sábado, 12 de octubre de 2013

Viaje a la India, día 20: Delhi, perdidos entre sijs, edificios musulmanes y un barrio con sabor europeo

El hecho de estar ante nuestro último día completo en la India nos motivó para madrugar más incluso de lo normal (nos levantábamos, de media, tan pronto como para ir a trabajar, en torno a las 8 de la mañana) y aprovechar las horas de sol y ver todo lo que queríamos.

Mezquita de Jama Masjid, que dice ser la más grande de toda la India
Cogimos el siempre atestado metro para ir a la Jama Masjid, una mezquita que es una de las principales atracciones de la ciudad. Callejeamos 20-30 minutos por el enjambre de callejuelas de vieja Delhi, sin éxito... admití el fracaso de mi orientación, y recurrimos a un señor mayor con su bici tuk-tuk para que nos llevara hasta ella. Una vez más un anciano nos dio una demostración de fuerza y conocimiento de la ciudad. Pedaleaba como podía, y cuando había una cuesta arriba no me dejaba ayudarle a empujar la bici. La fuerza y vitalidad de esos cuerpos huesudos indios no dejaba de sorprenderme.

Llegados a la mezquita, ese templo incomensurable nos encantó. Como otras mezquitas que habíamos visto antes en la India, ésta también era "todo exterior", lo cual no dejaba de sorprenderme debido al clima tan duro que tienen allí (sea por calor de hasta 45ºC o por lluvias monzónicas). En absoluto me pareció más grande que la de Fatehpur Sikri, pero no hay libro que no le coloque el apelativo de "mayor mezquita de la India". La ubicación, en un extremo de vieja Delhi, en un pequeño alto, con esas cúpulas bulbosas blancas y la piedra rojiza, todo en su conjunto, hace que sea de los edificios más bonitos de la ciudad. Se puede subir a uno de sus minaretes, desde donde la Lonely Planet dice que "parece abarcarse toda la India"... algo fantasioso ya que la altura no es mucha, y por desgracia la neblilla de la contaminación tampoco permite ver gran cosa. Por supuesto hay que quitarse los zapatos para visitarla, aunque parezca que estamos más en un patio que en una mezquita.

Entrada al Fuerte Rojo, otro legado mogol en la ciudad. Desde ese lugar se proclamó la independencia de la India el 15 de agosto de 1947
Lo que sí abarcaba la vista de la mezquita era el fuerte rojo, ubicado justo enfrente, pero que requiere una caminata a través de un mercadillo sin extranjeros para llegar hasta él. Aunque el fuerte se ve en todo momento mientras caminamos de un sitio al otro, los conductores de tuk-tuk son insistentes y se ofrecen a llevarte a pesar de todo. Les ignoramos, para una vez que tenemos una verdadera acera y un paseo agradable por el que caminar, no voy a coger un tuk-tuk...

El fuerte rojo prometía mucho y fue una gran decepción, la única que nos llevamos en Delhi y de las pocas de las casi 3 semanas de viaje. Es un fuerte mogol, como el de Agra, pero bastante más vacío por dentro. Los ingleses debieron arrasarlo, y de hecho se ven unos pabellones, nada indios, que son testigo de su paso por allí. Entre dependencias en restauración y otras zonas que no eran visitables por dentro la verdad es que hay poco de lo que disfrutar. Y eso que es patrimonio de la humanidad...

Aunque nos resultó decepcionante, el Fuerte Rojo de Delhi tenía rincones llenos de encanto, como éste
Otro bici tuk-tuk (o bike tuk-tuk) de un simpático joven de Calcuta nos llevó de vuelta al metro, para esta vez conocer el barrio de Nueva Delhi, donde fuimos a visitar el "Gurdwara Bangla Sahib", el templo sij, o sikh, de Delhi. El contacto con Nueva Delhi nos hizo ver otra ciudad, la construida por los británicos a principios del s. XX, sin tuk-tuks, ni vendedores por las calles, con anchas avenidas donde el tráfico era fluido y con las calles, en general, bastante más limpias. Aunque más occidentalizado (y quizá por ello con algo menos de encanto) un "VIVAN LOS BRITÁNICOS" se nos pasó por la cabeza a ambos mientras caminábamos por allí.

