lunes, 26 de marzo de 2012

Viaje a la India, dia 4: Mandawa --> Bikaner (camellos que echan el estómago por la boca)


Camello indio echando algo fuera de la boca (aparentemente el estómago)

MANDAWA

No eran las 6 de la mañana cuando el ensordecedor canto del moecín de al menos 3 mezquitas distintas se metió en nuestra habitación como si viniera de dentro y nos despertó. Entonces recordé que los musulmanes son solo el 12% de los habitantes del país y que en el estado de Rajastán el porcentaje es incluso menor y no llega al 9%. Pero las mezquitas son abundantes aunque apenas se vean (son edificios muy modestos) y en Mandawa nos atronaron hasta despertarnos. Quizá por estos pequeños detalles la convivencia entre musulmanes e hindúes no ha sido siempre fácil...

Tras el rico desayuno, que fue una buena mezcla entre un desayuno continental estándar y uno indio, nos pusimos en camino.

DE MANDAWA A BIKANER

Por delante teníamos un viaje de tamaño medio; "solo" 190 kilómetros, pero que por esas carreteras nos llevarían unas 4 horas. Al poco de empezar paramos en Fatehpur, otra pequeña ciudad de Shekhawati, donde teníamos como objetivo ver otra preciosa haveli. Un anciano la vigilaba y nos dejó pasar por unas pocas rupias... aparte de por la haveli, Fatehpur me llamó la atención por lo mismo que Mandawa, y es que tenían muchos más habitantes de los que el tamaño de la ciudad daba que pensar... más tarde leería que más de la mitad de las modestas viviendas indias tienen una sola habitación, por lo que quizá una mini-ciudad india de 20.000 habitantes parezca mucho más pequeña que una ciudad española con la misma población. Allí repartí mis primeros dulces entre un grupo de niños que vino a pedir; había tomado nota de las sugerencias que no recomendaban darles dinero (que a menudo acababa siendo para mafias, y no para ellos) sino cosas que ellos fueran a usar, fueran caramelos, juguetes, etc.

Según íbamos avanzando el paisaje se iba volviendo más desértico, aunque no dejamos de ver árboles en ningún momento. Y a pesar de que pueda parecer extraño, el número de animales no descendía, casi más bien al contrario. Por ejemplo, descubrimos que el pavo real es uno de los símbolos de la India. Más triste resultó ver la gran cantidad de animales atropellados que de Fatehpur a Bikaner vimos, algo que se mantendría durante casi todo el viaje... no exagero si digo que se veía a algún gato, perro, etc. muerto cada media hora como máximo. Al estar en el asiento delantero (y no dormirme nunca) yo me enteraba más de estas cosas que Steffi, aunque la palma se la llevó un camello que veríamos al día siguiente, que parecía recién atropellado, que por su tamaño y aspecto, daba verdadero miedo... ése lo vio Steffi sin que le dijera nada.

Estampa visible desde un puesto de té en la carretera, camino del desierto
Paramos en un "puesto callejero" a medio camino a tomar un "masala chai". A Steffi no le gustó en Mandawa, pero a mí sí, así que pedimos dos, uno para Noor y otro para mí. Y me sorprendió que no me dejara pagar... el sitio estaba en medio de la nada, sin poblaciones a la vista, en ese extraño desierto árido con numerosos árboles. Coincidimos con 4 turistas austriacos con los que hablamos un poco entre la tranquilidad del lugar, con poco tráfico, en el que tuvimos tiempo de ver carros tirados por camellos o búfalos o perros vagabundeando que aprovecharon para mearnos en una de las ruedas del coche. Y tras otro ratillo de viaje con una pequeña parada en otro moderno templo hindú lleno de esculturas gigantes y de niños mendigos, llegamos a Bikaner.

BIKANER

Con más de medio millón de habitantes, Bikaner era una de las ciudades rajastaníes más grandes que íbamos a visitar en el desierto del Thar. La entrada a la ciudad nos dejó como anécdota el espectacular trompo que hizo un todoterreno 100 metros por delante de nosotros... cuando pasamos junto a ellos estaban riéndose a carcajadas, a pesar de que estuvieron a punto de volcar: "incredible India".

