jueves, 27 de marzo de 2014

Joyas maragatas: ASTORGA y CASTRILLO DE LOS POLVAZARES

Hace tiempo ya que quiero escribir de la que es seguramente la excursión con mejor "calidad/precio" desde León pero siempre acabo escribiendo sobre otro sitio... pero ya está, aquí está mi entrada dedicada a Astorga y el pueblecito más hermoso de la comarca: Castrillo de los Polvazares.

Palacio episcopal de Astorga, obra de Gaudí
La Maragatería es una comarca del centro de la provincia de León. Su capital, Astorga, se encuentra en el extremo este de la comarca, y es el único núcleo medianamente urbano de una comarca con un marcado carácter rural; bueno, todo lo urbana que pueda considerarse una población con algo más de 12.000 habitantes... que aun así bastan para agrupar al 75-80% de la población de la comarca.
Astorga se ubica a medio camino de las dos grandes ciudades de la provincia, a unos 47 kms. al oeste de León y a algo menos de 60 kms. de Ponferrada hacia el este, sirviendo de unión a ambas, ya que es un punto de conexión importante entre la vía que sigue el camino de Santiago (N-120, Logroño-Burgos-León-Astorga) y la A-6 (Madrid - la Coruña). A pesar de su reducido tamaño es una población muy importante a nivel histórico no solo en la provincia, sino en todo el país, debido a su pasado bimilenario, que nos indica que fue una de las principales poblaciones del imperio romano en la península, que es sede episcopal desde tiempos remotos y que por estos y otros motivos aglutina un conjunto monumental muy grande para el tamaño actual de la población. De hecho, para mí es sin lugar a dudas la población más interesante de la provincia solamente tras la propia capital. Si a eso juntamos el encanto de Castrillo y las posibilidades gastronómicas, desde luego que estamos ante un buen plan para una excursión de un día si se está cerca, y combinado con León capital o con el Bierzo, un lugar perfecto para un fin de semana o incluso un puente.

HISTORIA


Astorga presume de haber nacido antes del comienzo de nuestra era, y esto se debe a que fue fundada por los romanos poco antes del nacimiento de Cristo. Primero fue campamento romano, como León, hasta convertirse en ciudad, siendo una de las más importantes del noroeste peninsular, junto con las actuales Lugo, Braga (Portugal) o la propia León. Su nombre, "Asturica Augusta", se debe a la relativa cercanía a uno de los pueblos de la península ibérica más rebeldes frente a Roma: los astures. Por lo que etimológicamente Astorga y Asturias tienen un pasado común, aunque la primera no pertenezca a la segunda, sino a la provincia de León.

Tal fue la importancia de Asturica Augusta que la Vía de la Plata nació como la vía que la unía con Emérita Augusta (actual Mérida), camino que sigue vertebrando el oeste español todavía hoy, aunque no exento de polémica; del tradicional camino entre Astorga y Mérida de la época romana se ha pasado a denominar Ruta de la Plata una evolución de la anterior, que une Sevilla, o incluso Cádiz, por el sur, con Gijón por el norte, ruta que yendo por su camino más recto no pasa por Astorga, algo que molesta a los astorganos ya que se ha dejado de lado a una de las dos poblaciones referencia del trazado romano, y se ha extendido "artificialmente" a Andalucía y Asturias, ajenas al mismo.

Vista parcial de la fachada de la catedral de Astorga
Se cree que Astorga ha sido sede episcopal al menos desde el siglo III de nuestra era, siendo esa época una de las de mayor prosperidad de la ciudad, principalmente debido a que era la población a la que llegaba el oro extraido del (relativamente) cercano yacimiento de las Médulas, en el Bierzo, del que ya hablé en una entrada anterior. Y el hecho de ser sede episcopal le ha otorgado a la ciudad los que son sus dos edificios más vistosos, la catedral y el palacio episcopal, aunque sus fechas de construcción son muy posteriores, como es natural...