Antes de hablar del templo sij, creo que debería explicar rápidamente qué es el sijismo. El sijismo es una religión fundada en la India, a principios del siglo XVI, por el gurú Granth Sahib, en un contexto de tensión entre las comunidades musulmana e hindúes de los territorios que hoy son India y Pakistán, como respuesta a estas dos comunidades religiosas. No voy a explicar aquí su doctrina, pero a grandes rasgos son monoteístas, y creen en una mayor tolerancia entre religiones y tuvieron varias ideas revolucionarias, como por ejemplo la total igualdad de derechos para todos los seres humanos en general, y para hombres y mujeres en particular (cosa que todavía hoy muchas religiones no apoyan). El mayor porcentaje de seguidores del sijismo está en la región de Punjab, hoy dividida entre India y Pakistán, aunque después de la partición la mayoría optaran por el primer país, más respetuoso con las minorías religiosas que Pakistán. A pesar de ser una religión minoritaria, solo el 2% de los indios son sijs, la enormidad del país hacen que estemos ante, según las fuentes que lo digan, la quinta o la novena religión con más seguidores del mundo, con unos 25 millones. Tras el cristianismo, el islam, el hinduismo y el budismo, el sijismo podría ser la siguiente. Por ejemplo, a pesar de ser una religión mucho más conocida en occidente, hoy día hay menos judíos que sijs.

Acomodarse y admirar la belleza del templo sij de Delhi no son cosas complicadas una vez llegados a allí
A pesar de algunos momentos tensos y muy trágicos de nacionalismo e intolerancia religiosa, como los producidos en 1984 con el ataque al precioso templo dorado de Amritsar (el "Vaticano" del sijismo) que provocaron el asesinato de la entonces presidenta Indira Gandhi, los sijs viven en paz con el resto de habitantes de la India. De hecho, el actual presidente indio, Manmohan Singh, es sij. Una forma de identificarlos es por su turbante de tela de un solo color y sus barbas, que normalmente dejan crecer libremente.

Pues bien, aunque los templos santos de los sijs están en el estado del Punjab, en Delhi tienen un templo y eso nos pareció motivo suficiente para acercarnos. Como en muchos otros casos, un hombre se acercó para hablarnos, y como nos habíamos acostumbrado a hacer, lo ignoramos. El hombre no se dio por vencido, paró a otros turistas que salían para que nos dijeran que aquel hombre no buscaba nuestro dinero, solo quería explicarnos qué era aquello, cómo funcionaba su religión y cómo había que visitarlo. Cedimos y empezamos a escucharle con un inglés bastante aceptable.

Primero tuvimos que entrar a un lugar donde me pidieron que me descalzara y me colocara un pañuelo en la cabeza, ya que los hombres han de llevarla cubierta. Nos lavamos las manos y los pies y entramos. El hombre nos esperó a la entrada del complejo y nos siguió explicando, muy amablemente, que en su religión no hay sacerdotes, sino gurús, y que no se les obliga a hacer celibato, ya que creen que crear una familia es lo mejor para la realización del ser humano. Además nos dijo que todo templo sij tiene como característica común la existencia de un estanque para lavarse, de un albergue de peregrinos y de un comedor social, este último gratuito, en el que voluntarios dan de comer a todo el que lo desee. De hecho, nos ofreció comer allí, a lo que nos negamos pensando que era más noble no aprovecharse y dejar ese servicio a gente que lo necesitara realmente, y nosotros no pertenecíamos a ese grupo, por suerte.

Este letrero permite tranquilizar a hindúes y musulmanes en los McDonald's de la India
Recorrimos el estanque por completo, entramos al templo en sí, donde no se podían sacar fotos, en el que el libro sagrado presidía el centro de la estancia. Un grupo de 3 personas cantaba (muy mal, por cierto) algo que me imagino que eran versos del libro, y los altavoces a todo volumen distribuían la música en el edificio. En general, nos sentimos cómodos en todo el complejo, en el que no nos prestaron mucha atención por ser extranjeros, que estaba limpio y que con la explicación gratuita de aquel hombre se nos hizo más fácil de entender. De hecho, a la salida, una foto del templo dorado de Amritsar, esa especie de "La Meca" o "Vaticano" del sijismo me hizo pensar que algún día me gustaría ir a un lugar tan bonito y tan mágico como parece aquél (por desgracia, también tan cargado de historia... con dos matanzas múltiples solo en el s.XX).

