domingo, 29 de septiembre de 2013

SUZDAL, un pueblo ruso mono, y una forma distinta de ser campeones del mundo

Cada vez paso más de fútbol. Me parece el opio del pueblo, no soporto que tengan ventajas fiscales que ni tú ni yo tenemos o los desmesurados sueldos de algunos futbolistas... pero un mundial es diferente... y más ese mundial, el de 2010, en el que España era favorita, por primera vez, por un motivo objetivo: ser la vigente campeona de Europa.

Animado por el concurso de El País, en el que viajeros anónimos relataban el viaje de su vida, me he lanzado a escribir sobre el que, quizá no sea el viaje de mi vida, pero si un par de días en los que sentí en pocas horas muchas de las sensaciones que un viajero puede tener en un país que le es ajeno, bastante alejado culturalmente, como es Rusia: el enfado, la desesperación, las ganas de apañárselas como uno pueda, el orgullo de que al final todo salga bien y el éxtasis de ver un pueblo diferente, alternativo en el que celebrar el gol de Iniesta sin estar precisamente rodeado de españoles.

Interior de la catedral de la Natividad de Suzdal, con unos preciosos frescos

LA ODISEA DE AQUEL DÍA; DEL RETRASO DEL AVIÓN AL GOL DE INIESTA


El día empezó en San Petersburgo, preciosa ciudad sobre la que ya escribí dos entradas en este blog (parte primera y parte segunda). La pantalla del aeropuerto nos mostraba un retraso en nuestro vuelo, un San Petersburgo-Moscú con la compañía "Avianova", una especie de compañía de bajo coste rusa en la que el inglés estaba presente en lo imprescindible: la web, nada más. Durante el vuelo seríamos quizá los únicos no nacionales y creo que no escuché apenas una sola palabra en un idioma que no fuera ruso; no es de extrañar, la compañía en aquella época (y parece que todavía hoy) solo tenía vuelos nacionales... pero ojo, vuelos nacionales en Rusia puede significar pasar 8 husos horarios, dada la enormidad del país más grande del mundo.

El objetivo del día era volar a Moscú para ese mismo día coger un tren a Vladimir, a unos 170 kms. de Moscú al noreste, y visitar aparte de esa ciudad, la pequeña población de Suzdal, con solo 11.000 habitantes, pero una de las más interesantes del "anillo de oro". Así se conoce al círculo de poblaciones cercanas a Moscú que fueron las antiguas capitales de Rusia antes de que Moscú siquiera existiese, ya que se fundó en la relativamente tardía fecha de 1147.

Godzilla's hostel, nuestro albergue en Suzdal, una casa típica rusa de madera
Sin embargo, el retraso del avión de 3 horas frustró nuestros planes, y la nula amabilidad (y casi nulo dominio del inglés) del personal de una de las 11 estaciones de tren moscovitas, unido a nuestro desconocimiento sobre el funcionamiento de las mismas, lo fastidiaron aun más... de nada sirvió que me molestara en escribir en ruso en un papel para pedir los billetes... no, no sé ruso, pero a escribir "Moscú - Vladimir, 2 billetes" llego. El alfabeto cirílico nunca se me ha dado mal. Pero un "niet" ("no", en ruso) le bastó a la taquillera para despacharnos, posiblemente por ser extranjeros.
Una joven rusa que vio la situación y que hablaba inglés, me pidió mi papel, me dijo que lo había escrito bien, y se ofreció a ayudarnos. Con su ayuda otra taquillera nos dio los billetes para el tren ya bastante tarde, porque salía solo 5 minutos después. Pero la casualidad quiso que, por un lado, en las estaciones moscovitas hubiera dos secciones de andenes, con los mismos números (es decir, tienes dos andenes numerados con el 1, dos con el 2, etc.) separadas por cercanías y larga distancia, estando cada sección en los extremos opuestos de la estación; además en el andén 11, el nuestro, salía un tren a las 14:19 tanto de la sección de cercanías como de la de larga distancia. Menos mal que justo antes de montar en el tren equivocado, que lo mismo acababa en Ucrania que en Kazajistán o más allá del círculo polar ártico, preguntamos si ese tren iba a Vladimir... total, que tras otro "niet" perdimos el tren por estar en la sección de larga distancia en lugar de en la de cercanías (sí, en Rusia, 170 kms. son "cercanías" :P).

