viernes, 24 de octubre de 2014

La mayor concentración monumental de Asia Central: JIVA (I). Muralla y visitas extramuros

Hoy os traigo el primer lugar de toda Asia Central que fue declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO, allá por 1990. Como carta de presentación no es mal dato, aunque detrás de los datos están los lugares, y la verdad es que Jiva (Khiva en inglés) es de los que dejan huella en el grupo de escogidos que la visitamos. Y no es para menos.

Lado oeste de las imponentes murallas de Jiva
Jiva es la ciudad turística uzbeka más aislada del resto, ubicada al suroeste de Uzbekistán, muy cercana a la frontera con Turkmenistán (apenas 15 kms.); lo demás pilla lejos, a unos 500 kms. de Bujará, la ciudad turística uzbeka que le pilla más cerca, y a más de 1000 de Tashkent, la capital del país. A pesar de su aislamiento, sin embargo, casi ningún visitante de Uzbekistán se la pierde... ¿por qué será? Lo diré rápido: porque es a buen seguro la mayor concentración de edificios históricos de Uzbekistán y de toda Asia Central por metro cuadrado; porque la peatonalización de parte de la zona amurallada permite visitar Jiva con la paz de una ciudad europea, pero con todo el encanto de Oriente; porque es distinta a Bujará y Samarcanda, al ser sus edificios de épocas y estilos distintos. Porque es la ciudad uzbeka que mejor ha explotado su encanto, permitiendo fácilmente subir a sus murallas o minaretes, aparte de entrar con un solo ticket a la inmensa mayoría de sus lugares de interés. ¿Sigo? Primero hablaré un mínimo de sus avatares históricos, que nos servirán para entender un poco mejor la Jiva de hoy.

HISTORIA


Asia Central, una región del mundo conocida por sus estepas interminables y por su vida nómada, no es nómada por completo. Las aguas de los ríos Syr Darya al norte y Amu Darya y sus afluentes, con sus aportes de agua traídos de las "estribaciones" del Himalaya, permitieron desde muy antiguo el asentamiento de población sedentaria en ciudades milenarias, como Samarcanda o Konya Urgench, por citar solo dos ejemplos.

Muchas de estas ciudades hoy se sitúan en el moderno Uzbekistán, aunque que compartan país no significa que sean muchas veces similares culturalmente. El caso es que esas poblaciones, tradicionalmente sedentarias, han ayudado a conferir una personalidad diferenciada a Uzbekistán de la que no pueden presumir tanto algunos de sus países vecinos; la colectivización de la tierra provocó un sedentarismo "forzoso" a kazajos y kirguikos que sus vecinos uzbekos llevaron mejor, por ser sedentarios antes de que llegaran los bolcheviques.

Antes de la llegada de los rusos, durante siglos Uzbekistán fue administrado por pequeños reinos llamados "kanatos" o "janatos", ya que estaban administrados por un "kan" o "jan". Jiva caía en el de Jorezm, cuya capital fue la ciudad actual de Konya Urgench (literalmente "vieja Urgench", hoy ubicada en Turkmenistán), condición que mantuvo hasta que el caprichoso cauce del río cambió su rumbo hacia el norte. Jiva pasaría a ser la capital tras esto, gobernada por unos reyes que actuaban hasta finales del s. XIX como una especie de señores feudales, con todos los derechos y poderes, siendo especialmente sanguinarios.
Uno de los episodios que mejor refleja su sed de sangre fue cuando pidieron ayuda al imperio ruso para contener a un janato rival, en el siglo XVIII, a cambio de pasar a ser un protectorado de ese país; los rusos, por la lentitud de las comunicaciones y el transporte, llegaron varios meses después, cuando el kan ya no necesitaba su ayuda. Tras alojar a los varios miles de soldados llegados en auxilio de Jiva con todas las comodidades, el jan ordenó matar a todos, a excepción de dos, cuyo cometido fue contar al zar ruso lo que había pasado, para hacerles saber cómo las gastaba el señor kan de Jiva. Se dice que la cabeza del jefe militar de aquel batallón fue enviada al jan de Bujará, como "regalito"...