Con la Edad Media, Astorga irá perdiendo protagonismo frente a la vecina ciudad de León. Bajo el reino leonés, no obstante, siguió teniendo una cierta importancia ya que temporalmente, y por causas como alguna revuelta mora en León, se tiene documentado el traslado de la capitalidad a Astorga durante pequeños periodos de tiempo. También en esta época se fue asentando el camino de Santiago, en el que Astorga siempre ha sido una de las plazas de mayor importancia, contando siempre con numerosos hospitales de peregrinos.

Ya en época más moderna, Astorga vivió momentos convulsos durante la ocupación francesa, siendo de las primeras poblaciones en levantarse en armas contra el ejército de Napoleón. Algo más tarde la pujanza de la industria alimentaria y la llegada del ferrocarril y las autovías han consolidado a una población que sin embargo nunca ha vuelto a vivir el esplendor de la época romana. A día de hoy, el turismo también reporta unos jugosos ingresos a la población, que recibe visitantes por su importancia cultural, histórica y gastronómica.

¿QUÉ VER EN ASTORGA?


El primer reclamo puede ser el romano. Pero por desgracia a mi juicio éste no es el punto fuerte de Astorga, y diré por qué. Mientras que en otros sitios como Tarragona, Lugo o no hablemos ya de Mérida, los edificios romanos que han llegado hasta nuestros días son grandes, muy bien conservados e imponentes, de Astorga por desgracia no nos llevamos la misma impresión. Y no es que se haya borrado de la faz de la tierra la huella romana de Astorga, sino que se ha conservado solamente lo menos vistoso: termas, cloacas (todavía en uso) o una cárcel, todo visitable, eso sí, contactando con la oficina de turismo. Del foro apenas se conservan vestigios, y como complemento a esto tenemos algún mosaico como el del oso y los pájaros, ubicado en una de las zonas termales conservadas.

Los maragatos marcan las horas... detalle de la fachada del ayuntamiento de Astorga
Pero la falta de vistosidad de los restos romanos se ve claramente compensada con otros alicientes; empezando por su catedral, que si bien no es tan famosa como la de León, impresiona por tamaño y factura. Cuenta con rasgos de varios estilos como el gótico o el barroco, y con piedra de varios colores (me imagino que por ser de épocas distintas de construcción o incluso de varias canteras distintas) rojizo, marrón, crema... y representa el poder de esta sede episcopal, poco conocida aun siendo una de las más antiguas de todo el país, así como nada despreciable en cuanto a tamaño. Aparte de toda la mitad oeste de León, abarca buena parte del norte de la provincia de Zamora y el este de la de Orense.

No nos alejamos mucho de la catedral para ir al otro edificio episcopal, situado en la misma plaza, que es el palacio episcopal. Que hoy ese palacio sea un edificio modernista obra de un archiconocido arquitecto catalán llamado Antoni Gaudí, es todo un azar del destino... resulta que en 1889 es obispo de Astorga un paisano y amigo de Gaudí, de Reus (Tarragona) como él, y decide encargarle la construcción de un nuevo palacio tras la destrucción del anterior a causa de un incendio. Las obras comenzaron y solo 4 años más tarde, en 1893, el obispo Grau falleció, por lo que Gaudí perdió su mayor motivación para hacer el palacio a lo que hubo que sumar sus desacuerdos con el cabildo... desacuerdos económicos y también de concepto, ya que Gaudí quería construir un edificio demasiado grande y ostentoso para el gusto conservador astorgano. Tras un parón que se alargó durante años, de 1907 a 1915 otro arquitecto cogió el testigo y finalizó la obra. Este último arquitecto siguió en general el diseño dejado por Gaudí, aunque eliminando elementos de tal forma que resulta algo más austero que lo que Gaudí ideó.
Como curiosidad, decir que nunca se llegó a utilizar como palacio episcopal en sí, es decir, como residencia del obispo, y por iniciativa de otro obispo, fue convertido en 1956 en lo que es hoy: el museo de los caminos. Un interesante museo que, además de permitir ver la obra de Gaudí por dentro, enseña objetos para mostrar la relevancia de Astorga como cruce de caminos, de tal importancia como el camino de Santiago o la vía de la plata. Se trata de uno de los tres únicos edificios de Gaudí ubicados fuera de Cataluña, junto a la casa Botines de León y el Capricho de Comillas (Cantabria).