Muralla exterior del monasterio del Salvador, junto al río Kamenka
Enfado, algún grito en español que nadie más allá de mi pareja debió entender, impotencia... lo reconozco, a la hora de planificar mis viajes soy un poco alemán y me jodía pensar que iba a perderme algo de lo que había planificado visitar en un país que si bien no está a la otra punta del globo, tampoco es el más fácil de visitar (visado, precio del avión, un clima que limita bastante las fechas para ir para allá...). Me jodía haber tirado el precio de los billetes, aunque los precios son populares allí, unos 8 € por persona. El siguiente tren salía 4 horas después, pero nos enteramos de que "solo" hora y media después iba a salir un bus a Vladimir, desde la misma estación de tren. Así que allí nos montamos, y tras ver cómo son las estaciones de servicio rusas (como en España en los 70, cuando no había nacido yo aún) y que el espectro de lo que es una autovía en el país eurasiático desaparece en cuanto te alejas 50 kms. de Moscú, llegamos a Vladimir. Sin tiempo para conocer la ciudad, porque íbamos a llegar tarde para la final del mundial, cogimos un microbus arcaico arcaico, que parecía urbano, porque había gente que viajaba de pie a pesar de que entre Vladimir y Suzdal hay 40 kms para los que se necesitan más de 45 minutos... total, que apenas llegamos 1 hora antes de que empezara el partido, y visto lo visto ya ni nos sorprendió que la calle de nuestro albergue, una moderna "dacha" (casa rural rusa, normalmente usada como residencia de vacaciones por una familia de ciudad) de madera, estuviera sin asfaltar.

Arcaica alternativa al tren, este microbus conecta Vladimir con Suzdal. Y no, no fuimos a Rusia en 1977, fuimos en 2010 :P
Nuestros amigos rusos nos dijeron que estar en un pueblo de 11.000 habitantes a 200 kms. de Moscú no es estar en la Rusia profunda; y seguramente estén en lo cierto cuando hay lugares mucho más pequeños a 8.000 kilómetros de la capital rusa. Pero ese pueblo me pareció a años luz de Moscú, además de mucho más rural que una población española con el mismo número de habitantes. Más espacio para prados que para viviendas, apenas nada de tráfico, casitas de madera de una planta o a lo sumo dos...

La dueña del albergue, que resultó no saber más que palabras sueltas de inglés (frigorífico, bienvenidos, zapatillas, etc.), era otro ejemplo de lo que acabo de decir: la antítesis de la frialdad moscovita que, por extensión, aplicamos, quizá erróneamente, a todos los rusos, aunque nuestros amigos fueran maravillosas excepciones. Aquella mujer era todo amabilidad. Conseguimos que pusiera el fútbol que, como casi todo el mundial, disfrutamos con comentaristas rusos (empezó el 11 de junio y el 23 ya estábamos en Rusia). Nos pusimos en primera fila, con la compañía de otros huéspedes del albergue que, debido a su poco interés por el partido, nos dejaron clara su condición neutral; no eran holandeses, ni españoles, ni unos aficionados enloquecidos del fútbol precisamente.

Todo el partido en tensión, alguna ocasión errada por cada bando... y bueno, ya lo sabéis todos, cuando ya nos temíamos jugárnosla a los siempre injustos penaltis, llegó Iniesta y metió aquel gol. Saltos, gritos, abrazos, lágrimas incluso... acompañados por la cuadrilla neutral que nos miraba como si fuéramos extraterrestres, por semejante muestra de alegría. Me los imaginé pensando: ";¿Por qué coño saltan y gritan de semejante forma? Si lo único que ha pasado es que el equipo de su país ha marcado el gol de la victoria de la final de un mundial de fútbol en el minuto 116...". Fotos, más lágrimas y alegría, y un vacío enorme al acabar la entrega de la copa. Aunque teníamos ganas de fiesta y de celebrar semejante victoria, el partido allí acabó casi a la 1 de la madrugada (en Rusia hay 2 horas más que en la España peninsular), y tenía dudas sobre si había un solo bar en Suzdal. Además, la Rusia rural tampoco es que fuera un dispendio en iluminación nocturna.