No era aún la hora de comer y fuimos directamente al hotel, el "Bhairon Vilas", muy bien situado a apenas 50 metros de las murallas del principal punto de interés de la ciudad: su fuerte. Este hotel se trata de una antigua propiedad de los marajás, que regenta uno de sus descendientes, y dormir en él resultó ser una atracción turística de primera... solo el cuarto de baño era más grande que nuestra habitación de Delhi (lo cual no significa que ésta fuera pequeña), y la enorme habitación, con techos altos y decoración original de la familia, era espectacular. Parecía mentira que dormir en esa maravilla costara unos 30€ por noche...

Nuestra habitación en el hotel Bhairon Vilas (Bikaner)
Nos quedamos a comer en el hotel. El día era magnífico, y el hotel tenía unos apacibles jardines en los que había varias mesas, así que elegimos una para comer ahí. La comida fue correcta, pero me dejó con un poco de hambre, así que decidí atreverme con mi primer postre indio. Y tuve este diálogo con el camarero, que tenía un inglés justito para el trabajo que desarrollaba. Lo dejo traducido al español:
- Yo: Tengo algo de hambre aún, así que voy a probar un postre. Esto de aquí (señalando al "gulab jamun": http://es.wikipedia.org/wiki/Gulab_jamun), ¿qué es?
- Camarero: Son unas bolas marrones.
- Yo: ¿Tienen chocolate?
- Camarero: Sí, chocolate...
Ambas frases las dijo con una sonrisa amable pero dubitativa, como si quisiera salir del paso lo mejor posible... el postre resultó estar bastante rico, pero no tenía ni rastro de chocolate, así que cuando volvió a traernos la cuenta se lo dije:
- Yo: El postre estaba muy bueno, pero no tenía chocolate.
- Camarero: No chocolate, solo el color, ¡era "color chocolate"!
La surrealista situación hizo que nos empezáramos a partir de risa allí mismo, con el camarero delante. El pobre, víctima de su poco inglés, respondió con una sonrisa, dándose cuenta de que su error no provocó una bronca, sino un par de sonoras carcajadas.

Y es que algo que hay que aprender si se visita la India es que los reveses que uno pueda sufrir, debidos a una cultura tan diferente, a problemas con el idioma o al descaro y picardía de los indios hay que procurar tomárselos con humor, porque si uno se enfada con cada pequeña cosa, que tenga por seguro que va a pasar amargado todo el viaje. Hay veces que uno tiene que enfadarse para que le tomen en serio y no le estafen, pero estos pequeños detalles es mejor tomárselos con humor.

Interior del fuerte de Bikaner
Pasada la comida, Noor nos llevó en coche a la entrada del fuerte, a pesar de que le dijimos que podíamos ir andando (la entrada estaba a la otra punta de la parte del recinto que teníamos junto al hotel, pero no llegaba a 10 minutos andando según mis cálculos). Nuestro primer fuerte rajput no era un fuerte normal, ya que estaba construido en un llano en lugar de sobre una colina, como el resto de fuertes que veríamos después. A pesar de eso, la historia dice que nunca fue conquistado, más que por sus sólidas murallas, imponentes por necesidad al no carecer de defensas naturales, por las alianzas que los marajás de Bikaner supieron sellar con sus posibles enemigos. El fuerte parecía haber sido restaurado poco antes, porque su interior resultó ser el más bonito entre todas las fortalezas rajastaníes que visitamos. Un sitio que nos dejó la sensación de que todo el esfuerzo de tiempo y dinero realizado para ir a la India había merecido la pena. Dependencias privadas de marajás con mucha decoración, arcos típicamente indios... todo en un estado de conservación envidiable. Desde el principio de la visita no dejamos indiferentes a otros visitantes, en su mayoría indios, que en varias ocasiones nos pidieron que nos hiciéramos fotos con ellos. Esto es algo a lo que nos íbamos acostumbrando.

Un vigilante se ofreció para hacernos fotos. Sabíamos que lo hacía por la propina que le pudiésemos dar, pero accedimos. El tío, de vistoso bigote, resultó ser un artista, y nos sacó varias fotos muy chulas y originales que jamás habríamos podido hacer solos. Le dimos medio euro en rupias que amablemente agradeció y nos sacamos una foto con él. A gente así da gusto darle propina.