Las murallas de Astorga no se conservan completas, pero sí en un porcentaje digno de mención, y sus alrededores han sido embellecidos de tal modo que bien merece la pena tenerlas en cuenta durante nuestra visita. Concretamente en el parque Melgar se puede sacar la que es una de las fotos más típicas de Astorga, con el parque y la muralla en primer plano tapando parcialmente el palacio episcopal y la catedral, ubicados por detrás. En total se conservan algo más de 2 kilómetros de muralla que circunvalan buena parte del casco antiguo y que están ahí desde época romana, aunque muy transformados a posteriori, especialmente en el medievo.

Vista nocturna del palacio episcopal, sede del museo de los caminos

Otro espacio de la ciudad interesante es la plaza mayor, un armónico conjunto de edificios presidido por un ayuntamiento muy similar al de otras poblaciones leonesas como Ponferrada o León (en esta última ha habido hasta tres ayuntamientos; me refiero al de la plaza mayor). En él dos muñecos vestidos con el traje típico maragato marcan las horas golpeando con un mazo la campana que se ubica en la parte alta de la espadaña.

MUSEOS


Acabo la visita cultural citando alguno de los museos astorganos, aparte del citado museo de los caminos del palacio episcopal, claro está. El primero que me viene a la cabeza ha de ser obligatoriamente el museo del chocolate, producto muy ligado a Astorga, que se sigue produciendo en la ciudad y que se sigue vendiendo de todos los tipos y maneras, incluyendo de colores fosforitos como el visitante podrá ver en algún escaparate. El museo del chocolate de Astorga muestra ese mundo que rodea al chocolate, desde su historia, su forma de fabricación o viejos utensilios tradicionales. Al final se puede degustar y comprar el chocolate astorgano en el mismo museo.

Otro museo que tiene buena pinta (pero que no conozco, seré honesto) es el museo romano, ubicado en otro edificio "poco vistoso", como dije arriba, pero de gran valor histórico: la "Ergástula", que se cree que fue una cárcel de la época romana. Entre muchos otros objetos romanos, en el museo destacan las "pinturas pompeyanas".

GASTRONOMÍA


Mencionado ya el chocolate, Astorga tiene unos cuantos motivos más para merecerse un sitio destacado en la gastronomía leonesa e incluso nacional. Podemos empezar por sus mantecadas, una especie de magdalenas especialmente típicas allí y conocidas en todo el país; se puede continuar con los hojaldres, bien llenos de miel y que marcas como "Alonso" comercializan en la zona (marca que por cierto tiene todo un imperio en la provincia en forma de numerosos bares-chocolatería).

Aunque el gusto salado no se queda atrás, ubicándose en Astorga el centro que acoge a la IGP "Cecina de León", sabroso embutido ahumado hecho con carne de vaca y de aspecto parecido al jamón, que se hace en toda la provincia, especialmente en las zonas montañosas del norte. Pero es otro producto el que provoca que haya gente que haga centenares de kilómetros para ir a Astorga... el cocido maragato. Un cocido hecho con los mejores embutidos y legumbres de la zona, con la peculiaridad de que se come al revés que el resto de los cocidos: se empieza por el plato fuerte, la carne, se pasa luego a los garbanzos con berza y se acaba con la sopa. ¿Y por qué? Pues está extendida la leyenda que dice que se debía a la guerra de la independencia... que para luchar contra los franceses se comía primero la carne por si no daba tiempo a comerlo todo habiendo que salir corriendo a batallar... pero parece que la verdadera razón hay que encontrarla más allá, en los arrieros, profesión muy extendida en la zona antiguamente. Como llevaban la carne cocida fresca en sus zurrones, se la comían primero y acababan con una sopa calentita, ya en una posada, para entonar los estómagos con el calor. Más detalles aquí.