Puerta oeste de la muralla de Jiva, junto al minarete más famoso de la ciudad, el "Kalta Minar" (pequeño minarete), inconcluso pero espectacular
Los rusos, que tenían muchos frentes abiertos, tardarían mucho en vengarse, pero en 1873, en una época de expansionismo colonial (no solo de Rusia, sino de media Europa), conquistaron el janato de Jiva, así como otros janatos cercanos: Bujara, Tashkent o Kokand, todos en el moderno Uzbekistán.

Con cortos lapsos de tiempo de independencia de los rusos, Jiva acabó perteneciendo a la Unión Soviética en 1924. El mapa de las repúblicas soviéticas fue cambiando con el tiempo (debido en ocasiones a los caprichos de Stalin), pero por lo general Jiva perteneció a la república de Uzbekistán, con lo que en 1991, cuando la URSS cayó, Jiva pasó de ser soviética a ser uzbeka.

JIVA HOY


En una zona poco poblada, gobernada por el desierto, el río Amu Darya proporcionó el agua suficiente para que se asentara vida sedentaria en esta especie de oasis. Hoy todavía el agua del río sigue siendo un soporte imprescindible para la principal industria del país y del Jorezm, la región en la que se asienta Jiva: el algodón. Es de tal importancia que Uzbekistán y Tayikistán mantienen unas relaciones muy tensas, hoy en día, por las obras que este último está haciendo en el curso del Amu Darya para construir una presa que les proporcione energía hidroeléctrica. Para los profanos, deciros que el algodón consume mucha agua... tanta que el mar de Aral se ha secado por el masivo cultivo de algodón. Aunque no toda la culpa es del algodón... las precarias técnicas de los soviéticos han provocado que se pierda mucha agua por el camino, debido a faraónicas canalizaciones no siempre bien impermeabilizadas.

El turismo es una industria en auge, pero todavía poco desarrollada. El país no se ha hecho el hueco en la industria turística que su arquitectura se merece, aunque las previsiones son buenas. Como un agradable círculo vicioso, la llegada de turistas provoca que se abran nuevos negocios privados para ellos, como Bed and Breakfasts del gusto europeo o restaurantes; esto provoca que los turistas que visitan el país queden satisfechos, y el "boca-oreja" llevará a más viajeros a este singular país en el futuro. Las autoridades también han ayudado al flexibilizar las concesiones de visados, mucho más fáciles de conseguir que en los primeros años post-soviéticos.

Al-Khorezm, padre del álgebra, representado en una escultura junto a la puerta oeste y a la "madraza-hotel"
Al viajero que llegue a Jiva, lo primero que le llamará la atención es, posiblemente, la falta de gente por las calles. Esta carencia se debe, principalmente, a que los soviéticos declararon Jiva como "museo al aire libre", y debido a esto la parte más monumental de la zona amurallada fue vaciada de habitantes, que fueron recolocados en otras zonas. El Uzbekistán independiente no ha alterado esta situación. No obstante, tanto al norte como al sur de esa parte monumental y sin salir de las murallas, apenas a unas decenas de metros, se conservan viviendas de adobe y madera en las que hoy viven los habitantes de Jiva; pero naturalmente, el grueso de la población vive extramuros.  Este hecho provoca sentimientos contradictorios: por un lado, se agradece la tranquilidad absoluta para pasear por Jiva, alterada solamente por unos vendedores de recuerdos/artesanía que no resultan en absoluto molestos (ojalá aprendieran en otros lugares, como Marruecos), pero por otro sí se echa de menos ver a más nativos, comer en restaurantes en los que coman ellos, o ver el día a día de una ciudad uzbeka más en su esencia... Samarcanda y Bujará nos darán una visión opuesta a la paz y aislamiento de Jiva, más agradable para algunos, menos para otros.

¿QUÉ VISITAR?