A la salida, fuimos a ver los cenotafios de la ciudad, construidos también en torno a la figura de los marajás. Un cenotafio es un monumento funerario en honor a una persona que no tiene por qué estar enterrado en ese lugar. Muchas ciudades que fueron capitales de reinos de marajás como Bikaner, Jaisalmer, Udaipur o Jaipur los tienen, y a mí me pareció algo inequívocamente indio, tanto las cúpulas y arcos característicos de ese país como el concepto de cenotafio en sí. A la entrada nos dieron las peores zapatillas de estar en casa que he visto nunca (había que descalzarse), con una ridícula suela de tela que era como si no existiera y tan estrechas que no me entraba bien el pie :S Pillamos a una especie de actriz de apariencia china en plena sesión de fotos, muy guapa con su sari verde.

Cenotafios de Bikaner
Tras esto y ya fuera de la ciudad visitamos la granja de camellos de Bikaner, donde según parece se crían el 50% de los camellos del país. El sitio no es que ofreciera un interés desmedido salvo por el hecho de ver cientos de camellos juntos en sus quehaceres diarios (siendo ordeñados, comiendo, haciendo sus necesidades, etc.), pero por una serie de detalles fue genial. Nos ofrecieron guía pero no quisimos, y fuimos recorriendo solos las dependencias, la mayoría al aire libre. De repente, vimos a un camello haciendo un ruido espantoso, similar a un eructo pero más fuerte, a la vez que echaba por la boca una especie de bolsa que bien parecía ser su estómago. Nos asustamos, pensando que íbamos a ver a un camello palmándola en directo, pero no... poco después el camello recogía dentro de su boca el "estómago" que le había salido. Perplejos, vimos como medio minuto después otro camello distinto hacía lo mismo, ante lo que por un lado nos quedamos más tranquilos deduciendo que era algo normal, y por otro empezamos a reírnos por lo "bizarro" de ese comportamiento. No lo grabamos en vídeo pero alguien lo hizo por nosotros en otro lugar y lo ha dejado en youtube: http://www.youtube.com/watch?v=FbPn6-_dINg

El otro detalle que me hizo adorar aquella granja fue que se vendía leche de camello y diversos preparados que lo tenían como materia prima. Noor nos recomendó los helados, pero en el mes de enero con 18ºC no me apetecían, así que me tomé un sobre de leche de camello con sabor a piña... ¡¡estaba riquísimo!! Lo compartí con una perra hambrienta que vagabundeaba por allí y que no se nos separó mientras tuvimos la comida cerca. De no haber sido porque necesitaba frío y no teníamos nevera en el hotel, habría comprado bastante más. Los precios, además, eran "indios", el "brick" de 200 ml. me costó 0,15€.

Ya por la noche, nos aventuramos a meternos en el bazar de la ciudad para buscar el típico recuerdo que coleccionamos de los sitios que visitamos: un imán para la nevera. El esfuerzo fue inútil, el bazar estaba más pensado para la gente de allí que para los turistas, y de hecho la gente nos miró sin disimulo los pocos minutos que pasamos por allí.

Exterior del fuerte de Bikaner
Cenamos en un restaurante frente al fuerte en el que, extrañamente, no éramos los únicos clientes, ¡e incluso había hasta indios! Lo digo porque hasta el momento habíamos estado en restaurantes en los que, salvo la primera noche de Delhi, éramos los únicos clientes. ¡Y eso que éste no era barato! Cenamos muy bien, por cierto. Así que tras una cerveza en el original y ecléctico bar del hotel, que pagué a precio europeo (se nota que los indios no la consumen a menudo) y bebí con algo de humo de tabaco a mi alrededor (allí sigue permitido fumar en los bares), nos fuimos a dormir esperando pasar al fin la primera noche tranquila, sin jetlag ni mezquitas atronadoras.

sábado, 24 de marzo de 2012

Viaje a la India, día 3: Delhi --> Mandawa (aquí se echa gasoil sin parar el motor)


Patio de nuestro hotel en Mandawa, el Mandawa Heritage hotel

DELHI

Esa noche notamos el efecto del jetlag... nos metimos relativamente pronto a dormir, y a las 5 de la mañana me desperté, no muy descansado, pero fui incapaz de volverme a dormir. A Steffi le pasó igual, y pasamos lo que quedaba de noche lo mejor posible, leyendo y hablando sobre lo que habíamos visto y lo que nos esperaba.