CASTRILLO DE LOS POLVAZARES


No me cabe duda de que Astorga no le habrá sabido a poco a nadie, pero es que además, por si no fuera suficiente, agrupa en su municipio uno de los pueblos más bonitos de la provincia. A solo 6 kms. del centro de Astorga, por una carreterita local, pero en cierto modo a años luz arquitectónicamente, se ubica Castrillo de los Polvazares. Este pueblo, genuinamente "caminero" (se hace notar en su estructura el estar atravesado por el camino de Santiago), muestra un encantador color anaranjado, color de la piedra usada en las casas, típica de la arquitectura rural maragata. Y también del empedrado, no apto para mujeres con tacones, aunque en el caso de este último estemos ante algo reciente, apenas de los años 50 del siglo XX. Eternamente anclado en la edad media, Castrillo también se ha hecho un hueco gastronómico y numerosos restaurantes del pueblo ofrecen el ya mencionado cocido maragato.

Una vista del delicioso pueblo de Castrillo de los Polvazares

Recorrerlo apenas os llevará una hora, porque el tamaño de Castrillo es realmente reducido, pero será una hora encontrando rincones preciosos en un pueblo con el que aprovecho para cerrar este capítulo dedicado a la Maragatería, la comarca del corazón de la provincia de León.

domingo, 9 de marzo de 2014

La ciudad imperial amable: MEKNÉS

De las cuatro ciudades imperiales marroquíes, Meknès es la de menor tamaño y la que menos tiempo ha sido capital del territorio que hoy es Marruecos. De hecho, su cercanía a Fez provocó que se viera eclipsada y viviera siempre a la sombra de la considerada capital cultural de Marruecos.

Puerta de Bab el Mansour, símbolo de Meknés y probablemente la más hermosa de todo Marruecos
Sin embargo, a Meknès (que algunos traducen como "Mequínez" al español, aunque su uso es limitado y a mí me suena feo) a día de hoy le viene bien la cercanía a Fez (65 kms.). Y es que Meknés, la quinta ciudad más grande de Marruecos, carece de un aeropuerto comercial fácilmente accesible, pero eso se ve compensado con las buenas comunicaciones que tiene tanto por tren como por autopista con Fez al este y con Rabat y Casablanca al oeste, e incluso con Tánger al norte, también accesible por ferrocarril.
Estas posibilidades han hecho que empiece a despegar el turismo en esta interesantísima ciudad, pero de forma más "llevadera" que en Fez o Marrakech. Aquí no hace falta que estéis alerta para evitar que os engañen sus habitantes, ni tampoco merece la pena tener miedo a perderse por la medina o siquiera plantearse el contratar un guía; Meknés tiene el encanto de una ciudad marroquí, con la puerta más bonita del país, bonitos minaretes o una plaza que nos recordará a la Djemaa el Fna... pero sin los inconvenientes que puedan azotar a Fez o Marrakech. Todo un lujo, más desconocido, que recomiendo a todo el que se plantee visitar a nuestros vecinos del sur.

HISTORIA


Meknés, como ya he dicho, pasó buena parte de su historia a la sombra de Fez, como una capital de provincias de tamaño medio, pero lejos de la importancia de su vecina. Pero todo eso cambió de la noche a la mañana, cuando Moulay Ismail trasladó la capital de su imperio a Meknés en 1675, poco después de comenzar su sultanado (en 1672), para evitar las frecuentes revueltas que siempre ha sufrido la vecina ciudad de Fez. Ismail, que falleció en 1727, es probablemente el sultán más importante históricamente de la dinastía alauita (que reina todavía hoy en el país), y el único que gobernó el país desde Meknés. Los más de 50 años que reinó desde esta ciudad fueron sin duda los de mayor gloria de la misma, con la construcción de una inmensa ciudad imperial que él mismo quiso convertir en una especie de Versalles marroquí, con 40 kilómetros de murallas, puertas monumentales y palacios dignos de la especie de gran rey absolutista que era, buen amigo de su homólogo y coetáneo francés Luis XIV. Cruel y sanguinario, Ismaíl supo mantener a los otomanos fuera de Marruecos, y conquistó algunas plazas europeas en el norte de África, como Tánger (inglesa), Larache o Asilah (españolas); algunas fuentes calculan que en su harén había más de 500 mujeres y que tuvo más de 1000 hijos. Todas estas cifras reflejan las dimensiones y la personalidad grandilocuente de este soberano, y la ciudad imperial de Meknés es el reflejo de la que él quiso que fuera su capital.

