menos esfuerzo.

Caminamos unos minutos por la cresta, pero el reloj no nos daba para más. Una lástima, ya que en el punto en el que estábamos, el humo se dirigía a nosotros y las fotos son, por tanto, mejorables. Caminar 15 min. por la cresta nos habría valido para evitar el humo en las fotos y sacar de forma más nítida el fabuloso azul turquesa del lago, tan bonito como letal: en 2008, el científico canadiense George Kourounis midió su pH y dio como resultado un 0,5, algo similar al ácido de una batería de coche. Vamos, que parece agua pero en buena medida debe ser ácido sulfúrico. El intrépido investigador incluso se atrevió a navegar en canoa por el lago y a mostrar el poder de acidez del líquido sumergiendo una lata de refresco en él, que se empezó a disolver al instante. Tenéis más fotos de su experiencia aquí.


LOS TRABAJADORES DEL IJEN



Sin lugar a dudas, estos superhombres de pequeño tamaño, son otro de los motivos por los que merece la pena visitar el Ijen. Se mueven a diario en uno de los lugares de trabajo más hostiles del mundo, no llevan apenas protección frente a la toxicidad del humo que inhalan (un pañuelo húmedo que se ponen en la cara, o ni eso), y que se les solidifica en el pelo, y llevan por un camino de cabras un peso a sus espaldas que supera con creces su peso corporal. La media de peso que llevan anda en torno a los 80 kgs. y teniendo en cuenta que medían de media 1,55-65 m. aproximadamente y que estaban delgados estimo que no llegaran a los 70 kilos. Toda una especie de "sherpas" a la javanesa.

El interesante reportaje que hizo Jon Sistiaga en la zona (aunque sensacionalista en exceso) mostraba la adaptación que el ser humano hace a ese trabajo. Estos mineros desarrollan al extremo el músculo trapecio, en la parte superior de la espalda, para hacerse inmune al esfuerzo de transportar sobre él 80 kgs. de peso. Incluso se les desarrolla un pequeño canal por el que pasan la vara de madera que une los dos canastos en los que llevan el azufre. El crujido de la tabla que une los canastos era peculiar y claro, les seguía allá donde iban, como si fueran gatos atados a un cascabel.

Un servidor con nuestro guía (derecha) y el primer trabajador cargado que nos cruzamos (centro). Yo soy grande (mido 1,90) pero prometo que ese obrero no llegaba a 1,60. Pero iba aparentemente sobrado como para dedicarnos una foto y unos segundos de su tiempo
A pesar de la dureza de su trabajo, se producen dos situaciones paradójicas: la primera es que aunque el sueldo es miserable, 300€ al mes por sacar un azufre que llegará a Occidente costando 15 veces lo que pagaron a los mineros por él, este sueldo es muy superior al sueldo medio en esa zona del mundo (que estimo que puede ser de la mitad de dinero), por lo que hay gente que teniendo otro trabajo lo deja por hacerse minero.
La segunda situación paradójica es que uno podria pensar que el humo inhalado a la larga acorta la vida de estos intrépidos currantes. Y eso dicen muchas de las webs que he visto; sin embargo, un estudio reciente decía que la salud de los trabajadores es mejor de lo que cabría pensar, y que incluso su esperanza de vida es superior a la del indonesio medio. ¿Por qué? Parece que el esfuerzo físico que hacen a diario les mantiene en forma y eso compensa la toxicidad de los gases que respiran a diario. Ni que decir tiene que muchos indonesios llevan una vida tan sedentaria como la que podamos tener aquí en Occidente, y diría que es uno de los países más fumadores del mundo; la mayoría de hombres fuma, que no las mujeres (pasa como en España hace 60 años). No me atrevería decir qué humo es más tóxico, si el del tabaco o el del volcán, aunque algunos mineros prefieren no elegir y hacen su trabajo con el pitillo en la boca.

Como curiosidad, en la propia caseta en la que se pesa el azufre y se paga a los trabajadores por él, se venden figuritas, con motivos infantiles, hechas con el azufre extraído, por apenas 1€. Nosotros nos trajimos un par de ellas que ahora decoran el salón. Jamás pensé que el azufre pudiera tener usos decorativos :)


DÓNDE ALOJARSE



Como pasaba en la entrada referida al Bromo, al llegar con una agencia no pudimos elegir el alojamiento. Nuestro hotel asignado era el Arabica homestay, y nuestra experiencia fue tan mala como la de otros viajeros en ese hotel. Lo peor de todo es que les da igual; no tienen apenas competencia y las críticas negativas que se acumulan en internet no les preocupan demasiado. Quizá si algún emprendedor se atreviera a ofrecer algo mejor por el mismo precio en esa zona...

No vimos el lugar de día, así que no pudimos juzgar uno de los pocos puntos positivos que se destacan: el emplazamiento natural y sus vistas. Lo demás todo mal. A pesar de que el propietario de nuestro hotel en Yogya nos dijo que avisáramos de que íbamos de su parte, que él iba a visitar el hotel poco después y que si no quedaba satisfecho buscarían otra cosa, nos dieron como bienvenida una habitación lamentable: el WC no iba, había espacio justo para las dos camas, las paredes eran de uralita (en mi vida he visto algo semejante) y hacía frío dentro. Nuestra sospecha es que esas habitaciones están pensadas para los conductores (pero no se las deseo a ellos tampoco) más que para los clientes. Nos quejamos y conseguimos al menos que nos pasaran a una habitación triple en la que el WC funcionaba y teníamos el doble de superficie, pero el resto era igual de triste.

Los tubos por los que el volcán emana el azufre, en plena actividad
En el restaurante, de una escueta carta hubo que descartar parte del menú porque de eso no tenían, por lo que al final casi casi comimos lo que había. Fue uno de los peores restaurantes de todo el viaje, sino el peor.

Resumiendo: a evitar a toda costa. Aunque la incomodidad mereció la pena por ver este impresionante lugar. Entre dormir y verlo y no verlo por no dormir allí, recomiendo la primera opción.

Aparte de un paisaje impresionante, es una muestra etnológica fascinante, un lugar donde el ser humano parece ir más allá de sus límites.

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