Ese día conoceríamos lo que es moverse en coche por la India. Tras un desayuno bastante estándar en nuestro hotel (4 tostadas con mermelada y mantequilla, té y zumo), el "Wood Castle" de Delhi, montamos en el coche y pusimos rumbo a Mandawa, una pequeña población en la provincia de Shekhawati. Shekhawati es una remota región de Rajastán, ligeramente alternativa en las rutas por ese estado indio, que nosotros visitamos por pillar de paso entre Delhi y las ciudades bastante más grandes del desierto del Thar, como Bikaner o Jaisalmer. Bueno, lo de "pillar de paso" lo decimos porque en el mapa está en el medio de esa ruta, no porque las principales carreteras que unen Delhi con esas ciudades rajastaníes pasen por allí... ¡más bien al contrario! Ninguna carretera principal atraviesa esta especie de provincia y pronto nos daríamos cuenta.

DE DELHI A MANDAWA

Salir de Delhi en coche es una buena forma de sentir lo que es estar en un país emergente superpoblado. Todo son coches, coches y más coches, muy modestos la mayoría, pero están por todas partes, y las infraestructuras que usan se quedan insuficientes, ni siquiera los 4 carriles de la carretera que une Delhi con su aeropuerto (que luego sigue hasta Jaipur) son suficientes, aunque los conductores ignoren las líneas de la carretera y los 4 carriles pasen a ser 6.

Intenso tráfico a la salida de Delhi
Pasado el aeropuerto, me llamó la atención ver muchísima gente esperando en las cunetas de la autovía... debían ser personas que esperan a que alguien las recoja para ir a trabajar, y que no tienen medios para ir por sí mismos. Esperan algún autobús que les lleve o el tuk-tuk de algún compañero en el que, apretadísimos, poder cumplir con su deber, aunque sea con otras 10 personas en un vehículo cuyo máximo número legal de ocupantes es 3.

Llegados a Rewari, una ciudad del estado de Haryana sin mayor interés, dejamos la autovía y comenzamos un largo periplo por carreteras que fueron de mal en peor. El paisaje va pasando de ser la India verde tradicional de las llanuras de los ríos Ganges y Yamuna a la India desértica de Rajastán. Llegó un momento en el que la carretera pasó a ser "media carretera", esto es, pasó a tener la anchura justa para un camión o un coche, pero evidentemente seguía siendo de sentido doble... así aprendimos la principal norma del código de circulación indio que es... que no hay normas. Cuando nos cruzábamos un coche de frente se producía un diálogo de besugos en el que uno daba las largas al otro y el otro se las daba al uno, queriendo decir el primero al segundo: "cuidado, que voy para allá, aparta de mi camino"; mientras que el segundo respondía:"tú eres el que estás en mi camino, apártate tú". La situación acababa con los dos coches acercándose peligrosamente el uno al otro sin ceder, apartándose a última hora ambos a la cuneta, en mayor o menor medida, para no chocarse uno contra el otro. Noté que los coches grandes tienden a tener mayor orgullo y a apartarse menos y más tarde, pero casi todos se ven obligados a sacar la mitad izquierda de su coche (en India se conduce por la izquierda) a la cuneta para evitar una colisión. Sobra decir que la cuneta es de tierra, no tiene por qué estar a la misma altura que la calzada y los baches no son la excepción sino la norma.

"Media carretera" en Rajastán, ya cerca de Mandawa
Siguiendo con el tráfico, resulta curioso ver lo decorados que están todos los camiones indios. En un país con la infraestructura ferroviaria india no esperaba ver tanto tráfico de camiones, pero cruzarse con camiones a velocidades ridículas es una constante. Camiones que, evidentemente, tienen que ser adelantados cuanto antes si no quieres conformarte con una velocidad máxima de 40-50 km/h... de cómo se adelanta en la India hablaré otro día :P 
Pues bien, todos los camiones están pintados y personalizados hasta el extremo, con pinturas bonitas y coloridas aunque para un occidental diría que pueden resultar infantiles. En la parte trasera no puede faltar el lema del tráfico indio: "horn please" o "blow horn" (que viene a significar: "toque el claxon, por favor"). El motivo de ese lema, aparte de una extraña "filia" que deben sentir los indios por el ruido del tráfico, es porque los retrovisores se usan más bien poco, si es que se tienen... y el claxon es la forma más útil para ellos de advertir que te estás acercando a otro vehículo por detrás (sí, lo pueden tocar cada vez que se acercan a otro vehículo, algo que ocurre cada pocos segundos en ciudad). De hecho, nuestro primer conductor tenía el retrovisor izquierdo (equivalente a nuestro retrovisor derecho) replegado... cuando le pregunté si es que estaba roto se empezó a reír... más tarde entendí que esa risa significaba que prefería replegarlo a usarlo... algo que además tenía la ventaja de reducir la "anchura" del coche...