Una vez España hubo ganado el Mundial, me dio por besar todo lo rojo que pillaba :)
Al día siguiente desayunando, uno de los espectadores neutrales del partido, que nos dijo que era inglés, nos preguntó de qué país éramos. Puse una cara de: "¿¿NO TE LO DEJAMOS CLARO AYER, CAPULLO??". Pero le contesté un educado "Spain" (España), al que él me contestó: "AAAAHHH, ahora entiendo lo de ayer". Según parece, al inglés, que resultó ser un tío majete, nuestro pelo rubio, tanto el de mi pareja como el mío, le dejó convencido de que éramos cualquier cosa excepto españoles; de ahí que no entendieran el júbilo de dos rubios por el gol de Iniesta. A decir verdad mucha más gente era de su misma opinión en Rusia; jamás he estado en un país extranjero en el que me pregunten tantas veces por cosas en su idioma... la cara de póker que se le quedaba a la gente cuando le decíamos "Ruski niet" ("ruso no", porque no acertamos a aprender la frase completa: "yo no hablo ruso") era todo un poema. Las contamos, y entre Steffi y yo salimos a una diaria en Moscú.

SUZDAL, CASI MÁS IGLESIAS QUE HABITANTES


Pero esto es un blog de viajes, y la anécdota de la cita mundialista era la excusa para hablar de Suzdal, aunque el gol de Iniesta haya eclipsado a este pueblecito... Suzdal se encuentra en la lista de lugares Patrimonio de la Humanidad por sus monumentos blancos, título que comparte con Vladimir, una ciudad mucho mayor, con 300.000 habitantes, y algo más cercana a Moscú. Suzdal, con al menos más de un siglo de antigüedad antes de que Moscú fuera siquiera fundada, aglutina un pequeño kremlin medieval, varias catedrales de cúpulas encebolladas, destacando una en el kremlin y otra en un recinto monacal.

Antes de seguir, una pequeña explicación; si no estáis habituados a Rusia y sus costumbres, quizá os sorprenda que hable de kremlin tan alegremente, cuando es posible que penséis que kremlin no hay más que uno, que está en Moscú. Pero no es así... kremlin se podría traducir como "ciudadela", y es que en las ciudades rusas antiguas no se amurallaba toda la ciudad, como estamos acostumbrados por los romanos, con ejemplos como Lugo, o por la España medieval, con ejemplos frecuentes en nuestra geografía, como lo es Ávila. En Rusia solo se amurallaban los principales edificios de gobierno, como el palacio del gobernador y/o la catedral más importante de la población. Lejos del tamaño y de la magnificencia que destila el kremlin de Moscú, algunas ciudades más pequeñas o incluso pueblecitos como Suzdal, construyeron y mantienen este singular ejemplo de organización urbana.

Interior del Kremlin de Suzdal, con la iglesia de San Nicolas en primer plano (s. XVIII) y la catedral de la Natividad detrás (s. XIII)

Dicho esto, decir que los frescos de la catedral de la Natividad de Suzdal son un vivo ejemplo de la tradición religiosa ortodoxa rusa, además de ser espectaculares. Por fuera los efectos del paso del tiempo (y un clima difícil) se dejaban notar, con los colores apagados, especialmente el azul de las cúpulas con forma de cebolla, como se aprecia en la foto. Pero me gustó mucho el contraste de paz y ambiente rural que se destilaba allí, tan lejos de la megalópolis moscovita, con las iglesias en medio de unos prados apacibles.