Mausoleo de Mulay Ismail, con un interior ricamente decorado
A la muerte de Ismaíl Meknés no pudo retener la capitalidad, por lo que siguió una época de cierta decadencia, mitigada más tarde con la llegada de las comunicaciones que cité anteriormente. No obstante Meknés hoy ha sabido retener parte de la gloria de esos efímeros 52 años y hoy se muestra ante nosotros como una orgullosa capital imperial que nada tiene que envidiar a las otras tres, todas de mayor tamaño y fama: Marrakech, Fez y Rabat.


QUÉ VER EN MEKNÉS


En Meknés veremos una ciudad que representa el ideal de ciudad marroquí de un hombre, el citado Mulay Ismail, y de una época, los siglos XVII y XVIII. Hay edificios destacables de otras épocas, pero en número y en importancia el protagonismo se lo llevan sobre todo los construidos con Ismail. Esto es algo que le diferencia de Marrakech o de Fez, donde la importancia de ambas ciudades a lo largo de los siglos hace que más épocas se vean representadas en su arte.

El icono de la ciudad es sin lugar a dudas la puerta de Bab el Mansour, que además de ser la puerta más hermosa de la muralla de Meknés es la más bonita de Marruecos y, posiblemente, el monumento más destacable de todos los que mandó construir Moulay Ismail. Esta puerta, acabada en 1732 (por tanto no vista en vida por quien la mandó construir), y de una monumentalidad indiscutible, curiosamente no tiene mucha función como puerta actualmente, ya que no permite el paso de tráfico de vehículos y apenas el de personas, que sí pasan junto a ella. La calle a la que da la puerta es la que separa (o une) la medina con la ciudad imperial.

Plaza el Hedime, con la puerta de al Mansour al fondo
De hecho, no hace falta ni separarse de la puerta para ver la plaza que actúa de lugar de reunión en la ciudad, una especie de versión encogida de la marrakechí Djemaa El Fna en Meknés. La plaza El Hedime (que significa "plaza de las ruinas") acoge también a comerciantes, contadores de cuentos y todo tipo de gente de lo más extravagante para el viajero occidental, aparte de una nutrida oferta de restaurantes con terrazas a pie de plaza o en las azoteas de los edificios. Si bien no tiene tanta vida ni es tan grande como la de Marrakech, sí tiene más coherencia que su hermana mayor, con una forma rectangular y edificios más homógeneos a su alrededor. Su estructura también sirve para vertebrar y unir la ciudad imperial con la medina, el zoco semicubierto de artesanos y de ropa de sus lados norte y este con un no menos animado mercado cubierto de comida en su lado oeste, sin olvidar la citada puerta Bab el Mansour. Pasar por esta plaza a cualquier hora del día nos permitirá ver distintos ambientes y es más que recomendable. Como pasa en Marrakech, lo que ocurre en esa plaza en buena medida poco tiene que ver con el turismo; es más bien una representación cultural de Marruecos, y la disfrutan tanto los turistas como los habitantes de Meknés.


LA MEDINA


Una vez presentados los iconos, tan cercanos entre sí como que pertenecen el uno al otro, de la ciudad imperial y de la medina, conviene abordar ambos por separado.

Callejuela típica de la medina de Meknés, con un característico color crema
Sin salir de la plaza, es altamente recomendable el museo Dar Jamai. Como me pasa con otros museos de ciudades como Marrakech o Fez, mi sensación en ese museo fue la de que valía más la pena por el edificio por dentro que por el contenido expuesto. Las salas construidas y decoradas al estilo marroquí son magníficas, llevándose la palma un salón en el que no falta detalle. El pequeño patio es de estilo andalusí y en él me llamaron la atención los detalles de las puertas y la fuente. El precio, como siempre, popular (10 dirhams si no recuerdo mal, esto es, poco menos de 1€)

El-Hedime se puede considerar ya parte de la medina, aunque para sentirnos en una medina marroquí deberemos dejar la plaza. Cualquiera de las pequeñas calles que se dirigen hacia el este y especialmente las del norte de la plaza (justo donde está la entrada al museo por el que acabamos de pasar) nos meterán de lleno en el zoco, lleno de estrechas calles donde en un aparente caos se venden todo tipo de productos. Y digo aparente porque, como pasa en el resto de Marruecos, hay un orden estricto y los vendedores se agrupan en gremios y se han de poner en un lugar concreto...