De repente Noordin paró a repostar. Los precios, siendo baratos comparado con Europa, no son muy baratos visto el poder adquisitivo de los indios, andando en torno a 1,05€ la gasolina y unos 0,75€ el diesel, más de la mitad que aquí. Me quedé extrañado al ver a Noordin bajar del coche sin parar el motor... 5 hombres se acercaron al coche para repostar (sí, con uno vale, pero esto es la India) ¡¡y ni cortos ni perezosos empiezan a echar combustible sin parar el motor!! Me imagino que sobran los motivos para parar el motor al repostar, y aunque los desconozco no cabía en mí de asombro. Al volver al coche, pregunté a Noordin por el tema y me soltó la frase comodín del viaje: "No problem".

MANDAWA


Nuestro hotel, el Mandawa Heritage, con su amable botones
Llegamos a Mandawa a la hora de comer, y al llegar flipamos con nuestro hotel, de nombre "Heritage Mandawa". Se trataba de una haveli (mansión) típica de Shekhawati, restaurada y devuelta a su esplendor, con numerosas pinturas llenas de vivos colores. La comida allí fue correcta, con un chulillo camarero que nos tenía como únicos clientes, y que se entretuvo los ratos que no le dimos trabajo haciéndose autofotos con una moto que entiendo que era suya... :)

Noordin nos recomendó visitar la pequeña ciudad con un guía, debido a que guardaba secretos que sin ayuda no podríamos ver... como no teníamos mapa en el libro y el precio era más que correcto aceptamos (nos dijo que un precio justo eran 5€ por 2 horas de paseo); me hizo gracia el detalle con el que Noordin nos quiso dejar claro que el guía era de fiar: "Es un buen tipo, musulmán, como yo". No pude evitar dirigir una sonrisa a Steffi... :)

Haveli típica en Mandawa
El guía resultó ser muy agradable, lo que nos hizo pensar que podíamos confiar plenamente en Noordin en el futuro. Nos enseñó su pequeña ciudad con un paseo genial... Mandawa floreció como lugar de paso en la ruta de las caravanas que comerciaban con opio, la materia prima de la heroína, pero que en India todavía se consume sin el tratamiento químico que la heroína necesita. Ricos comerciantes construyeron sus havelis con vivos colores en el s. XIX, pero cuando el comercio dejo de dar dinero, emigraron con su dinero a las grandes ciudades indias, especialmente a Bombay, abandonando las havelis de Shekhawati. Estas casas, en ocasiones en estado ruinoso, dan a la ciudad un aspecto decadente y melancólico, como pocas poblaciones me habían transmitido antes. Allí parecíamos estar a años luz de Delhi, en un ambiente rural y apacible en el que solamente el polvo (muchas calles no estaban asfaltadas) y la basura, mucho más abundante que en Delhi, eran lo único que desentonaban. Por suerte, algunas havelis estaban siendo recuperadas por los habitantes de la ciudad, cosa que se hacía con el precio de las entradas que se pagaba por visitarlas. Aquellas recuperadas nos parecieron deslumbrantes... descansamos tomando nuestro primer "masala chai", un té con leche muy común en india, con gengibre y otras especias y hierbas que le dan un característico toque picante. Nuestro guía, con gestos evidentes, me dijo que era una especie de viagra natural :P
Esto lo hicimos en la casa de una mujer viuda que aparentaba tener nuestra edad. La historia de su vida nos entristeció: su marido era electricista y murió trabajando poco antes... la tradición hindú le prohibe volver a casarse y tendrá que sacar adelante sola a sus tres niñas... aparentemente maquilladas, la más pequeña nos transmitió con esta potente mirada la cara menos amable de las tradiciones indias :(