El monasterio del Salvador, como habría ocurrido probablemente en España, estaba cerrado ese día por ser lunes. Tenía previsto verlo antes del partido el domingo pero llegamos tarde. Pudimos intuir parte de su exterior mirando por encima de sus murallas, pero nos quedamos con ganas de más. Sus frescos son igualmente espectaculares, a juzgar por las imágenes de la wikipedia.
No obstante esto fue compensado con la visita a un museo etnográfico, que si bien no estaba ni estará en la exclusiva lista de la UNESCO, nos permitió un primer contacto con algo muy ruso: el arte de las iglesias de madera.

Iglesia de la Transfiguración (en ruso Preobrazhenskaya), la hermana pequeña de la famosa isla de igual nombre del norte de Rusia, en Kizhi (ambas del s. XVIII)

Si bien ya hay una iglesia de madera junto a la catedral de la natividad, la del museo era más bonita. Y es que los rusos se han molestado en modelar algunas de esas iglesias aprovechando un material barato y típico de la zona, la madera. Las cúpulas con forma de cebolla nos recuerdan que seguimos en Rusia. El ejemplo más famoso está al norte de Rusia, en Kizhi, una isla en medio de un lago, siendo también Patrimonio mundial por la UNESCO. Algo más modesta, la iglesia de Suzdal, por la información que manejo, tiene el mismo nombre: Preobrazhenskaya, y es de la segunda mitad del s.XVIII. No estaba originalmente en Suzdal, sino que fue trasladada cuando el museo de arquitectura de madera fue abierto.

Todavía nos deparaba una última sorpresa este pueblecito, y fue la casa cuya foto he puesto bajo estas líneas.
Según parece, debe ser un fenómeno relativamente frecuente, porque si no no me explico que a una de las organizadoras rusas del evento al que asistimos en San Petersburgo, le sorprendiera que una casa así me llamara la atención. Me escribió al publicar la foto en facebook: "qué pasa, ¿nunca habías visto una casa así?". Os prometo de todo corazón que no, ¿vosotros?

Curiosa casa en Suzdal, atravesada por un árbol

El retraso del día anterior nos impidió ver Vladimir, pero me imagino que esto es toda una invitación para volver a Rusia, ¿no? El que no se consuela es porque no quiere :P

domingo, 15 de septiembre de 2013

El túnel de la esperanza, la salvación de SARAJEVO

Una de las cosas más conmovedoras, por no decir la más, de visitar Sarajevo, es ser testigo de las huellas que la reciente guerra de Bosnia ha dejado en la ciudad. Si bien se va recuperando poco a poco, y muchos de los edificios han sido restaurados (o van por muy buen camino, como la famosa biblioteca nacional-ayuntamiento, de la que hablé en la entrada sobre la ciudad), la ciudad no puede olvidar, ni quiere, aquel trágico episodio. Un episodio en donde lo trágico se mezcla con lo heroico, porque si bien el país, y más concretamente Sarajevo, sufrieron mucho, acabaron al final, en cierto modo, ganando la contienda.

Túnel de la esperanza, en la actualidad
En el caso concreto de Sarajevo, la ciudad soportó el asedio más largo de la historia moderna, de casi 4 años, entre abril de 1992 y febrero de 1996. Sin embargo, resistió y venció. ¿Cómo? Pues el ingenio y el coraje de algunas personas tuvieron mucho que ver, ya que construyeron un túnel que fue una fuente de esperanza y de vida para los habitantes de Sarajevo.

HISTORIA: ¿QUÉ ES ESTE TÚNEL? ¿POR QUÉ SE LE LLAMA "DE LA ESPERANZA"?