Una de las salas del museo Dar Jamaï
Como ya dije más arriba la medina de Meknés tiene el tamaño ideal; no es ni tan minúscula como para salirse en cuanto demos cuatro pasos, ni tan grande como para perderse. Si la medina de Marrakech tiene el color rojo como emblema, y en Fez reinan el gris del cemento, el blanco de la cal y el verde del islam, representado en sus edificios religiosos, en Meknés los edificios suelen tener un color crema anaranjado que es el que preside ya la plaza el Hedime. Tendremos que movernos entre calles así para alcanzar los edificios más destacados de la medina, que son la gran mezquita de Meknés y la madraza o medersa Bou Inania, junto a ella. La primera será casi imperceptible a nuestros ojos, excepto por una trabajada puerta de acceso que, cuando la veamos, no nos dejará indiferente. Como en la mayoría de mezquitas marroquíes tenemos prohibida la entrada los no musulmanes.
Sí podemos entrar a la madraza (escuela coránica) a cambio, y debemos hacerlo, puesto que será el mejor edificio que veremos en Meknés ajeno a Mulay Ismail, y una de las más hermosas escuelas coránicas del país. Esta madraza, del s.XIV, nada tiene que envidiar a sus homólogas de Marrakech y Fez, y por apenas 20 dirhams nos mostrará cómo eran estas escuelas. Aparte de visitar el precioso patio central, y las minúsculas habitaciones de los estudiantes, tenemos la posibilidad de subir a la azotea para disfrutar de las vistas que tendremos del minarete de la gran mezquita y de otros minaretes diseminados por la medina. Escuchar el canto del moecín desde ahí es estremecedor.

Madraza Bou Inania, la joya de Meknés previa a Mulay Ismail
Aparte de para ver el ajetreo diario de Meknés, sin que nadie moleste al turista como pasa en Fez, la medina no tiene muchísimos más edificios de primer orden turístico. Puede ser una buena idea desplazarse a pie hasta su extremo norte, donde se ubica una puerta vistosa (Bab Berdaine), junto a la cual tenemos la mezquita Berdaine, del s. XVIII y protagonista de un derrumbamiento en 2010 que segó la vida de 41 personas (un servidor no ha tenido noticia de esta tragedia hasta que ha empezado a redactar este escrito). El minarete que se cayó hoy está totalmente reconstruido a semejanza del anterior.
Saliendo por la puerta nos encontraremos con un gran cementerio donde, aparte de reinar más las malas hierbas de lo que un occidental está acostumbrado a ver en un camposanto, tiene un mausoleo de un líder religioso importante para el islam, Sidi Ben Aïssa.

LA CIUDAD IMPERIAL


Dejamos la medina para ahora pasar a conocer la ciudad imperial de Meknès. En este conjunto, de grandes dimensiones, en ocasiones puede ser necesario la ayuda de un taxi, especialmente para desplazarse hasta los lugares más lejanos (estanque de Agdal y los graneros y caballerizas que tiene al lado). Hay que regatear el precio antes de usar un taxi porque si bien muchos taxistas llevan taxímetro o piden cantidades justas por el desplazamiento (muy barato para un europeo) también los hay que se pueden aprovechar...

Estanque Agdal
Pero comencemos por la parte más cercana a la medina. Podemos entrar a la ciudad imperial por la famosa Bab El Mansour si está abierta o por otra cercana puerta algo más al este. Nos encontraremos con una inmensa plaza, con puertas decoradas, y calesas pensadas para el turista. En la parte más occidental tenemos una calle por la que podemos llegar a otra gran plaza, presidida por una explanada bajo la que se encuentra una cárcel (prisión de Cara) y el pabellón en el que el sultán recibía a los mandatarios extranjeros: Al Koubat Khayatine. El que estén pegando la cárcel y este pabellón no sé si quiere expresar algo... ambos son visitables por 10 dirhams aunque a mi juicio es una visita prescindible.