Niñas en Mandawa, una potente mirada
Acabada la visita recompensamos a nuestro guía con un 60% más de dinero del que nos recomendó Noordin por su simpatía y porque se alargó casi hasta las 3 horas, y tras descansar en el hotel, con nuestra cama más ancha que larga (algo normal por allí) salimos ya de noche a cenar. Cenamos en el restaurante "Monica", recomendado por el guía, y la comida resultó ser una de las mejores de toda nuestra estancia en el país. Noordin nos acompañó y se lo agradecimos un montón porque muchas calles adolecían de escasa iluminación o no tenían en absoluto... y aunque la ciudad estaba prácticamente vacía y no sentimos peligro, no era plan. Tras una ducha en el hotel con un minuto de agua caliente para cada uno, nos fuimos a dormir.

viernes, 23 de marzo de 2012

Viaje a la India, día 2: Delhi

Nos montamos en el coche, una especie de Ford Fiesta pero con culo, que no se comercializa en España, y que tiene por nombre "Ford Ikon". Las maletas entran de sobra en el maletero, algo que me sorprendió gratamente, y mientras vamos a la ciudad para hacer el check-in en el hotel, Udai nos explica la documentación que nos va a dar y demás... por el camino nos alejamos de la modernidad del aeropuerto y vamos viendo la realidad india: coches muy modestos cuando no carros en la carretera, personas en las cunetas, algunas barriendo con escobas que no son más que un precario conjunto de pajas secas atadas y un cielo muuuy gris que estaba así no precisamente por nubes de lluvia, sino por la contaminación que sufre la ciudad.

Tumba de Humayun

Llegamos a la calle del hotel, que nos costó un poquito encontrar (éste lo elegimos nosotros y no la agencia), y la verdad es que sentí un poquito de miedo cuando me tuve que bajar del coche e ir andando hasta la puerta. Había suciedad, escombros, cables de la electricidad a una altura a la que casi llegaba a tocar con la cabeza y empecé a sentir algo que se convertiría en normal durante todo el viaje: todo el mundo te observa, y en muchos casos te saluda. Pero no es más que eso...

Una vez en el hotel nos hicieron rellenar nuestros datos en un libro, algo que se volvería una rutina en el viaje. Subimos a la habitación, pagamos a Udai todo lo que debíamos a la agencia por el viaje y nos metimos a dormir. Lo de pagar lo hicimos con cierta desconfianza, ya que teníamos miedo de que al tener el dinero en su poder, la agencia llevara a cabo peor su trabajo o incluso nos dejara tirados a mitad del viaje... por suerte, eso no ocurrió en absoluto, y salvo un cambio de chófer en Jaipur del que ya hablaremos, no tenemos nada que reprochar a la agencia, más bien al contrario. Pagamos en parte porque no me molaba mucho la idea de ir con varios cientos de euros encima por ese país, pero tras volver de allí puedo decir que ese miedo tampoco le hace justicia, ya que una vez que te acostumbras, verás que lo que te rodea es miseria y suciedad, pero en este caso eso no significa inseguridad. Creo que el índice de robos en India no es muy diferente al de un país europeo estándar.

Habitación del hotel "Wood Castle", en Delhi

Dormimos unas 3 horas, y nos despertamos algo más descansados (estábamos muertos) con intención de ver algo de Delhi. Al bajar a la recepción del hotel nos llamó la atención que nuestro chófer estuviera allí sentado esperándonos, y no nos tuviéramos que molestar en buscarle o llamarle por teléfono. Así que montamos en el coche y fuimos a ver el que quizá sea el edificio estrella de Delhi: la tumba de Humayun.

Del hotel a la tumba de Humayun, según google maps, había poco más de 6 kms. pero en el coche se convirtieron en más de 30 minutos. No sufrimos ningún atasco, y aunque cambiamos de dirección con frecuencia, a Noordin se le veía seguro y no dudó para llegar hasta allí. El problema es que hay rotondas cada pocos centenares de metros (hay pocos semáforos) y que en la calzada puedes encontrarte de todo... en las rotondas además la prioridad no existe, pasa el que primero llega o el que menos cede el paso a los demás. Llegados a la puerta, nos bajamos del coche y empezamos a saber cómo las gastan allí. Algún vendedor nos ofreció su mercancia en los carros, y tuvimos que cruzar nuestra primera calle céntrica con 4 carriles, sabiendo que ningún vehículo deja pasar a los peatones salvo si el no frenar conlleva atropellarlos. Prefieren dar un volantazo para evitarte que frenar. En la puerta, vimos otra cosa normal en la India, los precios muy distintos según seas indio o no. Aunque no es un gesto muy amigable para el turismo extranjero están en su derecho de hacerlo, y los precios siguen siendo correctos para un español (el precio no suele pasar de los 4-5€ salvo el Taj Mahal, que llega a los 12. Los monumentos algo más secundarios suelen valer 1,5€). Eso sí, no hacen distinción entre extranjeros, y paga lo mismo un suizo que un nepalí, pero bueno, entiendo que tampoco se pueda poner un precio a cada país...