Os pongo en contexto; comienza la guerra, y fuerzas serbias y serbobosnias rodean la ciudad. Los bosnios se atrincheran en ella, un lugar por cuyas estrechas calles difícilmente pueden entrar los tanques, lo que hace a la ciudad más fácilmente defendible. Se corta el suministro de agua, comida, medicamentos, electricidad y gas, para las más de 300.000 personas encerradas en la ciudad. La ONU declara el aeropuerto, a las afueras de la ciudad, zona desmilitarizada, y como en el resto de la ex-Yugoslavia, el suministro de armas queda embargado. A menos de 1 kilómetro del Sarajevo sitiado, y al otro lado de la pista de aterrizaje del aeropuerto, se ubicaba el llamado "territorio libre", es decir, la Bosnia-Herzegovina no sitiada por las tropas serbias, de la cual formaban parte una buena cantidad de los suburbios al sur de la ciudad. Varios civiles osaron cruzar la pista de aeropuerto, usada solo por la ONU, para escapar del sitio o para buscar víveres. Alguno pagó con su vida tal osadía...

A finales de 1992, a un mando militar bosnio se le ocurre que la mejor solución para la carestía de productos básicos que la ciudad sufría era la construcción de un túnel bajo el aeropuerto. Con los planos del mismo en paradero desconocido, deciden hacerlo sin ellos. El proyecto, de alto riesgo, tenía que garantizar la seguridad de los que lo atravesaran y del aeropuerto, y tenía que hacerse en secreto, y así se comenzó el 12 de enero de 1993, primero desde Dobrinja, un barrio sarajevita, y luego desde Butmir, en la parte libre, un suburbio al otro lado del aeropuerto.

Mapa que muestra el sitio de Sarajevo. El túnel se construyó por debajo a la pista del aeropuerto, perpendicular a ella
La falta de material digno para hacer el túnel junto a la caída de obuses en la zona dificultó las obras, e incluso las paró en el lado libre de Butmir. Pero llegado el mes de abril se organizaron en turnos para trabajar las 24 horas del día, consolidando el túnel con hierro en el lado sitiado (la escasa madera se utilizaba como calefacción, y de hecho los árboles de las calles sufrieron esta necesidad) y con madera en el lado libre, sin acceso a las fábricas metalúrgicas de la capital bosnia. Hasta que el 30 de julio, dos hombres del turno de tarde se encontraron en algún lugar bajo la pista del aeropuerto de Sarajevo, dando por terminado el túnel. Esa misma noche un primer contingente atravesó el túnel. Por esas fechas los serbios supieron de la existencia de esta vía subterránea, y aparte de bombardear más la zona se quejaron a la FORPRONU (fuerza de protección de la ONU) por ello, ignorando ésta esas quejas. 

Al principio todo debía transportarse a mano, con sacos de hasta 50 kgs. sobre los hombros de los usuarios del túnel, aunque el paso del tiempo fue dotando de servicios al mismo, entre ellos una vagoneta con capacidad para hasta 300 kgs. de peso. Una línea eléctrica dotaba de luz al túnel, y también se pasó cable telefónico para facilitar las comunicaciones entre los dos lados. Por sus pequeñas dimensiones, el túnel se atravesaba en un solo sentido a la vez, con hasta 1000 personas en fila india, haciendo que la media de tráfico diario fuera de unas 4000 personas. En pocas ocasiones necesitó ser bloqueado ese tráfico, aunque las abundantes lluvias o nevadas en dos ocasiones obligaran a cerrar un túnel totalmente inundado, y era frecuente pasarlo con agua hasta las rodillas.

"Tunel Spasa", museo del túnel de guerra de Sarajevo
Conforme pasó el tiempo los bosnios se las ingeniaron para pasar de todo por túnel, incluso gasolina. Esta maniobra entrañaba un riesgo especial y se hacía de noche, ya que un obús serbio que impactara sobre un camión lleno de gasolina significaría decenas de muertos y la destrucción de las viviendas y de la parte del túnel más cercana. Por suerte eso nunca ocurrió. Más tarde, incluso se pasaron cables de alta tensión por el túnel que permitieron devolver la electricidad a Sarajevo. Aunque si bien eso mejoró la calidad de vida de los civiles, empeoró la de aquellos que atravesaban el túnel... imaginaos atravesar un túnel con agua hasta las rodillas, y dimensiones de 1,5 metros de alto y 1 metro de ancho, con un cable de alta tensión a un lado y una tubería para transportar combustible al otro.