Por una vez, a la salida nadie nos esperaba para ofrecernos ir en tuk-tuk ni nadie se nos ofreció en nuestro paseo hasta la inmensa Connaught Place... Nueva Delhi es una ciudad europea en medio de una megalópolis india y hasta en eso se notaba.

En Connaught Place comimos en un Mc Donald's... me prometí a mí mismo tardar muchos meses en volver a hacerlo, pero allí era una experiencia curiosa que nos apetecía repetir. De nuevo nos abrieron la puerta al entrar y vimos a "la gente guapa" que ya notamos en el que estuvimos de Jaipur. Al sacar una foto al letrero que decía que no vendían carne ni de ternera ni de cerdo, una camarera me dijo que estaba prohibido hacer fotos... sorprendido guardé la cámara y pensé que al menos ya tenía la foto que quería. En este país no hay quien entienda nada.

Templo de Safdarjang
Queríamos ir de compras en nuestra última tarde en la India, y nos acercamos al sórdido barrio de Paharganj. Sórdido según la Lonely Planet, porque a mí me encantó y no me pareció apropiado ese adjetivo. Resumiendo, era una calle sin apenas tráfico, con vendedores que no iban a buscar al comprador, y con una variedad de cosas superior a la de casi cualquier otro sitio en el que habíamos intentado comprar algo. Todo un lujo que tampoco era caro. Cogimos 2 figuras preciosas de Ganesh por poco más de 5€ cada una (para regatear me fui 3 veces de la tienda pero llegado a una cifra el vendedor no bajó el precio ni una rupia) y compré 2 camisetas por 2€ cada una en una tienda... ¡con precios fijos! Disfrutar de las compras, algo que solo había experimentado en Pushkar hasta entonces, era posible en Paharganj.

Como quedaba tiempo aún, decidimos acercarnos a la tumba de Safdarjang, uno de los últimos emperadores mogoles. Cogimos el metro y un solitario tuk-tuk nos esperaba a la salida... y asistimos a la discriminación (esta vez positiva) típica que se hace a los extranjeros allí. A pesar de que había una pareja de indios a punto de entrar al tuk-tuk, que me imagino que ya habían acordado un precio con el conductor, los hizo parar al vernos a nosotros y negoció precio con nosotros... como llegamos a un acuerdo (y sacó más dinero con nosotros, seguro), los indios se quedaron con un palmo de narices sin tuk-tuk.

Templo de Safdarjang
Nos dejó en la puerta el conductor, de una tumba más evolucionada y moderna que la de Humayun (también más modesta), aunque realmente espectacular. Con una tranquilidad envidiable para la ciudad en la que estábamos, disfrutamos del lugar casi solos.

Un paseo de 15 minutos a pie, el metro y luego otro tuk-tuk nos llevaron, ya para acabar el día, a la puerta de la India, el arco de triunfo de Delhi. La puerta, rodeada de un cinturón peatonal, estaba bien iluminada y llena de gente. Vendedores ambulantes proponían cosas para niños, y a pesar de que la noche ya había caído, con el trípode salieron bien nuestras fotos. El hecho de moverse de noche por esa ciudad no me resultó en absoluto inseguro, y las últimas horas en Delhi me hicieron pensar en todas las emociones del viaje más lejano y exótico que habíamos hecho en toda nuestra vida, con una sensación de total satisfacción.

Un té en una pijísima cafetería de Connaught Place fue el preludio a nuestro último viaje en metro antes de sufrir una picantísima cena en nuestro hotel que en algún momento me planteé no pagar (había pedido, como siempre, que fuera lo menos picante posible)... pero era el último día y me aliviaba pensar que eso se acababa, y que el picante de la comida de la India no estaría entre las cosas que echaría de menos del país. Así que cedí pensando que en Dubai, nuestro siguiente destino, la comida ya no sería así.

India, volveremos a encontrarnos.

La puerta de la India, una imponente forma de decir adiós a Delhi y al resto del país