La tumba de Humayun responde al patrón de mausoleo mogol (imperio musulmán que dominó la India y varios de sus países vecinos desde el s. XVI al XIX), que alcanzaría su apogeo con el famoso Taj: un gran edificio central, donde se alojan las tumbas, rodeado de jardines perfectamente alineados y divididos en cuadrículas. El lugar es espectacular, una buena forma de empezar nuestro periplo en este país y en esta ciudad. Fue maravilloso dejar atrás por un momento el caos y el ruido predominante en Delhi, ya que entre las dimensiones de los jardines y la cantidad de árboles, el ruido del tráfico apenas nos llegaba. Allí empezamos a causar sensación: todo el mundo nos miraba como si fuéramos de otro planeta (¡cuánta razón!) y un par de grupos de chavales nos pidieron, entre risas, que nos hiciéramos fotos con ellos. De nada sirvió que Steffi se tapara su melena rubia con un velo, sus ojos azules la delataban como "ser exótico al que hay que retratar en una foto". Ambos llamamos la atención, pero ella aun más que yo.

Templo de Birla
Tras una visita pausada, con muchas fotos y alguna auto-foto, salimos y nos acercamos al templo de Birla, un colorido templo hindú, moderno pero que me llamó la atención y que estaba cerca del hotel. Se estaba haciendo de noche, pero la visita no decepcionó. Entramos a un parking junto al templo por un camino sin asfaltar por el que nuestro chófer tuvo que pagar unas pocas rupias. El templo, con pocos extranjeros, estaba decorado con esvásticas por fuera, que al parecer son muy típicas del mundo hindú (se dice que son un símbolo de la buena suerte), y con esculturas de varios animales como elefantes o cobras, tenía un cierto aire infantil que volveríamos a notar después en otros templos hindúes modernos. Para entrar, como en las mezquitas, nos exigieron quitarnos el calzado, pero si bien en las mezquitas turcas pisar descalzo es un placer por la moqueta o las alfombras que hay en el suelo, en la India el suelo es muchas veces de mármol, por lo que está muy frío y se está un poco a disgusto incluso con calcetines. El colorido exterior, rojo y amarillo, se prolongaba en el interior, con bonitas figuras de deidades hindúes, que típicamente tienen muchas extremidades (sobre todo brazos) y en ocasiones combinan rasgos humanos y de otros animales en un mismo cuerpo. Contentos y con los pies helados, salimos del templo y volvimos al hotel.

Templo de Birla
Como no conocíamos nada y en Delhi no habíamos echado ni siquiera un vistazo a los restaurantes recomendados por la Lonely Planet, cenamos en un restaurante que nos sugirió Noordin y desde el que podíamos volver andando al hotel. El sitio, muy elegante, con comida china e india en la carta, estuvo bastante bien aunque fue más caro de lo que esperábamos (pagamos unos 7€ por persona cogiendo algo relativamente sencillo). Con el tiempo nos daríamos cuenta de que comer en restaurantes indios no es tan barato como cabría esperar, y el motivo diría que es porque los indios apenas comen fuera de casa, y al ser enfocado a extranjeros, saben que pueden pedir más dinero. Además, en prácticamente todos los restaurantes tenían bastantes más empleados de los necesarios, y aunque sea con sueldos miserables, eso hay que pagarlo... ¡a dormir!

domingo, 18 de marzo de 2012

Viaje a la India, día 1: España - Dubai - Delhi


8:30 de la mañana del 21 de enero de 2012. Bajo la niebla, esperamos el bus de línea que nos lleve de Aranda de Duero a Madrid. Lo pienso, y me parece increíble que en menos de 24 horas vaya a estar en Delhi, a 8000 kms. de distancia de donde estoy ahora y en las antípodas culturales del mundo occidental. El viaje en bus transcurre sin contratiempos, llegamos con un mínimo retraso a la avenida América. 