En 1996 la guerra acabó. No sabemos qué habría pasado en Sarajevo sin este túnel, pero es evidente que esa vía de comunicación que burló el sitio ha sido vital para evitar la caída de la ciudad y la muerte de muchos de sus habitantes. Y hoy ese túnel, testigo de la última gran guerra en Europa, es visitable.

EL TÚNEL HOY


No lo he dicho aún, pero todo esto ocurrió gracias a que los integrantes de una familia, apellidada "Kolar", cedieron su casa, bombardeada al principio de la guerra, a los militares bosnios para que sirviera de entrada al túnel. Hacer la entrada en el jardín de una casa era una buena forma de disimular algo del valor estratégico de este túnel. Ellos mismos se implicaron en la construcción y mantenimiento del túnel; Sida, la abuela, fue conocida por estar colocada a la salida del túnel y ofrecer un vaso de agua o un cacho de pan a cada persona que salía por él. Bajro, su hijo, participó en la organización de las obras.

Sida, la abuela de la familia Kolar, retratada dando de beber a los trabajadores del túnel
Acabada la guerra el túnel cayó en el abandono, el ejército bosnio-herzegovino dejó la casa y el país intentó volver a una normalidad presidida por la necesidad de la reconstrucción. La familia Kolar tuvo que hacer frente al desempleo, todavía hoy muy alto en el país, y pensaron en recuperar todo lo que pudieron sobre el túnel: vagonetas, sacos para transportar víveres, herramientas para hacer el túnel... incluso trabajaron para que, al menos una parte del túnel, no se destruyera víctima del abandono.

Su esfuerzo no ha sido en vano, y hoy esa misma familia es la que ha convertido su casa en un interesante museo, con una habitación dedicada a objetos de guerra, otra a la historia y construcción del túnel, otra con fotos de los ilustres visitantes que ha recibido y quizá lo más interesante: 20 metros de túnel se han conservado y se pueden recorrer por todo el que quiera hacerlo.

Una de las salas del museo muestra un vídeo de la historia del túnel, entre material de guerra
El precio del museo creo recordar que era de 10 KM (al cambio, cuando fui yo, eran 5€), aunque creo que por error nos cobraron la mitad al pensar que éramos integrantes de un grupo que entró justo delante de nosotros. Lo considero totalmente recomendable a pesar de no ser un lugar bonito, como casi todo de lo que escribo aquí, porque es quizá el mejor testimonio de esta guerra que mi generación vio cuando aún no había perdido la inocencia.

CÓMO LLEGAR


Del acceso decir que yo fui en coche, poco esperanzado, ya que me habían avisado en el hotel en el que dormía de que era muy difícil de encontrar. Alguna agencia organizaba visitas guiadas con el transporte desde el centro incluido, pero por tiempo no nos podíamos permitir verlo así. Sin embargo parece que desde hace poco han puesto letreros para indicar cómo llegar y con ellos resultó fácil encontrarlo. Para hacerlo con el coche tenéis que salir de Sarajevo dirección Mostar, y coger la salida a mano izquierda que encontraréis poco después de ver anunciado el aeropuerto. Seguir dirección "Ilidza" os ayudará a acercaros hasta que empecéis a ver letreros que indiquen, en inglés, el museo (Tunnel of hope). Por si acaso, en bosnio es "Tunel Spasa".

Ir en transporte público es complicado. Además de las agencias, otra opción es ir en tranvía hasta Ilidza, donde acaba su recorrido, pero desde ahí hay que andar 4 kms. Para evitar andar por una zona de casas bajas y campos, sin aceras muchas veces, se puede coger el bus nº32, que comunica Ilidza con Butmir, y os debería acercar bastante al museo.

Nada como colocar en el túnel a un tío de 1,90 para que se vean las modestas dimensiones del mismo. Así, durante 800 metros de longitud se le inyectó vida y esperanza a Sarajevo