Si cogiéramos el mapa de Itchan Qala, la ciudad amurallada de Jiva, habría que seleccionar la estrecha parte central, comprendida entre las puertas oeste y este, y decir: aquí está todo, entra a todo lo que veas si te apetece, que apenas tendrás que salir de ese pequeño rectángulo lleno de edificios históricos. Es un área pequeña, pero muy densa, y que te puede tener entretenido, si quieres entrar a todas partes y no tienes prisa, todo un día entero, o incluso parte de un segundo.

¿Qué tiene ese rectángulo? Un gran muestrario de edificios de estilo persa del siglo XIX principalmente, al ser el de mayor prosperidad de la ciudad. Esto es un rasgo que la distingue de Samarcanda o Bujará; en la primera, buena parte de la arquitectura es de Tamerlán (s. XIV) o sus sucesores más cercanos, como su nieto Ulugh Beg, mientras que en Bujara la arquitectura está a medio camino, es del siglo XVI, aunque tiene edificios de hasta el s.X. Jiva, por tanto, pudo disponer de técnicas más modernas que dan otro aire a la ciudad. 

Vista de Jiva subidos a las murallas de la ciudad. Al fondo se pueden apreciar las murallas del arca (palacio real de los janes), una madraza y el mausoleo de Pakhlavan Makhmud.
Al contrario que Bujara o Samarcanda, aquí no veremos madrasas decoradas casi enteramente de azulejos; el ladrillo "color ladrillo" es predominante, junto al adobe, aunque esa nota de color la ponen los minaretes, que son sin lugar a dudas los más vistosos del país, con alguna pequeña excepción. Pero vayamos por orden.

¿CÓMO VISITAR JIVA?


La visita bien puede empezar en la puerta oeste, reconstruida a principios del siglo XX, que además es el punto en el que se venden las entradas a los edificios históricos de la ciudad. Por un precio de unos 8€, el ticket es válido 2 días, y da derecho a entrar a los principales edificios históricos de la ciudad. Eso sí, para 3 de ellos hay que pagar suplemento; no es casualidad que esos 3 lugares cuenten entre los más interesantes de la ciudad, lo que muestra que la avaricia por sablear al turista de la que Uzbekistán estaba libre va llegando de la Europa que les visita... aunque aún, por suerte, están muy por detrás. Estos 3 edificios son el arca (el palacio real de los janes/kanes de Jiva), la subida al minarete "Islam Hoja" y el mausoleo Pakhlavan Makhmud. De todas formas, ese "rectángulo" donde se ubican la mayoría de lugares de interés de Jiva será abordado en una segunda publicación para no alargar tanto ésta, e indicaré qué merece la pena visitar y qué no.

Aparte de ese rectángulo, recomiendo dar aunque solo sea un pequeño paseo a los barrios al norte y/o al sur de la ciudad amurallada, sin salir de ésta, para ver las modestas casas de arquitectura popular en las que hoy viven los habitantes de Jiva. Hechas fundamentalmente de adobe y madera, están rodeadas de calles de tierra que nos recuerdan, sin salir de la ciudad amurallada, que estamos en un país en vías de desarrollo, con una economía modesta, aunque poblado por gente que se contenta con lo que tiene (sorprendentemente, es un país en el que apenas vimos mendigos).

Volviendo a las murallas, y aunque son pocos los que lo hacen, decir que se puede subir a ellas... es un precario acceso junto a la puerta norte, una especie de mezcla entre rampa y escaleras, que no a todo el mundo le resultará fácil de subir... el paseo que se proporciona una vez arriba, abarca todo el norte de la ciudad, desde el arca, junto a la puerta oeste, hasta una "calva" de la muralla cercana al mercado, un poco antes de la puerta este. No hay medida de seguridad alguna en las murallas, pero hay que tener mala pata para caer de ellas debido a que son muy anchas y la superficie es bastante regular. Pero recomiendo tener cuidado caminando por ellas.