Me espera el viaje en avión más largo de mi vida hasta la fecha, y con diferencia. El record hasta ahora lo tenía el vuelo que hice a Moscú hace año y medio, de unas 5 horas, y esta vez solo el Madrid - Dubai será de 7 horas a la ida y de 8 a la vuelta. Casi nada, menudo coñazo... no es que me desagrade volar, solamente lo considero "un mal necesario", que a alguien de mareo fácil como yo le ha dado algún pequeño disgusto. Pero al montar al avión todo comienza a mejorar.

Azafata de Emirates
Volamos con Emirates, compañía aérea con base en Dubai, famosa por la publicidad de las camisetas de equipos de fútbol como el AC Milán y sobre todo el Arsenal, y para mí, conocida por los peculiares gorritos de las azafatas, que representan hasta el extremo una visión cosmopolita de los Emiratos Árabes Unidos... lo mismo hay azafatas europeas (del norte, sur, este y oeste) como del extremo oriente, América...
Volar con Emirates es muy diferente de hacerlo con compañías de bajo coste como las que estoy acostumbrado a coger en los vuelos que he hecho sin salir de Europa. No ya por tener aviones mucho más grandes o con mayor espacio para las piernas (un poco más, tampoco para tirar cohetes), sino por el ordenador individual que tiene cada asiento en el respaldo del asiento anterior, que cuenta con música (tanto clásicos como éxitos actuales), películas diversas, videojuegos, información en tiempo real del vuelo con cámaras para mostrar lo que se ve fuera o información turística de Dubai. El viaje se me hizo más corto que muchos de 3 horas en aviones "normales", y no tuve que tirar de la mochila para comer (nos dieron de comer 2 veces). Eso sí, tuve tiempo para enterarme de que mi novia es una mujer casada... al menos según las azafatas del avión... jejeje. Se dejó un anillo que definieron como "anillo de casada" al ir al WC (aunque más bien era una arandela cutrecilla que encontró en un bar de Aranda) y tuvimos bromas varias por ello.

Pantalla multifunción que tenía cada pasajero de ese avión
En el aeropuerto de Dubai teníamos una escala de 4 horas y media, demasiado si los vuelos son puntuales, pero que preferí cuadrar así para reducir las opciones de perder el avión de Dubai a Delhi. Ya en el aeropuerto notas el toque de modernidad y prosperidad de la ciudad emiratounidense. Debido al poco tiempo decidimos no salir del aeropuerto, era noche cerrada (las 00:30) e intentamos dormir. Y aquí empezamos a notar el jet-lag... aunque estábamos cansados no teníamos sueño, y es que en España eran las 21:30 y no son horas de dormir... nos acostamos en el suelo, y tras media hora, nos dijeron que no podíamos dormir allí, que había una zona habilitada para hacerlo y sí, poco después, junto a las puertas de embarque, había una especie de asientos-tumbonas en los que se puede descansar mejor. No conseguí dormir, pero me pareció un detalle que podríamos copiar en España, donde el objetivo últimamente parece ser más el de hacer aeropuertos gigantescos con el mínimo número de asientos posibles, y como ejemplo puedo poner las zonas de facturación de cualquier terminal en Barajas.

El segundo vuelo se me hizo raro, a una hora intempestiva (salió a las 4:40, hora local), con la extraña sensación de que me estaba entrando sueño justo cuando empezaba a hacerse de día. Entretenidos con nuestros videojuegos o películas, vimos como mi compañero de asiento aprovechaba que Emirates ofrece gratuitamente botellitas de bebidas alcohólicas a los pasajeros... al 3º jack daniel's me empecé a asustar, aunque luego el hombre se puso a hablar conmigo y no parecía especialmente ebrio...

Reventados pero ilusionados ante la aventura que ya se acercaba vertiginosamente, llegamos puntuales a Delhi. El aeropuerto, moderno, no hacía pensar que habíamos llegado a un país en vías de desarrollo, el más pobre que habíamos visto antes, mucho más que Serbia, Bulgaria, Turquía o Marruecos, entre otros. El carácter itinerante de nuestro viaje hacía que temiéramos especialmente que nos perdieran alguna maleta, dado que recuperarla habría sido complicado durmiendo cada día en una ciudad distinta, pero todo fue bien. En la puerta 6 nos esperaban Noordin, nuestro chófer, y Udai, el coordinador de la agencia con la que conoceríamos el noroeste de la India, pero eso ya lo contaré en el segundo día.