Una puerta monumental aunque de firma más moderna que las anteriores, nos acerca de inmediato al mausoleo de Mulay Ismail. Aunque otros mausoleos del estilo están vetados a los no musulmanes, en este caso somos libres de entrar, y además lo haremos gratuitamente. Esto es una buena noticia, ya que es uno de los lugares más destacables de Meknés. El crema anaranjado de Meknés aquí deja paso a un amarillo que comparte protagonismo con los azulejos que presiden todo edificio histórico marroquí. Tras pasar varios patios vacíos llegamos a las salas cubiertas que protagonizan el conjunto. Aquí habrá que descalzarse y conformarse con una de las salas ya que el lugar en el que reposan los restos del sultán es accesible solo a nuestras miradas. Curiosamente, el mausoleo fue construido a principios del s. XVIII por lo que el sultán pudo ver el edificio en el que descansaría su cuerpo una vez muriera décadas antes de fallecer. Se pueden sacar las fotos que queramos en los patios y salas pero está prohibido hacer vídeos. Se requiere vestir de forma correcta para la moralidad musulmana (sin ser necesario el velo para las mujeres).

Detalle del mausoleo de Mulay Ismail
Tras esto, podemos recorrer la ciudad imperial a pie, aunque puede resultar un tanto monótono hacerlo por largas avenidas rodeadas por murallas en las que veremos alguna puerta monumental que, además, en algunos casos no podremos ni fotografiar... se trata del palacio real, que es el mismo que usó Mulay Ismail y que todavía hoy sigue usando el rey de Marruecos cuando visita la ciudad. No obstante, aunque el primero se hiciera llamar "sultán" y ahora se les llame reyes, no dejan de ser de la misma dinastía... como curiosidad, entre las recias murallas podemos encontrar un campo de golf, con unos olivos en los que unos campesinos estaban recogiendo la aceituna cuando yo estuve por allí; o llegar hasta el estanque Agdal, tras unos 20-30 minutos a pie, un lugar de esparcimiento para los habitantes de Meknés, que además, sin querer, descubrimos que es un bonito lugar para disfrutar de una puesta de sol. Este estanque fue mandado construir por Ismail para regar los jardines de la ciudad imperial. Junto a él se encuentra un inmenso edificio medio en ruinas que fue utilizado como granero y caballeriza. El precio de la entrada es popular, como siempre (10 dirhams) pero a mí, personalmente, no me aportó gran cosa su visita.

Como estuvimos dos días completos en la ciudad, y quizá con uno y medio, incluso con solo uno, sea suficiente para disfrutar de los mayores encantos de Meknés, tuvimos tiempo para disfrutar de otros lugares menos turísticos. Disfrutar de una puesta de sol en la parte de la ciudad nueva que está justo tras el río que la separa de la medina fue uno de esos pequeños placeres que uno se puede permitir cuando le sobra tiempo.

Atardecer con vistas a la medina de Meknés

¿DÓNDE DORMIR?


Meknés, como otras ciudades históricas de Marruecos, permite la experiencia de dormir en un riad. Riad significa "jardín" y también designa a las casas tradicionales de las medinas marroquíes, muchas utilizadas hoy para alojar turistas, y que son otro encanto más del país en sí mismo. En este caso nosotros escogimos uno precioso, y pudimos incluso dormir en su habitación más grande y lujosa por un precio que sigue siendo muy competitivo (40€ la noche, habitación doble). La ubicación era excelente, apenas a a 2-3 minutos de la plaza el Hedime, y de Bab el Mansour, en una calle de la medina, fácil de encontrar. Si a eso sumamos la amabilidad de todos sus empleados, no me queda otra más que recomendarlo plenamente. Se llama Riad Hiba.

Para los que prefieran un hotel más occidental, los encontrarán en la ciudad nueva.

COMO LLEGAR


Meknés se encuentra en el eje oeste-este principal del país, que la une con Casablanca y Rabat al oeste, y con Fez (solo 30-40 minutos de tren), Taza y Oujda al este. Ese eje es el que siguen tanto la autopista como la vía de tren. Por el norte, desde Meknés se llega en tren a Tánger.

Nuestra habitación del Riad Hiba