Lado sur de las murallas de Jiva. Se pueden apreciar una especie de tumbas incrustadas en la pared inclinada... no tengo ni idea de si son tumbas ni del motivo por el que están ahí
Fuera del reciento amurallado, recomiendo dar un buen paseo junto a la muralla, porque sus gruesas paredes, "con barriga", son impresionantes. Las partes sur, casi todo el día, y oeste (al atardecer), son las más fotografiadas, y esta última muestra un rincón especialmente romántico, curiosamente donde no hay muralla :) Es junto a la escultura de Al-Khorezmi, padre del álgebra del s.VIII-IX, que posa con unas ropas y una postura muy orientales junto a la puerta oeste, delante de la madraza reconvertida en el hotel Orient Star, y del Kitor Minar, el gordo minarete, símbolo de Jiva.

Aparte de las murallas, extramuros solo conviene alejarse para ver el palacio de Isfandiyar, que nos permite cambiar el chip sin cambiar de ciudad. En una ciudad tan persa como ésta (aunque con un toque diferenciador de Bujara y Samarcanda por la originalidad de los minaretes de Jiva), representa un toque frescura y originalidad este palacio, que se visita en apenas 20 minutos, pero que merece la pena. La entrada está incluida con el ticket que ya habremos comprado bajo la puerta oeste.
Isfandiyar (o Narallabay, que es como aparece escrito en el edificio en sí) es el capricho de uno de los ultimos janes de Jiva, de idéntico nombre, cuando la ciudad se encontraba bajo la órbita rusa; se usó como su palacio de verano. Las vicisitudes históricas lo han dejado sin mobiliario y lo que hay que ver allí se reduce a las paredes decoradas con vistosos colores y a una especie de ¿estufas? empotradas en las paredes, también muy coloridas. El estilo es una mezcla entre el gusto ruso y el uzbeko; solo pudimos visitar un edificio del complejo, porque el resto, que si no me equivoco incluye el harén, estaba en fase de restauración. Si desde el complejo nos dirigimos hacia el sur, podremos encontrar una madraza reconvertida en bar-discoteca, que nos encontramos abierta, vacía y con la música a tope un sábado a las 12 de la mañana. Uzbekistán es un país que sorprende :)

Un servidor junto a una de las "estufas" (o lo que demonios sea) del palacio de Isfandiyar. Por color que no sea.
El "rectángulo de oro" de Jiva queda para una próxima entrada en el blog, que espero escribir muy pronto.

DÓNDE DORMIR


Las opciones son diversas, y será difícil encontrar un solo hotel que no esté bien ubicado, puesto que las distancias son mínimas. Nosotros nos alojamos en el Meros Bed and Breakfast, intramuros y junto al arca y la puerta oeste, y lo recomiendo vivamente. Mi única crítica sería hacia el colchón, duro y que "gruñía" ante el más mínimo movimiento. Aunque, y sin que sirva de disculpa, los colchones no son el fuerte de los hoteles uzbekos en general (de 4 hoteles, solo 1 tuvo un colchón digno a mi juicio). El hotel nos permitió sumergirnos en el encanto de la ciudad, al ser una casa de adobe típica de allí, con una azotea que brinda unas vistas espectaculares de la ciudad, y donde existe la opción de pedir que te traigan la cena (hay que avisar con antelación). El precio es muy ajustado (35$ la habitación doble en 2014), y sus encargados, unos hermanos, fueron el personal de hotel más amable que nos encontramos en Uzbekistán, un país donde la hospitalidad es proverbial. Para más información aquí.

La opción de alojamiento más famosa de la ciudad, no obstante, es el hotel Orient Star, ubicado en la madraza que el Kalta Minor tiene a su lado. No obstante, el precio es parejo a la fama y algunas personas que duermen allí se quejan de las limitaciones que un edificio histórico como ése tiene (habitaciones pequeñas, posiblemente frías o húmedas, etc.). El encanto de dormir en una antigua escuela coránica ha de ser enorme, pero cada uno que elija.

Decoración típicamente uzbeka en uno de los salones del hotel Meros